Testimonios

Así está La Mola, un año después del polémico cierre del restaurante en la cima

Excursionistas destacan la "masificación" persistente y un "civismo" renovado, mientras que el negocio gastronómico ha arraigado en Sabadell

La cima de la Mola se despide de su restaurante histórico y será un espacio "de educación ambiental y cultural"

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10.000 firmas para evitar el cierre del restaurante de La Mola: "Es una preocupación ciudadana"

FOTOS | El paisaje desde La Mola, la emblemática montaña del Vallès

Patrícia González y Marc Nieves suben La Mola tras un año del cierre del restaurante

Patrícia González y Marc Nieves suben La Mola tras un año del cierre del restaurante / JORDI OTIX

Clàudia Mas

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Hace justo un año, la emblemática cima de la Mola protagonizaba titulares tras el cierre de su histórico restaurante. Este enclave, favorito de excursionistas tanto del Vallès como de la región metropolitana de Barcelona, sigue atrayendo a miles de visitantes que recorren sus senderos hasta alcanzar el punto más alto del Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, a 1.104 metros de altitud.

Para evaluar el impacto de esta medida, EL PERIÓDICO ha realizado el ascenso más popular, el Camí dels Monjos, y ha dialogado con caminantes sobre cómo ha cambiado la experiencia y el panorama de la Mola. Espóiler: un año después, los senderos siguen muy transitados, pero el civismo parece haber recobrado protagonismo, según relatan los entrevistados.

La Mola, que pertenece al municipio de Matadepera pero es históricamente un símbolo de Terrassa, recibe alrededor de 300.000 visitas anuales, según datos de la Diputación de Barcelona (DIBA) antes del cierre del restaurante. Este espacio, propiedad de la institución, cesó sus actividades en aras de preservar el entorno natural frente a la creciente masificación.

Àlex Sala con un bastón sube La Mola, la famosa montaña del Vallès Occidental

Àlex Sala con un bastón sube La Mola, la famosa montaña del Vallès Occidental / Jordi Otix

Aunque los últimos datos oficiales publicados por la DIBA indicaban una disminución de entre un 10% y un 15% en la afluencia, todos los testimonios consultados sostienen que el flujo de visitantes sigue siendo intenso, especialmente en días no laborables. Sin embargo, durante los próximos días, coincidiendo con el aniversario, la Diputación realizará una comparecencia para hacer “balance” de la situación ante los medios de comunicación.

“Hay mucha gente, sobre todo los fines de semana. Los que veníamos antes seguimos viniendo”, comenta Àlex Sala, de 27 años, habitual de la ruta con bastones en mano y ya cerca del parking. “El cierre fue una pérdida para la comarca. Era un lugar único en la zona. Ahora, si quieres un servicio similar, tienes que desplazarte a Montserrat o al Montseny”.

Manuel Carrizosa pasea por la Mola tras un año del cierre del restaurante de la Mola

Manuel Carrizosa pasea por la Mola tras un año del cierre del restaurante de la Mola / JORDI OTIX

La Diputación de Barcelona insistió, en su momento, en qué el cierre del restaurante era “una parada técnica” y que estudiarían si se podría albergar otro servicio de restauración o no. Pero se tendrá que esperar, al menos, hasta 2026 para conocer el veredicto de la institución barcelonesa, propietaria de las instalaciones del restaurante. 

El restaurante, ahora en Sabadell

Uno de los antiguos dueños del restaurante de La Mola, Joan Bernadi, comenta que sus hijos actualmente trabajan en el restaurante del Club Natació de Sabadell. “Han heredado el espíritu de lo que fue nuestro restaurante”, esgrime.  

Bernadi explica que sube a la cima como mínimo un par de veces por semana. “La masificación sigue siendo la misma, y durante estos días de Navidad estaba especialmente llena”, señala. También comenta que, al no poder desayunar ya en la cima, suele desplazarse hasta el restaurante de Can Pobla, ubicado también en el parque de Sant Llorenç del Munt i de l’Obac.  

Sobre la afluencia de visitantes, Bernadi es claro: “La gran cantidad de gente no desaparecerá nunca, aunque cada vez más el Ayuntamiento y la Diputación están poniendo trabas para acceder a La Mola”. Entre estas medidas, menciona el cierre de uno de los parkings y las crecientes dificultades para aparcar en la urbanización, donde el espacio disponible se reduce progresivamente.

Patrícia González y Marc Nieves bajan de la cima de La Mola, el punto más alto del parque natural de Sant Llorenç del Munt y del Obac con 1104 metros de altitud

Patrícia González y Marc Nieves bajan de la cima de La Mola, el punto más alto del parque natural de Sant Llorenç del Munt y del Obac con 1104 metros de altitud / Jordi Otix

“Más consciencia”

Ya casi en la cima, camina bajo un sol radiante y a paso firme Patricia González (35 años) junto a Marc Nieves (38 años). Ambos, deportistas y amantes de la montaña, explican satisfechos que la cima está “mucho más limpia” y lamentan que antes estaba “todo lleno de mierda”. Coinciden con la visión del resto de entrevistados: “Siempre hay mucha gente. Igual destacaría que hay gente más joven. Sobre todo mujeres”, explica González.  

Por su parte, el sabadellense Ricard Vila (28 años) añade un matiz: “Si lo analizáramos, igual detectaríamos que hay un perfil muy específico que ya no sube, aquel que iba exclusivamente a comer”. Vila comenta que el Vallès “ha perdido el ‘encanto’ de ver en la cima un ambiente distinto a cualquier otro, gente tomando café, bebiendo vino o comiendo unos platos ante unas muy buenas vistas”.

Ricard Vila en el Camí dels Mongos de la Mola

Ricard Vila en el Camí dels Mongos de la Mola / JORDI OTIX

“Hay mucha gente para ser un lunes”

Manuel Carrizosa (45 años) se estrena como excursionista de la cima vallesana. Él, residente de Sant Feliu de Llobregat, compara la Mola con la famosa vía ferrata de la Cala del Molí, ubicada muy cerca de su casa. “Son parajes naturales muy accesibles, al lado de la civilización. Algo que llama la atención a muchos ciudadanos y no únicamente excursionistas”. Carrizosa muestra su sorpresa ante la cantidad de gente con la que se ha cruzado un día laborable, concretamente un lunes. Va acompañado de José Almazán (44 años), quien más allá de comentar la afluencia, muestra su respaldo a la decisión de cerrar el restaurante: “La comida la subían las mulas de una forma muy ancestral. Si alguien quiere comer, que lo traiga en la mochila”, opción que en su momento reivindicaron ecologistas.

Finalmente, Queralt Amade (29 años), vecina de Terrassa y gran conocedora de La Mola, asegura que el bullicio en los senderos permanece intacto. Sin embargo, le inquieta cómo se gestionará este flujo constante en el futuro. Por ahora, todo indica que La Mola sigue siendo respetada y apreciada por quienes la visitan, un reflejo del cariño que despierta en sus excursionistas habituales.

Queralt Amade y Arnau habituales de La Mola hacen balance tras el cierre del restaurante

Queralt Amade y Arnau habituales de La Mola hacen balance tras el cierre del restaurante / Jordi Otix

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