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El otro 'mercado de la miseria' que sobrevive enquistado en Terrassa

El 'mercado de la miseria' de Terrassa.

El 'mercado de la miseria' de Terrassa. / ÀLEX REBOLLO

Àlex Rebollo

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Imad deambula por el pasaje Comercial del barrio de Ca n’Anglada de Terrassa (Vallès Occidental) con unas zapatillas de fútbol sala amarillo fosforito que cuelgan de su mano derecha. “Me paseo a la espera de que alguien me pregunte cuánto cuestan”, explica este joven marroquí de 28 años.

Imad, como decenas de vendedores ambulantes -según el propio Ayuntamiento de Terrassa hay días que alcanzan el centenar-, pasa los días en el mercado de 17:00 h a 21:00 h para tratar de dar salida a los objetos que durante la mañana o el día anterior ha rescatado de la basura. “Suelo ir a la plaza España de Barcelona, es donde más producto encuentro. Al final del día, como mucho, gano 10 o 15 euros; hay días que solo 2”.

Relojes, zapatillas, camisetas, pantalones, cargadores para el móvil, cinturones, collares, teléfonos móviles, una gorra de Mickey Mouse o una olla exprés son algunos de los productos que los transeúntes pueden adquirir. Se trata del mercado ilegal de Terrassa, el otro 'mercado de la miseria' que sobrevive enquistado en la capital vallesana tras la desaparición del 'mercado de la miseria' barcelonés el pasado mes de marzo.

Falta de alternativas reales

El mercado lleva años anclado en el barrio. Desde la Asociación de Vecinos de Ca n’Anglada afirman que hace tiempo que protestan a la Policía y al consistorio. “Estamos en contra, lo que se vende en el mercadillo no pasa ningún control y muchas veces sale directamente de la basura. Sabemos que es gente que no tiene recursos, pero hay que buscar alternativas reales”, explica Carlos Marín, secretario de la asociación.

Mokhtar también se muestra crítico con el mercadillo. Llegó a Terrassa en 2005, cuando adquirió la Cafeteria Restaurant Soraya, situada en una de las bocas de entrada del pasaje Comercial y cuya terraza está apenas a un metro de distancia de los primeros puestos del ‘mercado de la miseria’.

Llamo cada día a la Policía: no me gusta tenerlo tan cerca del negocio”, expresa Mokhtar mientras señala, indignado, uno de los carteles que el Ayuntamiento colocó en el pasaje anunciando la prohibición de la venta ambulante.

Lluïsa Melgares (Tot per Terrassa), regidora del distrito y 3ª teniente de alcalde del Ayuntamiento, explica que el anterior gobierno municipal trató de eliminar el mercado desde "la vertiente social". "Se hicieron batidas para que los vendedores asistieran a los Servicios Sociales, para ayudarles desde ahí y conocer si acudían (al mercado) por motivos de pobreza. La mayoría no acudieron y, de los que asistieron, había quien ya percibía ayudas o que por la mañana trabajaba de otra cosa y por la tarde acudía al mercado. Para algunos es más una forma de encontrarse, de socializar", afirma Melgares.

Aunque no todos quieren estar en el mercado. “Me odio a mí mismo por hacer esto, pero ahora no tengo otra opción”, afirma Imad. En 2017, llegó a Europa en patera desde Libia. Entonces intentó pedir asilo como refugiado, pero no tiene derecho a ello al ser originario de Marruecos, ya que, para ser considerada refugiada, la persona en cuestión debe haber abandonado su país por "temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de genero u orientación sexual" (ACNUR), e Imad no cumple con los requisitos.

Desde Italia y sin papeles viajó a Francia, luego a Bélgica, a Holanda, a Alemania y, finalmente, a España. Llegó a San Isidro de Níjar (Almería), donde trabajó en los invernaderos durante seis meses, hasta que decidió mudarse a Terrassa. Ahora, afirma estar a la espera de convalidar un título universitario en Ciencias Económicas y regularizar su situación.

El futuro del mercado

En  junio de 2018, el Pleno del Ayuntamiento de Terrassa aprobó, por unanimidad, la creación de una mesa de trabajo para el proyecto ‘Futur Ca n’Anglada 2030’, la cual se constituyó en octubre del mismo año. Uno de los proyectos principales es la “eliminación del mercado ilegal”, con fecha de inicio para marzo de 2019.

La primera medida programada es la continuación del control policial, algo que Imad reconoce sufrir a menudo. “La policía pasa mucho y, entonces, toca correr porque si te pillan, te multan”, explica Imad, quien también afirma sonriente que a él nunca lo han detenido porque sabe pasar desapercibido. Ciertamente, vestido con una camiseta de manga corta, unas bermudas rosadas y una mochila negra a la espalda parecería un universitario más.

Tras agotar la vía social, el nuevo consistorio plantean otras fórmulas "porque el mercado debe extinguirse", sentencia Melgares. Desde el Ayuntamiento apuntan a implantar presencia policial a diario. "Es cierto que ahora tenemos falta de efectivos, pero en cuanto salgan los nuevos agentes, que ahora están en la academia, serán destinados ahí", explica Lluïsa Melgares. A día de hoy, pese a la vigilancia policial actual, Imad y sus amigos vendedores aseguran que siguen yendo a diario al mercado porque no tienen nada más.

El mismo programa proponía desarrollar, entre los meses de abril y mayo de 2019, “un proyecto para crear un mercado social de venta de artículos de segunda mano reciclados”. Melgares comenta que se planteó trasladar a los vendedores a un mercado de segunda mano que ya funciona en Terrassa, el de les Puces, pero también afirma que, por ahora, se desestima la idea ya que los vendedores "deberían cambiar el tipo de producto" con el que comercian. 

En la misma línea se expresa Carlos Marín: “creemos que ese mercado de segunda mano que se propone seguirá sin cumplir garantías de sanidad y que es precarizar una situación. Sin una alternativa real, esas personas jamás saldrán de esa situación”.

Un proyecto que "va muy lento"

“Nunca compro nada, todo está viejo y en mal estado”, afirma Yassine, un argelino de 38 años que cruza el ‘mercado de la miseria’ de Terrassa. Según la Asociación de Vecinos de Ca n’Anglada, los productos del mercado no son el único elemento anticuado del barrio. Algunos edificios de la zona norte del barrio llevan años deteriorados, por ello el Ayuntamiento ideó un Plan de Esponjamiento con el que está previsto que derriben 9 edificios y realojen a los vecinos.

Además, un diagnóstico realizado por la Diputación de Barcelona y encargado por el propio Ayuntamiento a raíz de la constitución de la mesa de trabajo, explica que el parque de viviendas es “antiguo” y que “existen notables deficiencias”: edificios apuntalados, aluminosis o edificios con gente mayor sin ascensores.

Aunque ya se han derrumbado 5 edificios, no hay fecha para los otros 4. “El proyecto va avanzando, pero va muy lento. Esto tendría que haber ido más rápido, pero vamos con retraso”, comenta Marín. Desde la asociación de vecinos destacan dos motivos por los que el plan va más lento de lo esperado: ocupaciones en las viviendas a derrumbar y falta de pisos de alquiler social donde ubicar a los inquilinos.

"De los 4 bloques que quedan, uno está a punto de ser derruido. Falta encontrar piso para una familia", señala Melgares, quien también se muestra crítica con la Generalitat, a la que reclama responsabilidades por la falta de viviendas. Vinculado al Plan de Esponjamiento, el programa para eliminar el mercado ilegal también plantea aprovechar el espacio abierto que hay entre el pasaje Comercial y el pasaje de la Pudència, perpendiculares entre ellos, para dar nuevos usos al terreno y favorecer la cohesión en el barrio. Aunque, por ahora, no hay ningún plan en marcha y, según explican desde el Ayuntamiento, se ha encargado el proyecto a una empresa externa para "saber qué hacer".

El precio del barrio

Rashid, quien llegó al barrio de Ca n’Anglada a finales de 2001, también reclama un mayor número de alquileres sociales que den salida a las condiciones precarias de algunos vecinos. Afirma tener 49 años, pero las arrugas de su rostro y una boca desdentada le hacen parecer mucho mayor. “No tengo permiso de trabajo y sobrevivo haciendo chapuzas. Yo aún tengo suerte y solo comparto piso con mi hermano, pero se necesitan más viviendas sociales porque hay mucha gente viviendo en un mismo piso que no pueden permitirse más”, explica este albañil ocasional.

Es el caso de Imad, quien comenta que convive en un local ocupado con “8 o 10 personas”. "No sé cuántos somos, la gente se va y llegan nuevos, no conozco a nadie ahí”, expresa el joven. Según los últimos datos publicados por el Ayuntamiento, el precio medio del alquiler en Ca n’Anglada es de 645 euros, el más bajo de la ciudad. También el valor catastral medio de las viviendas es bajo, un 64% menor que en el Barri Centre, según datos publicados por el consistorio. Con estos precios “se configura un efecto llamada para las personas de nueva inmigración”, relata la diagnosis encargada por el Ayuntamiento.

Otro elemento del "efecto llamada" es el parentesco o amistad que vincula a recién llegados con vecinos del barrio. 13.410 personas viven en Ca n’Anglada, de las cuales un 33’58% son migrantes. “Vine a Terrassa  hace dos meses porque conocía a gente que vive aquí. Al principio nadie de España me ayudaba, así que vine con algunos amigos que me acogieron”, explica Imad mientras apunta hacia unos compañeros vendedores.

Imad reconoce que tampoco fue una “gran solución”, ya que “odia” no poder tener un piso en condiciones, aunque se muestra muy agradecido con Andreu, su asistente social, a quien califica como "una buena persona". “Cuando regularice mi situación, me iré. Quiero estudiar algo más, un grado superior de Economía que me ayude a descubrir alguna inversión en el mercado europeo para ser el nuevo Bill Gates”, bromea Imad mientras ríe, aún con las zapatillas chillonas en la mano.

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