Abierto de Tenis de EEUU

Glorioso estallido adolescente en Nueva York

Nadie las esperaba en la final pero Leylah Fernández, de 19 años recién cumplidos, y Emma Raducanu, de 18, han dado al tenis y al torneo una alegría y un revulsivo mayúsculos

Raducanu y Leylah Fernández, finalistas del Abierto de EEUU.

Raducanu y Leylah Fernández, finalistas del Abierto de EEUU. / US Open

Idoya Noain

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“Una sorpresa. Honestamente no lo puedo creer. Un ‘shock’. Una locura. Todo lo anterior”. Las palabras las pronunciaba extática Emma Raducanu tras asegurarse el jueves una plaza en la final del Abierto de Estados Unidos, donde se mide este sábado a Leylah Fernández. Son palabras, no obstante, que repiten con desbordada alegría todos los expertos y aficionados al tenis. Porque nadie había osado predecir ese duelo entre la británica Raducanu y la canadiense Fernández, 18 y 19 años recién cumplidos respectivamente, pero el glorioso e imparable estallido de las dos adolescentes ha dado a Nueva York y al deporte un revulsivo mayúsculo

En una edición del Abierto en que todos los ojos que escudriñan la historia del tenis estaban fijados en la lucha de Novak Djokovic por la gesta doble de la gloria de un Grand Slam que además le permitiría batir los 20 grandes de Roger Federer y Rafael Nadal, las dos tenistas han reclamado y ganado a pulso los focos, igual que hizo antes de retirarse el español Carlos Alcaraz, otra jovencísima estrella que ha eclosionado en este Abierto que es presente y es futuro.

Tres años después de encontrarse en el campeonato junior de Wimbledon este sábado Fernández y Raducanu se miden en Arthur Ashe, la mayor pista del mundo. Y la suya va a ser la más joven final en Flushing Meadows desde que en 1999 Serena Williams se enfrentó a los 17 años a Martina Hingis, entonces de 18, para ganar el que sería el primero de sus 23 grandes. Para aquel momento la estadounidense ya era 7 del mundo y la suiza, número uno. Fernández aterrizó en Nueva York como la 73 y Raducanu, como 150.

Raducanu, de la ansiedad al dominio

Es particularmente descomunal el logro de la británica, que hasta que saltó a la pista Arthur Ashe nunca se había medido a una jugadora en el top 40 y que este año en Wimbledon dio la campanada al llegar a cuarta ronda antes de abandonar abrumada por la presión física y mental con problemas para respirar. Ahora respira, vaya si respira. Despliega un tenis radiante y se ha convertido en la primera entre todos los tenistas de cualquier género que llega a la final de un grande desde la fase previa.

Lo hace, además, sin haber cedido ni un solo set, ni en los tres partidos de la fase clasificatoria ni en los seis de la competición principal. Y cuando el jueves en menos de hora y media se deshizo de Maria Sakkari por 6-1 y 6-4 selló otra cifra impresionante: solo ha perdido 27 juegos tras superar la previa. Pase lo que pase este sábado será ya la número uno británica y devuelve al Reino Unido la posibilidad de cosechar un grande que ha eludido al tenis femenino nacional desde que Virginia Wade ganó en Wimbledon en 1977.

El camino en este abierto de Fernández ha sido más arduo pero no menos impresionante. En los últimos cuatro partidos ha batido en tres sets a la número 3 del mundo, Naomi Osaka; a Angelique Kerber, dueña de tres grandes, a la quinta cabeza de serie Elina Svitolina y se ganó el pase a la final con un impresionante triunfo el jueves ante a la 2 del mundo, Aryna Sabalenka.

Paralelismos y diferencias

Raducanu y Fernández tienen mucho en común. Las dos nacieron en Canadá, aunque la familia de la primera se trasladó a Londres cuando la tenista tenía dos años, y son hijas de la inmigración y la multiculturalidad. Raducanu tiene un padre rumano y una madre china que, como ha explicado, le “ha instilado desde muy pequeña el trabajo duro y la disciplina”, y Fernández tiene un padre ecuatoriano, que es también su entrenador, y madre de raíces filipinas.

Hay también diferencias en sus caminos y la familia de Fernández pasó apuros económicos que obligaron a su madre a trasladarse a California, pero las dos han llegado a la misma meta y han demostrado moverse con el mismo mantra: “nada es imposible”. Ahora para Raducanu lidiar con la aerolínea con que tenía comprados los billetes para regresar a Inglaterra justo después de la fase previa es, como ha bromeado, “un agradable problema que tener”. Y sería interesante ver la cara de la profesora que le dijo a Fernández que dejara el tenis y se centrara en sus estudios augurando “nunca lo conseguirás”.