DESAPARICIÓN DE UNA LEYENDA

"Andreu, ya te puedes retirar tranquilo"

Andres Gimeno exhibe el trofeo de Roland Garros la copa Pierre Gillou

Andres Gimeno exhibe el trofeo de Roland Garros la copa Pierre Gillou / periodico

Jaume Pujol-Galceran

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Su gran tesoro era una pequeña copa de plata de apenas 10 centímetros. El trofeo Pierre Guillou. Era el premio que le dieron a Andrés Gimeno por ganar Roland Garros y que mostraba orgulloso siempre. Ganar un Grand Slam había sido el objetivo de toda una vida dedicada al tenis desde que de niño cogió  su primera raqueta en el Reial Club Tennis Barcelona hasta su fallecimiento este miércoles, a los 82 años, en una residencia de Terrassa y tras una larga enfermedad.

“¡Dios mío! Lo has conseguido, Andreu. Has ganado Un Grand Slam. Siempre podrás decir que por lo menos tienes uno. Ya te puedes retirar tranquilo”, recordaba Gimeno que le decía a su mujer Cristina Carulla y a sus amigos tras imponerse en la final de 1972 al francés Patrick Proisy.  Había ganado al ídolo francés del momento, tenía 34 años y 10 meses, y aquella victoria aún hoy sigue siendo el récord de longevidad de un campeón en Roland Garros.

Desde que debutó como profesional en 1958 Gimeno (Barcelona, 1937) vivió soñando y persiguiendo esa gran victoria que reconfirmara su pasión por el tenis y que le llevó a vivir una larga aventura: se convirtió en el primer tenista profesional español, en 1960, después de ganar como como ‘amateur’ los torneos de Queen’sMontecarlo y el Godó. Tres éxitos que hicieron que el extenista Jack Kramer lo fichara para el grupo profesional, al que se unió con un contrato de 50.000 dólares, junto a otros legendarios como los australianos Rod LaverKen RosewallLewis Hoad o los estadounidenses Pancho González  y Pancho Segura. Con ellos jugó un circuito mundial profesional ante una Federación Internacional de Tenis que prohibía cobrar a los tenistas amateurs. “Firmar ese contrato suponía poder vivir del tenis y asegurarme un futuro que era lo que siempre había soñado”, explicaba.

El deseo no cumplido

El paso de Gimeno al profesionalismo rompió a la primera gran generación del tenis español que lideraba Manuel Santana y que llegaría a dos finales de la Copa Davis (1965 y 1967) ante Australia. "Con Andrés las cosas habrían cambiado", insiste siempre Santana. Posiblemente, su presencia habría permitido a aquel equipo conseguir el éxito que, años después, el mismo GimenoSantanaLis ArillaJoan Gisbert y Manolo Orantes, compañeros y grandes amigos vieron, desde la grada del Palau Sant Jordi de Barcelona, ganar a España la primera Ensaladera en el 2000. “Ver a aquellos chicos levantar ese trofeo me emocionó. Sentí que ese éxito era algo mío también”, decía feliz el tenista catalán que en esa época era comentarista de TVE. Su decepción y su único deseo no cumplido era “no haber sido capitán de Copa Davis”.

Gimeno estaba orgulloso de su carrera tenística pero le dolía no haber podido jugar  sus mejores años en el circuito  ‘amateur’ en el que, seguro, habría ganado muchos más títulos de esos cinco que figuran en su palmarés en la ATP (Roland Garros, Colonia, Hamburgo, Los Ángeles y Gastaad). Fue una renuncia cruel pero también obligada por la necesidad de ganarse la vida y saber que entonces en España la única figura a la que las autoridades deportivas ayudaron para continuar en el campo aficionado fue Santana.

Laver "mi mejor amigo"

Formar parte de la ‘troupe’ de Kramer con los mejores tenistas del momento compensó esa frustración. Gimeno se convirtió en un ‘australiano’ más de aquellos  “saltimbanquis”, como les llamaban, que llegaban a jugar en un año más de 100 partidos por todo el mundo, arrastrando con ellos una vieja pista de tenis para disputar los torneos ‘indoor’ donde les quisieran ver en acción. “Rod Laver se convirtió en mi mejor amigo”, aseguraba Gimeno al que en Australia veneran como uno más de aquel grupo que, años después, tras la apertura del tenis (1968), ya todos con canas, aún ganarían muchos títulos, entre ellos Laver su segundo Grand Slam (1969).

Laver recordaba la figura de su amigo en un tuit este jueves. "Me entristece el fallecimieno de Andrés Gimeno, un maravilloso competidor, campeón y amigo. Andrés inspiró a muchos jugadores españoles y su legado es grande. Adiós compañero, me empujaste a ser el mejor. Mis pensamientos son para tí y tu familia. Rocket'. 

Gimeno asistió en primera persona la transformación de un deporte que se iba a convertir en un negocio multimillonario que nada tiene que ver con esos ‘rockeros’ que con raquetas de madera, vestidos de blanco impoluto jugaban hasta entonces al tenis. “Se me ha ido un gran amigo”, decía ayer entre lágrimas Lis Arilla, su compañero del alma, con el que compartió los inicios tenísticos en el RCT Barcelona  y con quien viajó por primera vez a Australia para mejorar su juego a las órdenes de Harry Hopman, el mejor maestro posible. Y fue allí en pistas australianas cuando Gimeno admitió de que “ahora me siento capaz de ser tenista de verdad”, decía en su biografía (‘Andrés Gimeno, pasión por el tenis’, editorial Turpial 2013).

Momentos difíciles

Y así fue. Gimeno se enamoró de ese tenis que desde pequeño le había inoculado su padre Esteban, su gran ídolo. Gimeno llegó a ganar más de 40 títulos como profesional y ser número 1 en esa época profesional en la que conmpartió éxitos con "una auténtica familia", decía aunque en la pista no se perdonaban un punto. "Si no ganabas partidos, no ganabas dinero", recordaba el tenista catalán. “Era un jugador que tenía todos los golpes, luchador infatigable y con una gran capacidad táctica”, valoraba de él Rod Laver. 

Si en la pista Gimeno fue uno de los mejores de aquella época dorada del tenis en la que también  sería fundador  y presidente de la ATP,  fuera de ella ha vivido momentos difíciles y claroscuros que le llevaron a la ruina, tras perder su club de Castelldefels construido con las 25.000 pesetas que le dieron por Ganar Roland Garros, el título que ha marcado su vida.