Genética del comportamiento
Fin de un mito: no existe un gen del cannabis
La predisposición a la adicción es una red, no un interruptor

Ilustración conceptual de la doble hélice de ADN y hojas de cannabis entrelazadas, simbolizando la compleja relación genética que influye en el consumo y la dependencia al cannabis. / IA/T21

La genética del cannabis no funciona con un botón único. Son cientos de variantes las que inclinan la balanza: unas empujan a probar, otras aumentan el riesgo de trastorno. Y muchas se solapan con la vulnerabilidad al alcohol, tabaco u opioides.
Un estudio publicado ayer en la revista Molecular Psychiatry ha explorado las raíces genéticas que distinguen el simple uso de cannabis del trastorno por consumo de cannabis (conocido como CanUD, por sus siglas en inglés) y concluido que, aunque relacionados, ambos comportamientos son genéticamente diferentes y que la predisposición a la dependencia comparte una base biológica con otros trastornos por consumo de sustancias.
El estudio se basa en que no es lo mismo haber probado el cannabis alguna vez que desarrollar un patrón de consumo problemático. Los científicos aprovecharon datos genéticos de 131.895 personas para comparar las variaciones en el ADN asociados a cada uno de estos comportamientos.
Superposición genética
Descubrieron que las influencias genéticas que llevan a una persona a probar el cannabis no son idénticas a las que aumentan el riesgo de desarrollar una dependencia. Esto sugiere que la vulnerabilidad a la adicción es un fenómeno biológico distinto de la simple experimentación.
Otro de los hallazgos más significativos es cómo la genética del trastorno por consumo de cannabis se entrelaza con la de otras adicciones. El análisis mostró una fuerte elevación genética positiva entre el CanUD y el trastorno por consumo de opioides, el consumo problemático de alcohol y la dependencia de la nicotina.
Eso significa que muchas de las mismas variantes genéticas que aumentan el riesgo de desarrollar una adicción al cannabis también lo hacen para otras drogas. Esta superposición genética es mucho más débil cuando se analiza únicamente el haber consumido cannabis alguna vez, lo que refuerza la idea de que el trastorno por consumo tiene una base biológica particular y compartida con otras adicciones.
Referencia
Genome-wide association studies of lifetime and frequency of cannabis use in 131,895 individuals. Hayley H. A. Thorpe et al. Molecular Psychiatry (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41380-025-03219-2
Variantes genéticas
Para ir más allá de la simple compensación, los investigadores utilizaron una técnica llamada aleatorización mendeliana. Este método utiliza las variantes genéticas como una especie de experimento natural para inferir si una relación es causal.
Los resultados indican que tener una predisposición genética al trastorno por consumo de cannabis aumenta causalmente el riesgo de desarrollar dependencia a los opioides y al alcohol, así como de un mayor consumo de tabaco. Curiosamente, la relación es a menudo bidireccional: la predisposición genética a otros trastornos, como el consumo problemático de alcohol o el inicio del tabaquismo, también aumenta el riesgo de desarrollar un trastorno por consumo de cannabis.
La investigación también identificó regiones específicas del genoma que juegan un papel en estas conexiones. Por ejemplo, genes como el CADM2, previamente asociado con la impulsividad y la búsqueda de sensaciones, y el DRD2, relacionado con el sistema de dopamina y la recompensa en el cerebro, aparecen como nodos importantes en la red de riesgo genético compartido entre el cannabis y otras sustancias.
Estos hallazgos apuntan a mecanismos biológicos concretos que subyacen a la vulnerabilidad general a las adicciones.
Identificar riesgos
El estudio sugiere que un mayor acceso al cannabis podría, indirectamente, incrementar la prevalencia de otros problemas de consumo de sustancias debido a esta vulnerabilidad genética compartida.
Lejos de ser un argumento en contra de la regulación, esta investigación permite identificar a las poblaciones de mayor riesgo y diseñar estrategias de prevención más efectivas, entendiendo que la predisposición a la adicción no es específica de una sola sustancia, sino que a menudo responde a una vulnerabilidad biológica más general.
Aunque el estudio se centró en poblaciones de ascendencia europea, abre una vía crucial para entender mejor las complejas interacciones entre nuestros genes y nuestros comportamientos en relación con las sustancias adictivas.
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