Arqueología / Antropología
Primera evidencia de que los gladiadores luchaban contra leones en el Imperio Romano
Los felinos eran importados desde África para realizar combates contra los gladiadores, en el marco de fastuosos eventos

Lesiones punzantes por felinos en ambos lados de un hueso humano. / Crédito: Thompson et al., 2025, PLOS One, CC-BY 4.0.
Marcas identificadas en restos humanos fechados entre los siglos II y III después de Cristo constituyen la primera demostración fidedigna de la realización de combates entre gladiadores y grandes felinos durante el Imperio Romano, en el marco de espectáculos a gran escala que se desarrollaban incluso en las provincias alejadas de la capital.
Un estudio publicado en la revista PLOS One y liderado por el científico Tim Thompson, de la Universidad de Maynooth, en Irlanda, presenta la primera evidencia osteológica directa de combates entre humanos y animales en la Britania romana, a partir de un esqueleto hallado cerca de la antigua ciudad de Eboracum, actual York, que muestra marcas de mordeduras atribuidas a un gran felino, posiblemente un león.
El hallazgo sugiere además la práctica de venationes o luchas contra bestias fuera de los grandes centros imperiales como Roma, de acuerdo a una nota de prensa. Este descubrimiento, que arroja luz sobre la brutalidad y la extensión de los espectáculos de gladiadores en las provincias del Imperio Romano, abre nuevas vías de investigación sobre la movilidad de animales exóticos y la presencia de anfiteatros en regiones periféricas, según informa Reuters.
Enfrentamientos salvajes
Los combates de gladiadores surgieron en la Antigua Roma a partir de rituales fúnebres etruscos, destinados a honrar al difunto mediante luchas a muerte que con el tiempo se institucionalizaron como espectáculos públicos. Con el auge del Imperio, estos eventos se diversificaron y dieron lugar a las venationes, en las que prisioneros, condenados o profesionales especializados se enfrentaban a animales salvajes como leones, osos o hipopótamos, importados de regiones remotas del imperio.
Aunque existen numerosos anfiteatros y representaciones visuales de combates en toda Europa, la evidencia directa en restos humanos había sido escasa y principalmente limitada al área de Roma y su entorno inmediato. Ahora, el esqueleto identificado como individuo 6DT19 rompe con estos patrones: fue recuperado cerca de la muralla de la ciudad romana de Eboracum, y data de entre los años 200 y 300 d. C.
Este enterramiento forma parte de un conjunto de 82 esqueletos mayoritariamente masculinos, muchos de los cuales presentan signos de trauma compatibles con violencia intencionada. El hallazgo más sobresaliente son una serie de depresiones en los huesos, interpretadas inicialmente como posibles mordidas de carnívoros, que motivaron un análisis más detallado para determinar su origen.
Las marcas de la muerte
Los investigadores realizaron un escaneo en tres dimensiones de las marcas en los huesos y las compararon con mordeduras registradas en animales vivos en zoológicos del Reino Unido, así como con especímenes de referencia de grandes felinos. El patrón y la morfología de las hendiduras coincidieron con las de un gran felino, muy probablemente un león, lo que sugiere que el animal atacó el cuerpo poco después de la muerte del individuo, posiblemente en el contexto de un espectáculo.
Referencia
Unique osteological evidence for human-animal gladiatorial combat in Roman Britain. T. J. U. Thompson et al. PLOS One (2025). DOI:https://doi.org/10.1371/journal.pone.0319847
Este descubrimiento confirma que las luchas entre hombres y animales, descritas en fuentes literarias y representadas en artefactos, también tenían lugar en ciudades periféricas como Eboracum, y no sólo en los grandes anfiteatros de Roma o Capua, según indica The Guardian.
Vale destacar que la importación de leones hasta Britania desde África del Norte implicaba una compleja red logística y un elevado coste, lo que refleja la importancia política y social de estos eventos para la élite romana provincial. Al proporcionar la primera evidencia osteológica directa de estos espectáculos en Europa occidental, este estudio enriquece la comprensión de la vida pública y las prácticas de entretenimiento en la Britania romana.
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