Neurociencias
La dislexia tiene lugar en cerebros únicos y cambia áreas vitales: los cambios genéticos
Algunas variantes genéticas que aumentan las posibilidades de dislexia están asociadas con diferencias en las áreas del cerebro involucradas en la coordinación motora, la visión y el lenguaje

Los científicos desvelan los secretos de la dislexia y los cambios cerebrales relacionados. / Crédito: Instituto Max Planck.
La dislexia es una dificultad de aprendizaje común en la que los genes desempeñan un papel crucial: los científicos han dejado evidencia que estas modificaciones genéticas van de la mano con cambios estructurales en áreas específicas del cerebro. Los hallazgos indican que se trata de un rasgo complejo, que no puede explicarse por cambios en una sola región del cerebro o en un único gen.
En el marco de un estudio a gran escala publicado en la revista Science Advances, un equipo de científicos liderado por el Instituto Max Planck de Psicolingüística en Nijmegen, Países Bajos, concluyó que las variantes genéticas que aumentan las posibilidades de dislexia se encuentran directamente asociadas con modificaciones en las áreas del cerebro que están involucradas en la coordinación motora, la visión y el lenguaje.
Relaciones complejas
Se sabe que aproximadamente un 5% de los niños en edad escolar presentan graves dificultades para aprender a leer o deletrear, manifestando una patología conocida como dislexia. “La dislexia está influenciada por genes y es heredable. Pero en realidad es un rasgo complejo, que no puede explicarse o definirse por cambios en una región del cerebro o en un gen”, indicó en una nota de prensa la científica Sourena Soheili-Nezhad, autora principal del nuevo estudio.
“Buscamos comprender exactamente qué genes afectan a determinadas redes cerebrales, para descubrir de esta forma cómo se desarrollan las funciones cognitivas diferenciadas que caracterizan a esta dificultad de aprendizaje”, agregó Soheili-Nezhad. Los hallazgos muestran que una combinación de variantes genéticas y en las estructuras cerebrales hacen que el cerebro disléxico sea único.
Combinando datos genéticos e imágenes cerebrales en más de 35.000 participantes adultos extraídos de la base de datos del Biobanco del Reino Unido, los científicos comprobaron que muchas variantes genéticas aumentan la posibilidad de que una persona tenga dislexia. Además, verificaron la asociación existente entre estos genes y cambios específicos en múltiples áreas cerebrales.
Los cambios genéticos y cerebrales
En particular, descubrieron que la microestructura de la cápsula interna está implicada consistentemente en todas estas disposiciones genéticas que tienden a la dislexia. Vale recordar que la cápsula interna es una estructura cerebral que se encarga de transmitir señales entre las distintas regiones del cerebro. Se ubica en la parte profunda del cerebro humano, específicamente entre la corteza cerebral y el tálamo.
En este sector del cerebro, la densidad de la materia blanca se asoció con influencias genéticas relativas a aspectos de rendimiento intelectual y al trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH), rasgos que también se relacionan con la dislexia. Al mismo tiempo, hallaron que un menor volumen de la corteza motora también está asociado con la disposición genética hacia la dislexia.
En resumen, este conjunto de descubrimientos desvelan características genéticas y neurobiológicas que pueden contribuir a la dislexia. Ahora, los investigadores planean usar datos de niños o adolescentes en lugar de adultos, para estudiar qué cambios cerebrales están involucrados con la génesis de la dislexia, más allá de las consecuencias posteriores que se manifiestan.
Al comprender la base cerebral de la dislexia se podrá acceder a un diagnóstico más temprano y una intervención educativa mejor planificada, con estrategias más específicas y adecuadas para los perfiles de niños con predisposición genética a esta patología, según concluyen los investigadores en su estudio.
Referencia
Distinct impact modes of polygenic disposition to dyslexia in the adult brain. Sourena Soheili-Nezhad et al. Science Advances (2024). DOI:https://doi.org/10.1126/sciadv.adq2754
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