La característica es común en un grupo de primates

Variaciones genéticas de hace 20 millones de años dejaron a los humanos sin rabo

Su ausencia propició el desarrollo de otras capacidades

Foto: hace 20 millones de años, un grupo de primates dejó atrás los rabos. En el ser humano, esos músculos se habrían incorporado como sostén de los órganos abdominales.

Foto: hace 20 millones de años, un grupo de primates dejó atrás los rabos. En el ser humano, esos músculos se habrían incorporado como sostén de los órganos abdominales. / Crédito: pasja1000 en Pixabay.

Pablo Javier Piacente

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Un fragmento “rebelde” de código genético decidió eliminar la acción de otro gen dedicado al desarrollo de las colas en los primates, hace aproximadamente 20 millones de años. Debido a esto, algunos simios y el propio ser humano no tienen rabo. 

Hace unos 20 millones de años apareció el primer grupo de primates sin cola. Sus descendientes incluyen a los gorilas, chimpancés, bonobos, orangutanes y, por supuesto, a los seres humanos. Un nuevo estudio, publicado en Biorxiv, ha identificado la causa de esta pérdida: un fragmento itinerante de código genético llamado secuencia Alu saltó de golpe a un gen crítico para el desarrollo de las colas, interfiriendo en su capacidad para crear este apéndice corporal en los primates. 

Humanos con colas

Aunque nos parezca extraño, un pequeño rabo es parte del desarrollo humano y aparece en forma temporal alrededor de la sexta semana de gestación. Se trata de una breve extensión de la columna vertebral, que presenta una docena de vértebras. A los quince días de su aparición, la mitad de esta cola es reabsorbida por la columna y la otra mitad se incorpora al hueso denominado cóccix.

Sin embargo, mientras la inmensa mayoría de los seres humanos nacen sin rabo, también existen algunos extraños casos de bebés que la poseen luego del alumbramiento: la cola embrionaria no es eliminada durante la gestación por alguna razón desconocida, por lo tanto debe ser extraída quirúrgicamente. Se hace con facilidad poco después del parto, suprimiendo el indeseado apéndice corporal. 

En los

antiguos primates

, la cola cumplía un papel vital para mantener el equilibrio al trasladarse entre los árboles, e incluso algunas variedades desarrollaron destreza en su manejo hasta convertirla en un “pulgar adicional”. Vale recordar que el primate más antiguo conocido con certeza en el registro fósil es Plesiadapis, que habría vivido aproximadamente 56 millones de años atrás

Genes “saltarines” eliminaron los rabos

Con el paso del tiempo, las nuevas variedades de

primates

cambiaron sus hábitos y el rabo pasó a ser menos necesario. Concretamente hace 20 millones de años, una variación genética habría “sellado” este cambio: de acuerdo a un

artículo

publicado en Science Alert, el investigador en biología de células madre y autor principal del nuevo estudio, Bo Xia, identificó la modificación luego de comparar los genomas de seis especies de simios con los de nueve variedades de monos con cola.

Todo indica que un grupo de transposones o genes “saltarines”, que son secuencias que omiten pasos en el código genético y propician cambios evolutivos, habrían actuado dentro de la fracción dedicada al desarrollo de las colas, inhibiendo su actividad. De esta forma, la superfamilia de primates Hominoidea, compuesta por orangutanes, gorilas, chimpancés, bonobos, gibones y por el ser humano y sus antepasados se caracterizó por la ausencia de rabo. 

El científico identificó un gen llamado factor de transcripción T-box T, que hace casi un siglo ya había sido relacionado con la presencia de colas más cortas en roedores. Al observar más en detalle, apreció que una secuencia llamada Alu, que actúa en combinación con otros genes “saltarines”, suprime a T-box T y determina que, en el caso de los simios, la parte trasera de su cuerpo no desarrolle una cola. 

Al parecer, el cambio fue positivo más allá de sus connotaciones estéticas: mientras los primates con cola presentan mayor flexibilidad para moverse en sus hábitats, los simios requieren más fortaleza y espaldas más robustas para soportar una caída o un salto, desarrollando así cuerpos más voluminosos. Además, en el ser humano los músculos de la cola habrían sido “incorporados” como una estructura rígida que otorga soporte a nuestros órganos abdominales, como la vejiga y los intestinos.

Referencia

The genetic basis of tail-loss evolution in humans and apes

. Bo Xia, Weimin Zhang, Itai Yanai et al. Biorxiv (2021). DOI:

https://doi.org/10.1101/2021.09.14.460388