Biotecnología

Las bacterias pueden aprender a interpretar el código morse

Serán ordenadores que procesan información sin necesidad de programas informáticos

Alfonso Jaramillo, científico del CSIC que lidera el proyecto.

Alfonso Jaramillo, científico del CSIC que lidera el proyecto. / Isidoro García.

CSIC/T21

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Científicos españoles están enseñando a unas bacterias a interpretar el código morse, con la finalidad de convertirlas en ordenadores que no necesitan programas informáticos para procesar la información.

Un grupo de investigación del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I2SysBio) y de la Universidad de Valencia (UV), está aplicando ingeniería genética a bacterias para enseñarles a reaccionar a un estímulo asociado a una señal de un código lingüístico.

El objetivo es que esta población de bacterias sea capaz de leer el código morse, un paso que permitirá utilizar organismos vivos en computación.

La idea que subyace al proyecto es comprobar si seres vivos como las bacterias pueden crear redes neuronales que les permitan tener inteligencia artificial.

Procesamiento natural

La computación biológica estudia cómo utilizar elementos de la naturaleza para procesar y almacenar información.

La computación biológica se basa en la combinación de un hardware, el equivalente al equipo informático (en este caso células vivas), con un software, el programa para utilizar la información.

En este proyecto, una población de bacterias de la especie Escherichia coli son modificadas genéticamente para reaccionar a una determinada señal, convirtiéndose así en una computadora que no necesita software para procesar información.

Estas bacterias son capaces de aprender gracias a que se les ha incorporado una memoria en sus genes: en experimentos anteriores, ya han sido capaces de aprender a jugar al tres en raya contra humanos, recibiendo como único conocimiento si han ganado o perdido.

Bacterias inteligentes

“Ahora estamos diseñando bacterias inteligentes que sean capaces de aprender a decodificar señales”, asegura el director del laboratorio, el científico del CSIC Alfonso Jaramillo. El principio que aplican se basa en la Física, en el fenómeno conocido como resonancia.

“Las partículas que componen la materia poseen una frecuencia de vibración característica. Si se actúa sobre ellas con una frecuencia igual, estas vibrarán con la amplitud máxima posible”, añade Jaramillo.

Lo que hace este equipo es modificar algunos genes de las bacterias para que oscilen (reaccionen) ante una determinada señal, en este caso un pulso químico con una duración temporal concreta como las señales del código morse (formadas por pulsos largos y cortos). Las instrucciones de la resonancia se guardan en la memoria de la bacteria. Al recibir la señal programada, las bacterias generan proteínas que provocan que la bacteria se ilumine (fluorescencia), en un proceso similar al de las sinapsis de nuestro cerebro.

Hongo superordenador

“Obtenemos así un sistema neuromórfico, una población de bacterias que funciona como una superneurona”, describe el científico del CSIC.

Según Jaramillo, en el futuro la suma de las reacciones de esta población de bacterias sería capaz de decodificar cualquier letra del código morse.

De momento podrían leer solo una letra cada vez, pero este es el primer paso para crear en organismos vivos lo que en computación se conoce como red neuronal artificial, un concepto inspirado en la biología, en el que un conjunto de unidades (neuronas) están conectadas entre sí para transmitirse señales.

Otra Pandora

“Si pudiésemos utilizar este sistema en hongos, que se ha demostrado que son capaces de conducir electricidad y de crear redes entre los árboles, podríamos crear algo parecido al planeta Pandora de la película Avatar”, apunta Jaramillo.

El proyecto pretende demostrar que se pueden usar organismos biológicos para hacer computación, un ordenador biológico que, según Jaramillo, tiene ventajas incluso sobre el ordenador cuántico.

“Un organismo vivo no consume electricidad, es robusto a daños, puede integrarse en otros organismos vivos, tiene un coste bajo y se reproduce solo”, concluye Jaramillo.