Citas
Una soltera de Barcelona acude a 'First Dates' y se queda sorprendida por los gustos de su cita: "Me gusta la fiesta, los toros y cazar"
Cuando la conversación parecía no poder volverse más incómoda, José decidió compartir una de sus fantasías sexuales

José y María en 'First Dates'. / Mediaset
El restaurante de ‘First Dates’ es un escenario donde las expectativas y la realidad colisionan de las formas más inesperadas. Cada noche, el programa presentado por Carlos Sobera abre sus puertas a solteros en busca de una conexión, pero a veces, lo que encuentran es un abismo cultural insalvable. Este fue precisamente el caso de María, una comercial barcelonesa de 56 años, y José, un agente inmobiliario valenciano de 58, cuya cita pasó de una prometedora cordialidad a un choque frontal de valores que dejó pocas esperanzas para el amor. La velada demostró, una vez más, que hay aficiones que actúan como auténticas líneas rojas en el terreno sentimental.
Un comienzo prometedor con un pasado llamativo
La cita arrancó con buen pie. José se presentó como un hombre "clásico", buscando a una mujer simpática y fiestera. Por su parte, María, una mujer que se definía como "muy pasional y positiva", llegaba con un bagaje sentimental intenso: "Me he casado tres veces y me he divorciado tres veces". Lejos de asustar a su cita, esta confesión inicial pareció simplemente un dato más en su presentación. La primera impresión fue positiva para ambos. Él la describió como "una mujer más atractiva que guapa", mientras que ella admitió que, a pesar de sus nervios, José le había causado una buena sensación.
El diálogo fluyó con naturalidad cuando descubrieron que compartían profesión en el sector inmobiliario. Este terreno común pareció ser el pegamento perfecto para la conversación. "Es un punto a favor porque empatizamos mucho. La gente de este sector y que hemos tenido las crisis nos entendemos", comentó María, visiblemente satisfecha al encontrar estos puntos en común. Por un momento, parecía que el equipo de ‘First Dates’ había acertado y que su compatibilidad profesional podría ser el cimiento de algo más. Sin embargo, el verdadero examen de compatibilidad estaba a punto de comenzar, y no tenía nada que ver con hipotecas o comisiones de venta.
El abismo insalvable de los toros y la caza
El ambiente cordial se fracturó en el instante en que José, con total naturalidad, desveló sus grandes pasiones. "Me gusta la fiesta, los toros y cazar", sentenció. La reacción de María fue inmediata y tajante, marcando una frontera infranqueable. "No lo tendrías que haber dicho. Soy antitoros", replicó con seriedad. José intentó matizar, explicando que se refería al "toro en la calle", una tradición muy arraigada en su tierra, y no a las corridas en la plaza. Pero para María, la distinción era irrelevante.
Como vegetariana y defensora de los animales, su postura era innegociable. "Todo lo relacionado con animales no me gusta. Les estás maltratando porque les sacas para perseguirlos, ¿para qué?", le espetó, dejando claro que su filosofía de vida chocaba directamente con la de José. La revelación de que también le gustaba cazar no hizo más que confirmar el desastre. "Madre mía, ahí no coincidimos", concluyó ella, cerrando cualquier puerta a un entendimiento en ese aspecto. El que parecía un pequeño bache se había convertido en un precipicio que los separaba por completo, demostrando que el respeto al mundo animal era para ella un pilar fundamental.
De la fantasía sexual a la 'friendzone' laboral
Cuando la conversación parecía no poder volverse más incómoda, José decidió compartir una de sus fantasías sexuales, un detalle que terminó de dinamitar cualquier resquicio de química. "Me ha llamado la atención acostarme con gente asiática no muy grande", confesó. La cara de María fue un poema. "Me he quedado un poco parada, la verdad. Yo soy muy clásica", aseguró, subrayando otra diferencia fundamental en sus personalidades. La espontaneidad de él chocaba con la visión más tradicional de ella, incluso en el terreno más íntimo.
En la decisión final, las posturas reflejaron perfectamente el transcurso de la cena. José, a pesar de los evidentes desencuentros, se mostró abierto a seguir conociéndola. "Es una persona que merece la pena conocer, pero necesito más citas", afirmó. Sin embargo, María ya había tomado su decisión. Con una frase lapidaria y que definía a la perfección el resultado de su encuentro, le cerró la puerta a cualquier posibilidad romántica: "Yo te he visto como un compañero de trabajo". Así, la soltera de Barcelona declinó una segunda cita, relegando al agente inmobiliario valenciano a una ‘friendzone’ profesional, un recordatorio de que, en el amor, compartir valores es, a menudo, mucho más importante que compartir una profesión.
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