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Televisión y Mas

No puede ser que me ocurra esto

No puede ser que me ocurra esto.

Sergi Mas

Sergi Mas

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Ayer jueves por la mañana me sucedió algo por primera vez en mi vida. Y muchas de nuestras primeras veces dejan huella. Aunque quizá lo de ayer no es para destacar, reconozco que llegué a casa muy tocado con la frase: “no puede ser que me ocurra esto” y por tanto creo que merece este billete, o al menos a mí me lo parece. 

Mientras un servidor caminaba por la calle le estaba enviando un mensaje de audio a través de la plataforma de WhatsApp, con esa extraña moda de sujetar el teléfono de manera horizontal como quien se está comiendo una tostada con mantequilla. De acuerdo: reconozco que está mal hecho, porque mi mensaje ni era urgente, ni tampoco una prioridad, y que además coger el teléfono de esa manera puede suponer una invitación a ponérselo fácil a los amigos de lo ajeno. 

El mensaje que le enviaba a mi amigo resolvía pocas cosas y además creo que me lo podía haber ahorrado, y enviarlo tranquila y posteriormente al llegar a casa sentado en el sofá del comedor. Pero… ya saben: esas manías tontas que tenemos quienes pasamos de los 25 años de quitarnos tareas de encima para evitar que se nos olviden. Por tanto prometo no enviar más whatsApps en horas de paseo y dedicar el asueto a lo que realmente importa: a disfrutar del camino y evitar mirar pantallas del móvil, porque tenemos en los bolsillos una bomba que sirve para demasiadas cosas llamada “teléfono móvil”.

De pronto, mientras enviaba el mensaje, un señor me viene de frente y me advierte: “¡hombre, Sergi!, Sergi!”, y mientras me grita, entre el primer y el segundo “Sergi” introduce el dedo en su nariz de manera muy grosera buscando un premio que acaba encontrando. Tras citar por segunda vez mi nombre, lanza una bola que me pasa casi a un metro de distancia de la cabeza y me dice “¿Tienes un minuto?”. Pese a la mili que uno lleva en su mochila, tan sólo dije:“Disculpa, tengo prisa”.

Este relato acaba transparentándose en la comunicación, en este caso más allá de la televisiva o radiofónica y que quizá sea la más importante: la personal. 

Si esta columna la llego a bautizar con el término: “modales” alguien me hubiese calificado de carca; pensé en titularla como “Higiene personal”, porque el paso siguiente al saludo sin duda alguna era darme la mano, y eso sí que no, por favor. Por eso sigo preguntándome: “No puede ser que me ocurra esto”, porque usted: ¿qué hubiera hecho?

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