Televisión y Mas

Perdón

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Sergi Mas

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A ver, más que perdón, que me parece un término muy duro cuando hablamos de entretenimiento, pido disculpas a mis lectores habituales de EL PERIÓDICO porque prometí el viernes pasado no comentar nada esta semana sobre 'La familia de la tele'. Pero a menudo los acontecimientos están por encima de las promesas.

Ayer miércoles vivimos algo poco (o nunca) visto en televisión: tras siete programas de audiencias bajo mínimos absolutamente inesperadas y que nadie suponía ni en el peor de los escenarios, una co-presentadora y figura relevante del espacio, Belén Esteban, anuncia que desea abandonar el barco en el octavo programa en una actitud que para mi es insolidaria, cobarde y poco profesional. 

Desde ese momento, el plató se convirtió en un ejercicio de autocrítica abierta nunca visto, de las que se hacen a las 9 de la mañana en redacción y sin cámaras. Las principales caras del programa aportaron reflexiones como el de la propia Belén cuando dijo: “Estoy acostumbrada a hacer otro tipo de televisión”, como si en el pasado hubiera presentado 'La clave' o 'Los conciertos de la 2'. O sea, que se puso en marcha el ventilador de la mierda: “No quiero estar en este programa; la gente está harta de Terelu, empiezo un tema y se me corta, no puedo acabar una frase, no estoy bien aquí”.

Aseguró que no miraba audiencias. Lo siento. Por aquí no paso. Anda que con un 22% cada día Belén hubiera dicho lo que ayer argumentó.

Un mes antes de la emisión ya advertí del difícil encaje de este espacio en la tele pública, cuyos programas históricos referidos al corazón han sido siempre presentados desde el respeto y la elegancia, donde jamás hubo debate previo dudando del formato, con Cristina García Ramos, Sonia Ferrer o Anne Igartiburu. Nada que ver con el lavadero actual.

'La familia' es un programa contra natura en La 1. Es como emitir conciertos de música clásica en Telecinco en lugar de 'Supervivientes'. En semanas previas a la primera emisión, las expectativas y las señales que nos enviaba el ente fueron siempre en formato ganador y en el modo “apartaos los demás que venimos a demostrar que somos los mejores en el entretenimiento”.

Y a todo esto, Frank Blanco, a la chita callando y de quien hablaré un día, presentando en Telecinco un espacio de entretenimiento, sin dar lecciones a nadie, ni viniendo a inventar el género y obteniendo audiencias superiores a La 1.