Crítica de serie

'Pulso', en Netflix: un drama médico poco novedoso, pero no poco eficaz

La plataforma no innova en exceso, pero tampoco falla, con esta serie de hospital cocreada por uno de los antiguos responsables de 'Perdidos'

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Willa Fitzgerald (Danny) y Colin Woodell (Xander) en una imagen de 'Pulso'

Willa Fitzgerald (Danny) y Colin Woodell (Xander) en una imagen de 'Pulso' / Netflix

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

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'Pulso'

Creadora: Zoe Robyn

Dirección: Kate Dennis, Sarah Boyd 

Reparto: Willa Fitzgerald, Colin Woodell, Justina Machado, Jack Bannon

País: Estados Unidos 

Duración: 45 min. aprox. (10 episodios; cuatro vistos para reseña)

Año: 2025

Género: Drama médico

Estreno: 3 de abril de 2025 (Netflix)

★★★

'Pulso' empieza fuerte, sin margen para preámbulos ni sutilezas: el autobús de unos atletas estudiantiles se mueve por las calles de Miami en mitad de un tiempo feroz que aún será peor, dado que el huracán responsable llegará a tocar tierra. No solo el inevitable accidente es aparatoso y más propio de una segunda o tercera temporada que del arranque de la primera, sino que, como descubriremos no demasiado tarde, una de las pasajeras es hija de Natalie Cruz (Justina Machado), directora de cirugía y medicina de emergencia en el centro médico donde se desarrolla la acción. 

Natalie trata de poner orden en un departamento de Urgencias especialmente tenso en los últimos días, incluso antes de las noticias sobre el huracán. La Dra. Danny Simms (Willa Fitzgerald, antiheroína de la electrizante 'Strange darling' y vista en 'La caída de la Casa Usher') ha acusado de acoso sexual al supervisor Xander Phillips (Colin Woodell, protagonista de 'The Continental'), algo sobre lo que todo el mundo tiene su propia opinión. La tiene bien formada la doctora Harper Simms (Jessy Yates), hermana pequeña de Danny, para más señas; en silla de ruedas por un drama familiar. Es incapaz de guardársela el algo engreído cirujano inglés Tom Cole (Jack Bannon). Las paredes se tambalearían si el residente Sam Elijah (Jessie T. Usher, el A-Tren de 'The Boys') revelara la suya: en su corazón, Danny es algo más que su mejor amiga. Incluso la recién llegada estudiante Camila Perez (Daniela Nieves) cree tener información suficiente para elucubrar sobre el cisma.  

Por desgracia para Danny y Xander, el aterrizaje del huracán Abby significa tener que volver a trabajar juntos. Aunque ella lo ha sustituido y sido ascendida a supervisora, él echará una mano en un momento en que no sobran las fuerzas. Serán horas algo claustrofóbicas, en parte por la amenaza exterior, en parte porque uno de los beneficios de producir dramas médicos es que no has de gastar demasiado en exteriores. Como es de esperar, a la intensidad de unos casos graves y esa situación límite se unirá la tensión sexual y profesional entre los miembros del personal del hospital. Y no, un único triángulo amoroso (Danny, Xander, Sam) no es suficiente, por supuesto que no. 

Zoe Robyn y Carlton Cuse (antiguo corresponsable de 'Perdidos') enseñan claramente sus cartas desde el principio. Ellos no han venido a superar a 'Urgencias', básicamente porque nada puede superar a 'Urgencias'. Tampoco pretenden hacer un análisis profundo de un sistema sanitario desbordado, con salas de triaje superpobladas, como se hace en 'The Pitt' (con la que rivaliza en gore, por otro lado). Su referencia más clara parece 'Anatomía de Grey', sobre todo por ese romance complicado en el centro del relato, aunque el entorno catastrofista remite irreparablemente al anterior drama médico de Cuse, 'Después del huracán', sobre algunos fatídicos días en un hospital de Nueva Orleans durante la crisis del Katrina y la inundación que siguió tras el fallo de los diques. 

En la recta final de aquella, el objetivo era poner al espectador contra las cuerdas y hacerle preguntas éticas complejas. 'Pulso' es, al menos en su recta inicial, otra historia: menos tele de prestigio que tele de confort, de aquella que necesitamos a veces al final de una dura jornada. Podría ser mejor, no nos engañemos. También la ligereza es un arte; de hecho, puede que el más difícil. Los episodios duran 45 minutos, como debe ser, pero por su ritmo feroz llegan a contener tantos giros como dos capítulos de una serie sensata. Estaría bien un poco más de sutileza en la emoción. Pero, sobre todo a partir del tercer capítulo, cuando se pulen muchas rugosidades, cuesta poco empezar a preocuparse e incluso enamorarse de estos personajes, incluyendo el severo pero sensible cirujano jefe al que da vida el enorme Néstor Carbonell. Todavía sería más sencillo si Netflix hubiera dosificado los episodios en lugar de lanzar los diez de una tacada. La ausencia aviva el amor.