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Bob Pop

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Sergi Mas

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Lo primero que hizo Bob Pop en '59 segundos' es quejarse por el hecho de compartir la mesa de invitados con un miembro de Vox. En este caso se trataba de Júlia Calvet, diputada de esa formación en el Parlament de Catalunya. Si el tertuliano lo lamenta tanto la cosa tiene fácil arreglo: desestimar la invitación, por tanto no cobrar la colaboración y mirar el programa desde casa. Como decía la Bombi: “Y eso duele”, claro. 

Que conste que a mí tampoco me apasionaría compartir mesa con alguien que cuando llegase al poder (como co-socio, al menos) y por su propio ADN pueda realizar invitaciones sectarias en programas debate en la televisión pública. 

Pero amigo Bob… es tan maja majísima la democracia que, o bien acatas sus reglas y la presencia de todas las formaciones continúa garantizada en programas similares porque responden a una voluntad de la ciudadanía en las urnas, o por el contrario la propia democracia pierde su razón de ser.

Lo que no vale, desde el sistema, es argumentar que aquí no apareces porque eres incómodo: eso es exactamente lo que haría VOX. ¿Es fácil, no? Pero la clave de todo, sin duda alguna, es que si Bob Pop no hubiese dicho lo que dijo, el foco del debate sería otro, yo me hubiese ahorrado estos dos últimos párrafos y la presencia de la formación verde hubiera pasado mucho más inadvertida.

Otro tema. Me han hecho saber que en el artículo de ayer, sobre Pedro Sánchez y su manera de comunicar, ha generado muchos comentarios, porque no suelo escribir artículos aclarando lo que escribo en los anteriores. Pero es que lo de ayer, como dicen en los debates de la isla… “es que fue muy fuerte, tíaaaa”.

A ver: o bien me expresé mal, cosa que es es posible, porque lamentablemente no todos los días acabamos escribiendo el artículo de nuestra vida; o bien no lo supe comunicar bien, que es precisamente de lo que un servidor se quejaba del Presidente.

Allá donde se han dirigido una gran parte de comentarios radica en el promedio que extraje del número actos por día que debería hacer el Presidente para cumplir su promesa de cien actos en un año. Disculpen. Soy de letras. 

El foco del artículo de ayer radicaba en la forma de comunicar del Presidente, que es muy pero que muy diferente de aquello que piensa el Presidente. Y sobre todo, a quién debería confiar el Presidente cuando compra los discursos a su equipo. Comunicar. Tan fácil. Y a la vez tan difícil