Estreno en TV3 y 3Cat

TV3 y 3Cat relatan en 'Et faran un home' los abusos físicos y psicológicos sufridos en la mili

El documental recoge los testimonios de 10 personas, entre las que se encuentran el escritor Antonio Muñoz Molina y el crítico musical Àlex Gorina

Àlex Gorina relata su violación en la mili y reclama un MeToo militar

TV3 y 3Cat estrenan 'La fugida', un retrato sobrecogedor sobre los abusos de los jesuitas en Barcelona que exportaron a Bolivia

Una representación del documental  'Et faran un home' exhibida este lunes en el Phenomena.

Una representación del documental 'Et faran un home' exhibida este lunes en el Phenomena. / El Periódico

Inés Álvarez

Inés Álvarez

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Desde que en 2017 estalló el movimiento #MeToo, una oleada de agresiones hasta entonces silenciadas empezaron a salir a la luz en diferentes sectores y entornos. También en el académico, donde se han destapado prácticas pederastas en colegios religiosos. Pero faltaba desvelar las agresiones físicas, abusos y maltratos psicológicos, torturas y violaciones a los que fueron sometidos muchos jóvenes, ya en la democracia, al cumplir el servicio militar obligatorio, la famosa mili. De ello se encarga un equipo del programa ‘Sense ficció’ con el documental ‘Et faran un home’, que estrena TV3 este martes, 3 (22.05) y la plataforma 3Cat.

El trabajo es fruto de una investigación en red entre hombres de edades comprendidas entre los 55 y los 65 años, de la que salieron 25 entrevistas fuera de cámara y se seleccionaron 10. Todos los relatos evidencian el sadismo con el que se trataba a jóvenes de entre 18 y 20 años con el consentimiento de una sociedad que veía en ello un ritual de iniciación a la madurez. “Vete a la mili, que te harán un hombre”, era la frase popular con la que muchas familias de los años 80 y 90 mostraban su conformidad con que sus hijos abandonaran el nido durante un año, algo que, según el Ministerio de Defensa de la época, les iba bien para conocer otros lugares de España.

Víctimas y supervivientes

Pero lo que no explicaba, aunque era sabido por todos, es que, además de la instrucción militar, vivían un horror. Como es el caso de los reclutas de la Companyia d’Esquiadors i Escaladors de Vielha, lugar de especial dureza, donde los veteranos (“llagas”) torturaban a los novatos (“conejos”). Cuatro exsoldados de la quinta de 1984 en la Legió Blanca de Vielha, que no se consideran “víctimas”, sino “supervivientes”, se reúnen 40 años después en lo que fue el cuartel, ahora convertido en párking público, para rememorarlo. “Los veteranos ya se te comían con los ojos llenos de sangre y te decían: “‘Conejo, vas a morir”. Muchos de ellos bajo la influencia de las drogas y el alcohol

La violencia era estructural y sistémica. De novatos pasaban a veteranos y reproducían el patrón. “Si no te comportas como un veterano, los veteranos iban a por ti”, corrobora Àlex Gorina, que hizo la mili en Melilla en 1976. Los militares lo consideraban como un “fortalecimiento de la tropa”. Pero, una vez fuera de ese entorno, esa violencia se había instalado en su forma de relacionarse con el mundo. “Me volví violento. Me costó adaptarme a la vida civil”, confiesa Artur Sebastián, que estuvo en la COE en Canarias.

Heridas psicológicas

Los más fuertes lo recuerdan como un duro episodio de su vida sin más, pero a otros les marcó profundamente. Es el caso del escritor y académico de la RAE Antonio Muñoz Molina: “Me quedé con ciertas heridas psicológicas. Le debo al Ejército español y a la Iglesia católica española los peores momentos de mi vida”. Otros solo vieron como salida quitarse una vida que les dolía demasiado. “Me intenté suicidar y después deserté”, cuenta un exsoldado de las COE-Mallorca que no muestra su identidad. Y fue lo mejor que podía hacer. “La noche que decidí escapar iba a matar al primero que se metiera conmigo porque ya no podía más”, confiesa. Gorina va más allá y relata la violación que sufrió por parte de tres sargentos. "Y no creo que haya sido el único en la historia de la mili", advierte, por lo que reclama un MeToo militar.

Suicidios y "muertes accidentales"

El Ministerio de Defensa calcula que de 1983 a 2001 hubo 303 suicidios, aunque se sospecha que esta cifra fue mucho mayor debido a que en los certificados de defunción constaban los numerosos decesos como “muerte accidental”. Miles de muertes encubiertas que no se llegaron a investigar. El silencio que rodeó a todos esos abusos propició la impunidad del ejército. Una familia se enteró que se había suicidado cuando la periodista Mireia Prats, autora del documental junto con el realizador Joan Torrents, fue a pedirles que participaran. En 1990 se creó la Oficina de Información y Defensa del Soldado (IDS), formada por un equipo de abogados y militantes pacifistas para ayudar a salir a los jóvenes reclutas más vulnerables con certificados médicos. Alguno se libró de la pesadilla.

El documental busca, en la línea de Gorina, propiciar un MeToo militar y una reparación, pese a que los delitos estén prescritos. Una manera de cerrar ese triste episodio del pasado que vuelve a la actualidad cuando, en un contexto con guerras como la de Ucrania y el Oriente Próximo, países como Suecia y Letonia lo están recuperando y en otros, como Alemania y Polonia, se ha reabierto el debate sobre si debería retornar. En España se suspendió (que no abolió) en 2001, pero un decreto ley bastaría para recuperarla. ¿La vuelta del horror?