Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: A Felipe VI le han hecho un traje

Raúl Pérez, como Felipe VI (El intermedio) / 3Cat


Ferran Monegal
Ferran MonegalCrítico de televisión
Ferran Monegal
Celebración televisiva de 10 años de reinado de Felipe VI. Repertorio de elogios y alabanzas. TVE se distinguió montando una marquesina, un templete, un baldaquín elevado, frente al Palacio Real, y una selección de opinadores vitoreaban el regio aniversario. El tono era vibrante. Altamente emocional.
En general, todas las cadenas de cobertura estatal dedicaron al monarca una exaltación entusiástica. La base argumental de la alabanza es conocida. Es un relato construido usando la técnica del contraste: los nuevos monarcas han salvado la monarquía que el Rey anterior había desprestigiado. O sea, aleluya y marchando. La regia institución está bien apuntalada. Hombre, bien mirado, este fervor televisivo es comprensible: en esta ocasión se trataba de homenajear al nuevo Rey por sus 10 años de reinado, no de molerle a palos. No obstante, siempre es conveniente echar un vistazo a los clásicos. Dice Séneca en sus escritos sobre ‘La brevedad de la vida’ y ‘La serenidad del alma’: «Prefiero molestar con la verdad que complacer adulando». También ha habido humor en este aniversario. En ‘El intermedio’ (La Sexta) ha aparecido el excelente caricato Raúl Pérez clonando al monarca. Decía este Rey con semblante apesadumbrado: «No ha sido fácil limpiar la imagen de la Casa Real. Me ha costado tanto limpiar el ‘trono’ que deberíais llamarme Felipe W.C.». ¡Ah! Parece un tremendo golpe de sarcasmo. En realidad reafirma e impulsa la construcción del relato: el Rey actual ha limpiado lo que el anterior ha manchado.
Me ha parecido muy ingeniosa una breve parábola que han escenificado en ‘Informe semanal’ (TVE). Bajo el título ‘Las medidas de Felipe VI’ han recreado el taller de un sastre. Le hacía al monarca un traje para su reinado. Se aplicaba dibujando con el jaboncillo las líneas maestras sobre el paño. Con las tijeras cortaba la tela sobrante. Con la aguja, el hilo, y el dedal, cosía las costuras para que el Rey quedase bien encajado. Y sobre todo tuvo mucho cuidado en evitar cualquier sombra del Rey anterior, y que pudiera afear el traje. ¡Ah! En toda monarquía el elogio y la buena sastrería parece que son fundamentales.
En cierta ocasión don Francisco de Quevedo, viendo a unos cortesanos pululando pegajosos alrededor de Felipe IV, exclamó: «Estas lisonjas de hoy, mañana serán puñaladas».
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