Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: “A los chicos les encanta que las chicas sufran, les pone”

‘Generació porno’ (‘Nits sense ficció’). /
Dentro de unas horas, la noche de este martes, TV3 emitirá el primer capítulo de ‘Generació porno’. He tenido acceso previo a este documental. Es demoledor. Es un mazazo. Es aplastante. Y es absolutamente imprescindible visionarlo. No solo los que son padres. Toda la ciudadanía debería ver este trabajo.
Es una alerta, una denuncia en toda regla, de lo que la industria del porno extremo coloca en la red para fabricar adictos a partir de los nueve años de edad. Y cómo condicionan estos impactos en el cerebro del niño o de la niña, que no ha tenido todavía ninguna relación sexual, y ‘aprende’ a través de las pantallas. Y cuando a los 14, 15 o 16 años llegan practicar sexo de verdad, exigen lo que han visto por las pantallas. Adolescentes menores de 16 años, de Madrid, Catalunya y Euskadi, acompañados de su madre, su padre, o ambos a la vez, nos han contado lo que hay. La adicción al móvil, o a la tablet, es la base. «Te pones en un juego, por ejemplo, que se llama GTA, y de pronto te sale un mensaje que te invita a clicar para visitar un puticlub». Y a partir de ahí el universo de clicables es infinito. Es importantísima esta advertencia. El niño o la niña de nueve, 10 u 11 años no buscan porno en la red porque ni siquiera saben lo que es lo pornográfico. Es la industria del porno pedófilo, coprófilo, zoófilo, necrófilo y mil variantes del porno extremo, la que les busca a ellos. Los juegos son una via de penetración letal, porque el adolescente ya está enganchado, jugando. ‘Mi madre y mi madrastra me la chupan a la vez’ es un video muy visionado. Pero sobre todo los más vistos son las violaciones grupales, en ‘manada’. «A los chicos les encanta que las chicas sufran. Les pone (..) Hay muchas chicas que lo consideran un halago. Dicen: ‘Qué guay, yo les pongo’» decía una adolescente de Vizcaya. Es el concepto delicuencial de dominio, de acoso, de violencia, normalizado.
No hay moralina en este documental. Ni condena de la sexualidad. Ni mensajes como los que en mi adolescencia nos inculcaban inquisidores con sotana, diciendo que si nos masturbábamos se nos secaría la médula espinal y nos quedaríamos enanos. Aquí lo que hay es la cruda realidad de niños y niñas, menores incluso de 12 años, esnifando por los ojos ese fentanilo que hay en el móvil o la tablet. Habrá momentos que les costará soportarlo. No cometan el error de no querer ver lo que quizá está pasando en su propia casa.
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