Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: Vicente Vallés, la ilusión de sentirse protegido
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran Monegal
Esta semana ‘El novato Joaquín’ (A-3 TV) se ha reunido con Vicente Vallés para que le enseñe cómo llegar a ser un buen presentador de telediarios o telenoticias. Hombre, acudir a Vallés es oportuno. El informativo que él presenta (‘A-3 Notícias 21h.’) es el más visto, casi doblando habitualmente en audiencia a su más inmediato seguidor, Piqueras, en T-5.
La aproximación de Joaquín a Vallés ha sido planteada desde una actitud naíf. No esperábamos otra cosa. Joaquín basa su éxito en el acercamiento simpático, cordial, ingenuo, alegre e inofensivo. Y Vallés estaba cómodo respondiendo en ese espumoso registro. Le enseñaba a leer el teleprompter o autocúe sin que se note que estás leyendo; le adiestraba a entrar en el plató de pie, con paso firme, pero amable, y, luego, al sentarse, saber mirar a cámara con actitud de servicio. Y estar preparado para cuando llega una noticia de urgencia, no prevista, y contarla con naturalidad haciendo de la improvisación virtud. Ha estado bien como ejercicio apacible evitando entrar en recovecos peliagudos. Solo hubo un instante en que planteó Joaquín el tema de si el periodista ha de tomar partido. Ese es un asunto interesantísimo.
Decía Vallés: «En los medios de comunicación existen líneas informativas. Eso es normal, y hasta bueno, en una sociedad democrática. Lo malo sería que solo hubiera un medio de comunicación y la gente no pudiera elegir». ¡Ah! Yo creo que Vallés, de forma sutil, estaba de alguna forma mandándole un ‘souvenir’ a Pablo Iglesias sin citarle. Una suave respuesta a las andanadas que Iglesias le lanza a Vallés muchas veces en alocuciones públicas. No tiró de ese hilo Joaquín, pero al menos planteó otra cuestión fundamental en nuestro oficio: si las presiones de los políticos pueden acabar provocando miedo, o una gran inquietud, en el periodista, porque si no obedece corre el riesgo de ser despedido. Vallés contestó: «Hay que agradecer a los jefes que tienes que sepan parar el temporal. Ellos son los que te protegen. Yo se lo agradezco mucho».
¡Ah! Es una respuesta hábil. Complace a la jefatura de los despachos altos de la cadena. A veces, no obstante, el periodista acaba lanzado a la intemperie, y nadie abre un paraguas que le cobije. Eso ocurre cuando es el jefe quien teme perder su silla. Siempre acaba palmando el currante del plató, por más que crea que es una estrellita.
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