Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: El dragón de Laura Borràs y el de La Casa del Dragón

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Monegal / TELEVISION MONEGAL

Ferran Monegal

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Veo en el ‘TN vespre’ (TV-3) que mi admirada Magda Oranich ha preparado un informe para Junts analizando la actitud intimidatoria del dragón de Laura Borràs,  Francesc de Dalmases, contra una periodista en TV-3. Y Magda ha dicho que Laura la ha presionado para que cambie la valoración de su dragón, y la suavice.

Veo también en paralelo el capítulo final de ‘La casa del dragón’ (HBO Max), y el gran suceso ha sido la aparición de un dragón, enorme y descontrolado, que se come a otro dragón hermano suyo y también liquida a un tierno personaje. ¡Ah! La actualidad televisiva va de dragones, es indiscutible. Aunque sean dragones bien distintos. Los dragones de ‘La casa del dragón’ son elementos uraños que no siempre obedecen a quien les cabalga. A veces parece que vayan a su bola, movidos exclusivamente por su instinto.

En un momento dado de este último capítulo el príncipe Daemon le dice a la princesa-reina Rhaenyra: «Soñar no nos convirtió en reyes; los dragones, sí». O sea, somos regios personajes gracias a estas bestias toscas y rudas que escupen fuego por la boca. Yo creo que estos dragones son conscientes de su poder. No descarto que en el futuro tomen decisiones propias. Lo del dragón de Laura Borràs es distinto. No hay grandeza en lo suyo. Más que dragón volador es alfombra voladora. Desempeña un papel doméstico. De felpudo. En este caso concreto, además, siempre he dicho lo bien que resultó para ese programa de TV-3 (el ‘FAQS’) que el dragón de la señora Borràs se abalanzase contra ellos en plan energúmeno. Fue un regalo. Pudieron dar la falsa sensación de distanciarse de lo que no se distanciaron nunca.

Hay otros dragones en la tele. El otro día en ‘¿Quién es mi padre?’ (T-5) se pusieron a escarbar en la bragueta del difunto José María Ruiz Mateos. Entrevistaron a un e dragón y amigo suyo, 30 años a su servicio: Javier Sainz Moreno. Contó que la casa de Ruiz Mateos era como un vodevil: abrías la puerta de cualquier armario y aparecía una muchacha agradabilísima. También detalló cómo se llevaba maletas llenas de dinero a Andorra, a través de Rafael Termes (entonces presidente de la Asociación Española de Banca), y bajo la cobertura del Opus Dei. Hombre, este dragón debería haber contado todo esto en vida de Ruiz Mateos, y de Termes, y no ahora que llevan años fallecidos.

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