Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: Demos gracias al emérito por habernos saludado

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Ferran Monegal

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En la catequesis para neófitos, según san Cirilo de Jerusalén, se instruye a los novicios exhortándoles: «¡Demos gracias al Señor!» y ellos deben contestar: «¡Gracias, Señor! ¡Es justo y necesario!». En la despendolada catequesis de ‘Viva la vida’ (T-5) la devota adoración hacia el Señor de Sanxenxo y de Borbón también ha sido extraordinaria. Exclamaba la presentadora Emma García, emocionada: «¡Demos gracias al Rey emérito por habernos saludado!».

Efectivamente, era exacto. Resulta que mandaron en frágil barquita a un tertuliano del programa con la misión de acercarse al Bribón y conseguir «interactuar con Juan Carlos». Lo logró. «¡Don Juan Carlos, Don Juan Carlos, un saludo para tele 5! ¡Ay, Dios mío! ¡Nos acaba de saludar!», gritaba el humilde cotilla navegante, arrebolado por la intensa satisfacción de ver al Rey emérito, con la manita, saludándole. Y añadió que lo único que lamentaba es no haberle podido entregar una tortilla de patata, y un poco de empanada galaica, que había preparado para agasajar a Su Majestad. Concluyó finalmente Emma García, rebosante de felicidad: «¡Es que este programa está donde no está nadie! ¡Tenemos imágenes del Rey, y a Isabel Pantoja también la tenemos localizada!». O sea, y por el mismo precio, Juan Carlos y la Pantoja de una tacada.

¡Ah! Todo esto puede parecer estrambótico, delirante, patafísico, desternillante. Pero todo esta catequesis bufa que se ha vivido en este programa de Tele 5 alrededor del Señor Emérito de Sanxenxo y Borbonlandia, también la han recreado programas de todas las cadenas, espacios aparentemente serios, informativos que pasan por rigurosos, analisis con pretensiones, sesudos debates. Todos han practicado la mascarada catequistica aunque hayan intentado persuadirnos de que hacían información afinada.

En nombre de la información, y retorciéndola hasta transformarla en chirigota, la tele se ha transformado en un ‘show’ disparatado. Doscientos periodistas, más de 50 cámaras, alimentando el espectáculo de un emérito pillastre protegido por la autocracia absolutista en Abu Dabi, y aquí por la vergüenza de un sistema político-judicial que traga confundiendo inviolabilidad con impunidad. Hubo un tiempo en que el periodismo distinguía entre noticia y bufonada. Hoy en el telehipódromo nacional solo cuenta lo rentable que resulta la astracanada.

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