Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: El arte lo pone Porta; los criminales, la chapuza

Monegal: Carles Porta

Monegal: Carles Porta

Ferran Monegal

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Acaba de ser noticia Carles Porta en el ‘TN migdía’ (TV-3) porque gracias a su programa ‘Crims’ se ha podido descubrir, 32 años después, la identidad de una joven que, en 1990, apareció colgada en Porbou. O sea que Porta está afinando mucho: pone más ‘llum a la foscor’ que nunca.

Estamos siguiendo en casa, muy enganchados, los nuevos capítulos de su tercera temporada, y quisiera señalar la interesantísima evolución de este programa, desde que se emitió la primera entrega en febrero de 2020. Ha llegado a consolidar una excelencia narrativa, una gran perfección como reconstructor y cronista. Sabe arrancar las historias con una atractiva exposición, breve, ajustada, sin sensacionalismos, lo cual tiene un mérito indiscutible.

Es decir, partiendo de unas historias que son todas sangrientas y lúgrubes, Porta consigue atraparnos sin escarbar en esa lobreguez de los casos que describe. El otro día comenzó el caso de una joven de 19 años, de Ponts, diciéndonos: «Una joven, una noche, salió de su casa para ir a cenar con un amigo. No regresó nunca. ¿Dónde está la Manoli?». No hacía falta decir más para tenernos atrapados enseguida. Escueto, sin dramáticas florituras, nos introdujo en el relato de un crimen de manera impecable, descriptivamente limpia.

Hay otra excelencia en la labor de Porta: su narrativa televisiva es muy superior a los asesinatos que describe. Es una paradoja interesantísima. Mientras Porta, en su manera de contar, se acerca al arte, los criminales, los protagonistas del crimen, en la inmensa mayoría de casos son unos chapuzas. Hace un par de semanas, por ejemplo, ‘Crims’ abordó el caso de aquel hombre de Vilafant, llamado l’Isidre. Los que perpetraron su muerte eran, además de criminales, unos perfectos tarugos. Primero le atropellan con un coche, y no consiguen matarlo. Al cabo de unos días lo vuelven a intentar irrumpiendo en su casa, cuando el pobre Isidre estaba en la cama, convaleciente, y no podía ni moverse, y le apuñalan. Pero tampoco logran acabar con su vida. ¡Ahh! De aquello que decía Thomas de Quincey (‘El asesinato considerado como una de las bellas artes’) nada en absoluto. Unos verdaderos zopencos. Y partiendo de ese paisaje de criminales toscos y burdos, surge la maravilla: emerge Carles Porta construyendo sus extraordinarios relatos televisivos, elevándolos a categoría.

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