Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: Rufián acabó subyugado, flipando ante Cayetano

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Ferran Monegal

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Estos ‘Encuentros inesperados’ de Mamen Mendizábal en La Sexta discurren con una audiencia muy humilde. Pero los que nos paramos a verlo por curiosidad todas las semanas encontramos a veces momentos realmente sorprendentes, nítidamente interesantes. Es el caso el otro día cuando sentó a la mesa, juntitos, al duque de Arjona y conde de Salvatierra, Cayetano Martínez de Irujo, y al chico de barrio, evolucionado a diputado, Gabriel Rufián. ¡Ah!

Advirtió Mamen enseguida, para incentivar el rifirrafe, que Cayetano solía llamar a Rufián «Un chulo piscinas». O sea, un prometedor arranque. Pero lo colosal de este encuentro fue por todo lo contrario: no hubo ni un solo encontronazo. Hubo un Rufián maravillado ante la pintoresca personalidad de Cayetano. Tanto es así que acabó exclamando, con gran jolgorio por parte de los otros invitados (Ana Morgade y Daniel Guzmán): «¡Eres grande Cayetano! ¡Eres un descubrimiento de la ostia! ¡Deberías estar en el Congreso de los Diputados!». ¡Ah! Yo creo que el primer golpe de Cayetano que les dejo a todos flipando fue cuando advirtió: «Yo he nacido en una época equivocada. Yo debería haber nacido en el Medievo. Tengo caballo, sí, ¡pero no tengo espada!». Y siguió luego sirviendo en bandeja un rosario de sabrosos titulares: «Mi barrio era el palacio de mi madre. Me tuve que marchar de él con una mano delante y otra detrás. (..) El problema de Catalunya, Rufián y yo, juntos, lo arreglamos (..) Rufián, te voy a invitar a montar a caballo al Club de Campo, y a lo mejor ganas algo». Resumiendo, ante aquella reunión de estimables progres y de izquierdas, Cayetano jugó a fondo la carta de criatura rara, caballista feudal de los tiempos de caballo y espada, y se transformó en el gran protagonista de la velada. Le salvó el programa a Mamen.

Por cierto, hubo instante, casi al final, de notable calado, cuando sacaron aquel momento de Rufián, en el Congreso, en el que asimilaba a los votantes de Vox como ignorantes que no conocen filosofía ni nada. Rufián se desdijo enseguida de esta interpretación de sus palabras. Pero añadió: «Lo que digo es que la gente que vota a Vox son ratones votando a gatos». Y Cayetano sonreía por lo bajo. ¡Ah! Ese instante sobre el uso de la cultura del votante como arma para desacreditar la opción votada, merecería un programa entero. Un debate amplio.

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