Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: “Corinna es un putón; Juan Carlos, ¡un enamorado!”

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Ferran Monegal

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No sé cómo le debió quedar el cuerpo a Ana Pastor tras su entrevista a Pilar Urbano (‘El objetivo’, La Sexta). A nosotros en casa hasta nuestro canario flauta Papitu se quedó turulato. Hablando de las múltiples amantes que ha tenido el Rey emérito dimitido, huido, cesante o abdicado –elijan ustedes– se detuvo en la mallorquina Marta Gayá advirtiendo: «Es la más peligrosa. Quería ser la pareja oficial, y que la Reina quedase en el papel de pareja profesional. Peligrosa, muy peligrosa», y luego pasó a repasar a Corinna en términos aún más delicados: «Corinna tiene una historia asquerosamente desagradable. Promiscua. Comerciaba con la mirada. Va de oca en oca y tiro porque me toca. ¡Un putón verbenero!». ¡Ahh! Asombrada Ana Pastor ante los epítetos que les dedicaba a las amantes, y en cambio nada decía de la regia bragueta causante de tanta cornamenta, le dijo con contundente suavidad: «Oye Pilar, si ellas son eso, ¡qué no será Juan Carlos, que encima está casado, con hijos, es Rey y tiene una responsabilidad pública!». Y entonces Pilar Urbano, amagando una sonrisita de acólita sacristana, exclamó: «¡Es su vida privada! (...) ¡El Rey Juan Carlos estaba enamorado!».

¡Ahhh! O sea, ellas son todas unos putones verbeneros, pero él solo es un ingenuo enamorado. Hombre, todo este cotilleo de Pilar Urbano sobre las andanzas de la bragueta del emérito es un tema televisivamente muy trillado. Lo único relevante es si sus polvos extramatrimoniales se los financiaba él de su bolsillo o los pagábamos todos a través de las arcas del Estado o de los fondos reservados. Es público y notorio que a Corinna, por ejemplo, la tuvo instalada durante cuatro años en una mansioncita, La Angorrilla, propiedad del Patrimonio Nacional, aledaña a La Zarzuela, en la que que gozaba de servicio y protección a cargo del Estado. Todo esto es lo que habría que añadirse a la investigación abierta sobre el cobro de comisiones y cuentas ocultas en paraísos fiscales.

Y concluyó Pilar Urbano con satisfacción indisimulada: «No hay pruebas. Y muchas han prescrito. Yo le quiero mucho. Debe volver. Las Infantas ya le están preparando un domicilio aquí en Madrid». A mí solo me cabe rezar para que a mi nieto Marc, en el colegio, no le hagan estudiar la Historia de la España Contemporánea según el torcido relato que fabrica en sus libritos Pilar Urbano.

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