Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: Candela ante el espejo y un paseo por El Prado

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Ferran Monegal

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En la humildad de este canal que se llama La 2 Carlos del Amor ha estrenado ‘La matemática del espejo’. Del Amor es este periodista del área de cultura de TVE que lleva años haciendo cosas raras y extraordinarias. En cierta ocasión se pasó una noche entera en el Museo del Prado porque quería ver qué hacen los personajes de los cuadros cuando nadie les está mirando.

Ahora, con este nuevo programa, nos devuelve el placer de la conversación profunda y pausada. Candela Peña ha sido su primera invitada. Tiene pocos filtros esta estupenda actriz nacida en Gavà. Suelta las verdades con valerosa naturalidad. Se atreve a hacer crítica y catarsis de su propio gremio. Hablando de algunos compañeros, estupendos, magníficos, muy famosos y premiados, advertía: «Hay mucho ‘bienquedismo’ en esta profesión. Vamos de libres. De ‘¡Igualdad, Igualdad!’ Pero yo no he visto nunca a un actor que diga ’Que esta cobre lo mismo que yo y que vaya la primera en el cartel’. Eso sí, se tumban un rato en el suelo del aeropuerto para que se vea su solidaridad con Aminatou Haidar». ¡Ah! Ya les dije que esta actriz las suelta sin despeinarse. Sepa mi admirada Candela que también en mi gremio el posturismo se practica una barbaridad.

No busquen grandes índices de audiencia en este programa. Se cumple un paradigma que vengo señalando desde hace años: la tele y la matemática de la proporcionalidad inversa, van estrechamente ligadas. Audiencia y calidad, suelen ser inversamente proporcionales.

En ese mismo Museo del Prado al que iba Carlos del Amor para ver si se movían los personajes de los cuadros, estuvieron ayer un grupo de afectados por el síndrome del aceite de colza. Se pusieron delante de 'Las Meninas' con una sencilla pancarta. Uno de ellos, Miguel Ángel, que va en silla de ruedas desde hace 40 años, le decía a Andrea Ropero (‘El intermedio’): «Es muy doloroso para una víctima el abandono institucional. Yo era un niño con 12 años recién cumplidos. No solamente me robaron la niñez, me robaron toda una vida». ¡Ah! Fueron rápidamente desalojados.

Esta noche Carlos del Amor debería volver a El Prado. Es muy posible que viera a todas Las Meninas bajar del cuadro llorando. Sobre todo Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato, que no eran regios personajes pero los puso ahí Velázquez para enseñarnos la maldita gracia, y mofa, que les dedicaban en la Corte porque eran ‘enanos’.

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