Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: El pequeño Nicolás, ‘minyona’ y monaguillo

monegal 13 05 2021

Ferran Monegal
Ferran MonegalCrítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran Monegal
Ahora que El pequeño Nicolás está sentado en un banquillo, juzgado por hacerse pasar por agente de la Casa Real, además de otras granujerías como malversación, falsedad y cohecho, a los de 'El intermedio' (La Sexta) les ha sobrevenido una angustia.
A la pareja Wyoming & Mateo, instituidos sobre la marcha en policías, les hemos visto preocupados sobre todo porque consideran a El pequeño Nicolás un elemento muy listo y escurridizo. Se tomaron la molestia de explicarnos su colosal currículo de probables delitos, y no sabían si salir en busca de él pegando tiros o si tenían que hacerle una estatua allí mismo, para ponerla al lado de la de Luis Bárcenas, 'The fucking Master of the universe'.
Pero en este repaso a sus habilidades ilegales y trapaceras hemos echado en falta una. La que contó el otro día en 'Tot és mou' el periodista Iu Forn, autor del reciente documental Jorge Fernández Díaz contra el mal. Contaba Forn que Nicolás se ganó la confianza del entonces ministro del Interior Fernández Díaz compitiendo con él en religiosidad y misticismo. No le conocía personalmente, pero descubrió la iglesia a la que el ministro acudía todas las mañanas a oír misa, y Nicolás se ponía junto a él, y si el ministro rezaba y comulgaba, Nicolás rezaba y comulgaba más, con más devoción, con más fervor, y con un recogimiento espiritual que pronto llamó la atención del ministro.
Al parecer, añadía a esta colosal religiosidad detalles de buen gusto y servidumbre hacia Fernández Díaz. Estaba siempre pendiente de lo que pudiera necesitar el ministro, y así, poquito a poco, haciéndole de atento y servicial monaguillo, el ministro, complacido, acabó fichando a Nicolás para que hiciera diversos, pintorescos, heterodoxos y opacos trabajitos, alguno incluso en Catalunya en relación con el cacao de la 'Pujol’s family'. O sea que la táctica de ganar la confianza de alguien a base de mimetizar sus aficiones y gustos, y sobre todo, de hacerle de' fidèle servant' capaz de enfangarse en lo que sea por su amo es muy efectiva.
Desde tiempo inmemorial, y hasta el año 1900, por ejemplo, existía en Inglaterra la figura del encargado del retrete del Rey. Eran personas que querían prosperar y se dedicaban a ser el criado, la 'minyona', del culo de Su Majestad. ¡Ah! Ahora comprendo perfectamente a Gabriel Rufián cuando dice: «No somos la criada de nadie». O sea, “No som la minyona de ningú”.
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