TÚ Y YO SOMOS TRES

Crímenes ejemplares y un corsé regio

foto para artículo de Ferran Monegal

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Ferran Monegal

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No acaba de funcionar la segunda temporada de la serie 'La caza' (TVE-1) , que ahora se llama 'Tramuntana' porque discurre en un pueblo de Mallorca. Llevan dos capítulos emitidos y los datos de audiencia cada vez son más reducidos. Expongo los fallos que yo creo que ocurren. En primer lugar hay algún intérprete que cuando habla no te enteras de lo que dice. No es que yo esté sordo. Es que no vocaliza. Eso es un fallo garrafal. Se arregla contratando a un buen logopeda y sobre todo con eso que parece que ya no existe: el control de calidad que deben tener todas las cadenas de televisión. En segundo lugar, no hemos visto por ahora ninguna escena de parejas en pelotas fornicando como descosidos. Eso no es reprochable pero la escuela norteamericana ha impuesto ese estilo. Eso en Hollywood lo tienen clarísimo: si hay asesinatos tiene que haber fornicio. Y como que dominan y copan los mercados televisivos del mundo (también del cine), nos han acostumbrado a este tipo de excitaciones. En 'La caza', crímenes los hay, eso sí. En dos capítulos ya se han cargado a tres. De ellos el que más se acerca a aquello que decía Thomas de Quincey ('El asesinato considerado como una de las bellas artes') ha sido el degollamiento de un canalla pederasta por parte de un abuelo (con una máscara muy imaginativa) cuyo nieto sufría las vejaciones de ese malnacido. No defiendo a ningún asesino, pero este crimen tiene un punto de ejemplar. Los otros dos han sido toscos. Sin refinamiento artístico. Seguiré informando a medida que vayan matando criaturas.

Para intentos criminales curiosos, el que acaba de contarnos el escritor Juan Gómez-Jurado en su recién estrenado programa de La 2 'El condensador de fluzo'. Se ha detenido en el tremendo caso del cura Martín Merino, que en 1852 le clavó un puñal a la reina Isabel II. ¡Ah! Este cura era un elemento de cuidado. Vivía en el número 2 de la calle del Infierno (curiosamente rebautizada luego como calle del Triunfo) del barrio de La Latina de Madrid. Estaba obsesionado: la Reina tenía que morir. El golpe que le asestó fue certero. Penetró la daga en el costado de la Reina como cuchillo en la mantequilla. Pero a Isabel II no le hizo ni cosquillas. Llevaba un colosal corsé con ballenas de metal, y la daga quedó detenida. ¡Ahh! El uso del corsé hoy se ha perdido. Debería volver a estar de moda. Hoy las puñaladas están a la orden del día.

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