¿De verdad nos hace falta un presidente?

Eso se preguntaba el otro día, en el programa Saturday Nigth Live, el actor y humorista Chris Rock. De este exitosísimo show de la NBC, que lleva ya 47 temporadas en antena, lo que más está subyugando últimamente son las parodias que están haciendo Alec Baldwin y Jim Carrey sobre los debates cara a cara entre Donald Trump y Joe Biden. Efectivamente les salen unas caricaturas perfectas.  Pero a nuestros humoristas desperdigados por el telehipódromo nacional, esos que pretenden ser la mar de sarcásticos y mordedores, quizá les convendría aprender del arte afiladísimo y punzante del monologuista Chris Rock. En esta misma sesión del Saturday, comenzó saludando a Trump en estos términos: «Ha estado en el hospital por el covid. Le deseo lo mejor... al covid». O sea, la primera en la frente. Siguió: «Hoy cualquiera puede ser presidente. Estamos en manos de cualquiera. Deberían exigirse reglas para ser presidente. Trump dejó aquel concurso que hacía en la tele, y se presentó a presidente, porque ser presidente es más fácil y más cómodo. En un programa de tele no te permiten enchufar a la familia. Ni a tu yerno». Y en  vista del actual desprestigio político, preguntaba Chris, provocadoramente: «¿Necesitamos un presidente? Si un cocinero  hace vomitar a la gente ¿a alguien se le ocurriría decir  ‘bueno tenemos que seguir vomitando porque tiene cuatro años de contrato’?».  Y lanzó entonces un aviso dirigido a toda la clase política estadounidense: «Dijimos que en EEUU no habría reyes, pero en el Congreso y el Senado hay duques y duquesas. Son ricos tomando decisiones para la gente pobre». Concluyó citando al novelista James Baldwin: «No a todo lo que nos enfrentamos se puede cambiar, pero nada se puede cambiar si no nos enfrentamos a ello».

Esta desconfianza que los políticos se han ganado a pulso, esa provocación de Chris Rock, «¿De verdad necesitamos un presidente?», enlaza con otra muy similar que lanzó el domingo el profesor José Antonio Marina en el plató de Ana Pastor (La Sexta): «¿De verdad necesitamos un Parlamento? Yo les digo a los políticos: ¡Recuperen la dignidad política! ¡Transmitan esperanza política! ¡Digan a la gente: los problemas se pueden arreglar, están en buenas manos». ¡Ah! Este es el problema: que las manos que nos manejen estén limpias, y sean buenas.

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