TÚ Y YO SOMOS TRES

Gondolero varado

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Ferran Monegal

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Cantaba Enrique Bunbury en los años 90, con su combo Héroes del Silencio, un tema muy desgarrado titulado La sirena varada. Inspirado en la obra homónima del dramaturgo Alejandro Casona, decía con intensa melancolía: «¡Sirena vuelve al mar!, la realidad te ha varado». ¡Ah! En Informe semanal (TVE-1) acabo de ver una delicada y luminosa pieza de Carlos del Amor que ha viajado a Venecia y se ha encontrado un gondolero varado sobre un puentecito. Le decía que están en la ruina. Ya apenas nadie alquila una góndola para navegar por los canales. Se amontonan en los embarcaderos, vacías. Los 30 millones de turistas que visitaban cada año Venecia, han desaparecido. Una metáfora de lo que ocurre en tantas ciudades del mundo, Barcelona incluida. Carlos se iba deteniendo ante el vacío. «Los venecianos han recuperado Venecia. Vuelven a reconocerse por las calles. Y vuelven a poder sentarse en los bancos de las plazas». No sé si es un consuelo o una consecuencia preocupante, pero la mirada de Carlos del Amor siempre es sutil.

Se encontró con Almodóvar, que participaba en La Mostra, y el cineasta le dijo: «El virus ha transformado las costumbres. Ahora consumimos cultura desde el salón de nuestras casas». Y le brotó en el rostro un rictus triste. Efectivamente. Ahora desde casa se hace todo. Pantallas. Teletrabajo. El consumo de televisión se ha disparado. Y desde el cristal del teléfono alcanzamos todo el mundo. En un momeno dado Carlos del Amor vio a una pareja de ancianos que caminaban lentamente por una de las estrechas callejuelas. Ni un turista perturbaba su tranquilo ritmo existencial. Caminaban con tanta lentitud que parecían un retrato del tiempo detenido. Carlos los miraba y nos decía: «Saber parar es quizá lo único que hemos aprendido de esta pandemia». ¡Ah! La poética de la quietud es atractiva. Ha sido una pincelada televisiva cargada de simbolismo. El problema es que el mundo está construido sobre la velocidad, no sobre la calma. La industria y el consumo están pensadas para el galope continuo. A ver quién es el Dios moderno capaz de cambiar el sistema en que nos han metido. Miles de millones de puestos de trabajo dependen de que la aceleración industrial no frene nunca. Este paisaje de góndolas varadas que nos ha enseñado en la tele Carlos del Amor invita a la reflexión. Desesperada. Profunda.

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