TÚ Y YO SOMOS TRES
"¡Estás envenenando, José María!"
Se ha producido esta semana la expulsión en Masterchef de José María (TVE-1). No es una expulsión más. Este caso tiene su enjundia. Siguiendo en las redes sociales los comentarios de la audiencia, la decisión parece que ha producido descanso y alegría. ¡Ah! El caso de José María es muy interesante desde un punto de vista televisivo.
Desde el principio este aspirante a cocinero se ha perfilado como el malo del concurso. Se le notaba disfrutar interpretando ese papel. Seguramente estaba desarrollando una estrategia preconcebida. José María se debió documentar antes de entrar en el show y habría advertido que un malo, en la tele, es muy atractivo. Un pillastre, un granujilla, un bribón, un pícaro concita mucha atención en la masa que le mira. Aunque a veces pueda provocar irritación, la gente le sigue con vehemencia. Se transforma en foco de interés. En protagonista. Y los que fabrican el concurso están encantados y le animan porque es un elemento excitador que eleva los índices de audiencia. O sea que el plan de José María en principio parecía un impulso hacia el triunfo.
El error de este concursante ha sido haberse equivocado de objetivo. Sus trampas, jugadas marrulleras, malas artes y comentarios viperinos los ha hecho contra sus propios compañeros de concurso. Al pobre Michael, por ejemplo, lo expulsaron hace unas semanas por su culpa. Trabajando en equipo le preparaba mal –a sabiendas– los ingredientes de los menús. Le propinó tantas zancadillas que Michael acabó desnortado y salió despedido.
Lo que ha hecho con la deliciosa concursante Ana es más reprochable todavía. El propio chef Jordi Cruz tuvo que encararse con él y decirle: "¡Estás envenenando, José María! ¡Metes veneno! ¡Es muy feo lo que haces, muy feo!". Por fortuna Ana ha pasado a la final a pesar de los tropiezos que le preparaba José María. ¡Ah! Eso al público no le gusta. Se pasa en un momento de malo atractivo a odioso insoportable. Crea rechazo. La audiencia lo repudia. José María debería haber leído a los clásicos de la impertinencia y la corrosión bien entendidas. La maniobra caústica nunca debe ser contra los débiles. Son entrañables pajaritos. Debería haber apuntado hacia arriba. Hacia los grandes pájaros del concurso. Los chefs mandones, y en ocasiones hasta chulescos. Eso sí que le hubiese gustado al público.
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