TÚ Y YO SOMOS TRES

El Papa que acabó desnudo en 'Interviú'

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Monegal / periodico

Ferran Monegal

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Ahora que el periodismo está en peligro de extinción y en algunos canales de TV se ha instalado el fanatismo, es muy oportuno que Movistar+  nos ofrezca el estreno de la serie documental El Palmar de Troya, obra del realizador y cineasta Israel del Santo. En cuatro capítulos nos explica la historia de esta pintoresca Iglesia Carmelitana de la Santa Faz, secta fundada por dos socios, Clemente Domínguez y Manuel Alonso en 1976, a raíz de unas supuestas apariciones de la Virgen en un descampado yermo y estepario en la provincia de Sevilla. De los cuatro Papas, o anti Papas –para ellos el Vaticano es un nido de herejes, masones y comunistas– los más interesantes son el primero y el penúltimo. El primero fue naturalmente Clemente Domínguez, que adoptó el nombre de Gregorio XVII. Era un elemento de cuidado. Conocido en los ambientes gays de Sevilla como La voltio porque trabajaba de electricista, encontró en El Palmar un modus vivendi realmente fabuloso. Las juergas que se pegaba vestido de Papa por Sevilla, y también por diversos países a los que iba a captar donativos, eran dignas de un Pachá más que de un Pontífice. Borracho, embaucador, abusador de monjas y monaguillos, murió ciego pero dejó un colosal templo construido y un enorme tinglado económico tras de sí.

El otro anti Papa que merece atención es Ginés Hernández, militar murciano que acabó proclamado Papa Gregorio XVIII. A este le pirraban los caballos. Tenía 15, cartujanos y pura sangres británicos de carreras. Un buen día se cansó, colgó la tiara y huyó con Nieves, una amiga. Acabó protagonizando con ella unos desnudos muy vistosos en la revista Interviú. Ahora El Palmar sigue con otro anti Papa, de origen suizo, Joseph Odermatt, llamado Pedro III.

Este documental es un buen retrato de la gran martingala que durante 50 años han ido montando allí. Le falta, a mi juicio, un análisis más profundo de cómo consiguieron la financiación y la abducción colectiva. No solo en España, también en Irlanda, Alemania, Austria y en los Estados Unidos. Es curioso: lograron levantar un negocio fabuloso, y abducir al personal, sin disponer de un canal de TV. Es rarísimo. Para incrustar en el alma de la ciudadanía una nueva religión, una gran abducción colectiva, un canal de TV es imprescindible. A la actualidad televisiva me remito.