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Descuartizando un pollo a ciegas

El chef Jordi Cruz, transformado en samurai ciego, causa pavor descuartizando un pollo

Descuartizando un pollo a ciegas

Descuartizando un pollo a ciegas / periodico

Ferran Monegal

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Pavoroso ejercicio gastronómico en Masterchef (TVE-1). A cada concursante le pusieron un pollo sobre la mesa, desplumado pero entero, y tenían que preparar con él un platillo, a su gusto. Y antes de comenzar el chef Jordi Cruz les iluminó. Les dijo que les iba a enseñar cómo se descuartiza un pollo en menos de un minuto. Sacó un pollo. Sacó un cuchillo de hoja afiladísima. Y acto seguido –y aquí vino lo tremendo– se tapó los ojos con un antifaz. O sea, se puso a desmembrar el pollo a navajazos, sin ver nada en absoluto.

¡Ahh! Los aspirantes a cocineros finos quedaron sobrecogidos. Hasta se escucharon gritos. Temían que en un descuido se rebanase algún dedito. Pero Jordi Cruz, con el antifaz puesto, manejaba el cuchillo con la maestría de aquel samurai ciego que protagonizó Takeshi Kitano en la película Zatoichi. Al concluir el impecable despiece a ciegas, todos rompieron a aplaudir. Como ejercício circense fue interesantísimo. Existe una variante de descuartizamiento, también muy espectacular, que consiste en destripar y cuartear el pollo crudo a mordiscos. Se practicaba en tribus prehistóricas de Mesopotamia antes del descubrimiento del hierro.  Yo creo que si Jordi estuviera en Tele 5 en lugar de en TVE-1, seguro que le propondrían participar en el próximo Got Talent y que repitiese el número.

HORROROSOS CRÍMENES QUE NO PROVOCAN PESADILLAS.– Seguimos en casa, todas las semanas, a Carles Porta en su serie documental Crims (TV-3). A la vista de espeluznantes asesinatos ocurridos en Catalunya en los últimas décadas, intentaba descubrir qué mueve a una persona a transformarse en asesino. El sexo y el dinero son los principales motivos. En los asesinatos por violencia de género, el móvil es el odio. Pero hay casos extrañísimos. Por ejemplo, el Celador de Olot. Le condenaron a 127 años de prisión por matar a 11 ancianos de un geriátrico. Persona de apariencia respetuosa, nada agresiva, decía Porta que se trata de un caso rarísimo. Confesó que asesinaba para evitar sufrimiento a sus víctimas. Pero mataba dándoles lejía y detergentes corrosivos que les producían una agonía dolorosísima. La gran virtud de Porta es que nos cuenta estos crímenes sin añadirles ni un gramo de truculencia. El relato impresiona, pero al irte a dormir no te asaltan pesadillas.