TÚ Y YO SOMOS TRES

Pláquenla, empújenla, ¡es periodista!

Pláquenla, empújenla, ¡es periodista! Tú y yo somos tres. Por Ferran Monegal

Andrea Ropero, entre Abascal y su gorila. / periodico

Ferran Monegal

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En las facultades de Periodismo deberían impartirse clases de Aikido y Taisabaki. Son dos métodos japoneses milenarios que enseñan el arte de la esquiva y de cómo anular un ataque, una agresión, sin causar daño. Hace dos días, el miércoles, El intermedio (La Sexta) mandó a su reportera volante Andrea Ropero a informar sobre la importante concentración de agricultores en las calles de Madrid. Entrevistó sin problemas a varios manifestantes. En un momento dado también apareció el líder de VOX Santiago Abascal. Causó sorpresa esta presencia. Andrea intentó llegar hasta él. Le preguntó: «¿Ha venido usted a apoyar realmente a los agricultores o a buscar votos?». No obtuvo ninguna respuesta. Lo que recibió fue un placaje por parte de un bodyguard, guardaespaldas o acompañante de Abascal, que la desplazó con contundencia y no acabó por los suelos de milagro («No me empuje, no me empuje, ¡me va a tirar!», dijo ante aquel ataque).

Vista la secuencia, en El intermedio la volvieron a pasar pero a cámara hiperlenta, o sea, como hacen en el fútbol cuando usan el VAR. Y Wyoming sentenció: «Hay contacto, hay intencionalidad, hay codo, hay hombro, hay golpe, hay de todo menos respeto al periodismo». Y a partir de aquí cabe reflexionar. En un acto público, en una zona pública, ningún diputado –servidor público al fín y al cabo– puede usar sus guardaespaldas como arma contra el ejercicio de informar. El derecho de un periodista es preguntar. Y el derecho del político es callar si no quiere contestar, pero en absoluto puede utilizar la fuerza para anular al informante.

Tengo anotado en mi cuaderno, por ejemplo,  el caso de la reportera de Antena 3 TV Soledad Arroyo. Pretendía preguntar a Ana Mato, entonces ministra de Sanidad y de Igualdad (2013). Fue golpeada por uno de sus guardaespaldas y acabó ingresada. Diagnóstico: rotura de la base del radio de la mano derecha.  Ocurrió curiosamente el Día Internacional de la Mujer, un 8 de marzo.

Esto de blocar, placar, desplazar al periodista que está informando, es habitual.  Si la clase dirigente, esa gloriosa nueva aristocracia en que se han constituido los políticos, lo acaban normalizando, no nos ha de extrañar que la ciudadanía lo vea como algo ejemplar. Y ya vemos lo que pasa en tantas manifestaciones: el pimpampún contra los que informan es constante. Vamos mal.