TÚ Y YO SOMOS TRES

Los 'marcianos' no logran matar a Sardà

Xavier Sardà asiste a su funeral (#0, M+). Tú y yo somos tres. Por Ferran Monegal

Xavier Sardà asiste a su funeral (#0, M+). / periodico

Ferran Monegal

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No sé si buscaban una metáfora, pero el arranque del funeral que le han hecho a Xavier Sardà en el programa El cielo puede esperar El cielo puede esperar(#0, Movistar+) ha sido acertado. Resulta que Sardà estaba en su casa, tranquilamente, tocando el saxo, y de pronto le entra por la ventana un rayo verde procedente de Marte con intención de achicharrarle. ¡Ah! Es comprensible este ataque. La mayoría de aquellos marcianitos que él encumbró en Crónicas marcianas hoy pululan por los subsuelos televisivos, en espera de destino, desperdigados. Hacen algún bolo ocasional, aquí y allá, una cosa triste, errática, dependolada. Ellos esperaban que Sardà montase de nuevo otro planeta Marte y les volviese a llamar. Y claro, están la mar de cabreados. Por eso le mandaron un rayo verde. Para electrocutarle. Pero Sardà resistió, y ha asistido a su propio funeral la mar de feliz y campante.

Uno de los aciertos de este programa son los comentarios, los chascarrillos, que van contando los que van a despedir al fiambre. Allí estaban, todos de luto,  Boris Izaguirre, Juan Carlos Ortega, Gemma Nierga, Mariano Mariano, Miquel Giménez, Santiago Segura, Ramoncín..., hasta aquel 'friqui' llamado Leonardo Dantés cantando melodías raras y despendoladas. No han aparecido ni Toni Cruz ni Josep Maria Mainat. ¡Ah! Una ausencia que quizá solo desde la política es explicable. El parlamento más entretenido fue el de Paco Marhuenda, su gran rival en los debates de La Sexta nochePaco definió a Sardà con un trazo meditable. Dijo de él: «Era el pijoprogre. Y evocó las grandes comilonas que se pegaban juntos antes de salir al plató a zurrarse.  Es verdad. Mi hermano gemelo, que  también va de vez en cuando a ese plató de La Sexta noche –no de tertuliano, sino a hacer de indio mohicano–, me ha contado que Marhuenda, Inda y Sardà suelen ir a una marisquería aledaña. Se ponen ciegos a base de centollos y percebes. Una cosa colosal. Y luego regresan al plató y, gracias al marisco, se arrean con una energía bárbara.

A mí me ha gustado mucho lo que respondió Sardà cuando Marcelo, el portero de ultratumba, le preguntó: «¿Profesión?». Y Sardà  contestó: «¡Ventrílocuo!». ¡Ahh! Ha sido un golpe que habrá enternecido a aquellos marcianitos de los que hablábamos antes. El ventrílocuo y sus muñecos. Eso fue Crónicas marcianas.