TÚ Y YO SOMOS TRES

Nostalgia por un Sardà sin nostalgia

Ferran MONEGAL

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Iban llegando. Ilusionados. Ansiosos. Y enormemente esperanzados. La mansión marbellí que le han alquilado a Bertín Osborne (Mi casa es la vuestra, T-5) se iba llenando. Pocholo Martínez Bordiú, Carlos Latre, Boris Izaguirre, Paz Padilla... Todos se iban desparramando por los sofas. Y todos se pregutaban: "¿Cuando llegará? ¿Tardará mucho? ¿Donde está?". ¡Ahh! Qué nerviosismo. Qué estrés. Qué surmenage. ¿Y quién era esta criatura anhelada, requerida, y deseada? Pue era... ¡Xavier Sardà!

Comprendamos la estrategia del programa, que anda ahora con una audiencia un poco escasa. Se sacaron de la manga un aniversario. Nos dijeron que se cumplían 13 años del cierre de Crónicas marcianas, y que querían hacerle un homenaje. En realidad esa efeméride se cumplió el 21 de julio pasado, pero da igual, nos montaron un vistoso party con una pequeña selección de criaturas que fueron marcianas, y reunidos en la casa esperaban ilusionados encontrarse con quien fue el gran marionetista que les movía con precisión singular.

Por fín, cuando llegó Sardà, le abrazaron. Le tocaron. Paz Padilla le decía, agradecida: "¡Tú me cambiaste la vida!". Y pasaron a emitir momentos de Crónicas marcianas, una selección inteligente, enseñando solamente aquellos instantes, aquellos sketches sacados del burlesque, del teatro boulevardier, también de la astracanada, y que fueron lo más creativo de aquel late show tan exitoso, tan discutible, y también tan mitificado

¿Y qué decía Sardà ante aquella explosión de nostalgia? Yo creo que había en él, aún dentro de la alegría, un punto de incomodidad. Dijo: "No sé qué hacemos hablando de Crónicas. Yo nunca miro atrás". O sea, la nostalgia es un error, muchachos. No sé si los allí congregados entendieron el mensaje. Boris Izaguirre, conmovido, exclamó: "Trece años hablando de ti. Nos hemos convertido en tus biógrafos, en tus documentólogos..." y por sus mejillas corrían lágrimas.

¡Ah! Sentimos en casa por Boris una ternura bárbara. Para él Crónicas fue el 'top' de su carrera como showman. Tocó el cielo con las manos. Luego vino el duro aterrizaje. O sea que su nostalgia es sincera. Lo añora. Le sale del alma. Sardà, en cambio, pasó página. Sigue en el circo, pero ahora abraza la polemología política, que es el arte de la tanatopraxia sobre las guerras de los partidos desde la arena de los platós. Es otro espectáculo.