TÚ Y YO SOMOS TRES
Se recauchutó para retener a su marido
Un caso terrible, esta semana, en The Good Doctor (T-5). Se presenta una dama, con su marido, en el hospital donde trabaja el doctor Murphy para que le curen un sarpullido en el pómulo derecho. Ella cree que es una tontería, que tomándose un blister de antibióticos se cura. Los médicos la analizan. Y descubren que todo su cuerpo está infectado por los innumerables implantes a los que se ha sometido. Pómulos, glúteos, abdomen, pecho... ¡Ah! No queda un centímetro en su cuerpo sin que algún cirujano plástico le haya incrustado alguna prótesis que realce su figura. Naturalmente el dictamen médico es unánime: hay que abrirla en canal, de arriba abajo, y quitarle todo ese recauchutado terrorífico.
La dama se resiste. Se niega. Sin el botox y sin la silicona, se imagina perdida. Una doctora llama al marido. Con discreción, le dice: «Por la experiencia que tengo, y lo mucho que he visto, solo hay dos razones por las que una señora casada se hace tantas operaciones: o porque ella intuye que usted quiere dejarla, o porque es ella quien quiere dejarle a usted». ¡Ah! Qué tremendo teorema sacado de la experiencia clínica. Es la variante cirujanoplástica del axioma de Pitágoras: la suma del cuadrado de los implantes de una dama, es igual al cuadrado de la excitación sexual del cateto del marido. Acertó la doctora. Porque en un momento dado, cuando están a solas, la dama le dice a su esposo: «No me quiero quitar nada porque antes tú estabas distante, pero desde que me operé ¡tú estás siempre encima de mi!». O sea que esta señora se recauchutó para recuperar la pasión de su marido. Lo meditable es que el sistema funcionó: a base de meterse toneladas de silicona consiguió tener a su esposo permanentemente encima, dale que te pego, como en una sesión continua de edredoning en la ratomaquia GH Vip.
Bien mirado, el tema es muy triste. Que el amor dependa de la cantidad de mampostería que hay por centímetro cuadrado de barriga, es la derrota total del humanismo. Y lo más espantoso: la dama muere cuando intentaban extirparle tanta porquería. ¡Ah! En The Good Doctor no suelen fabricar finales infelices. La american way of life se basa en irradiar felicidad y optimismo. Aunque sea mentira. Quién sabe, quizá el doctor Murphy tiene parientes en Catalunya, y se ha contagiado con tanto trencadís.
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