TÚ Y YO SOMOS TRES
La doctora Foster vencida por la papada
La serie británica Doctora Foster no ha podido vencer a la papada Campos
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran MONEGAL
En el universo de las teleseries ha ocurrido este inicio de temporada un suceso televisivamente resaltable. La cadena A-3 TV programó, y liquidó, en solo dos días de la semana pasada, los cinco capítulos de la primera temporada de Doctora Foster, una interesantísima serie británica. ¡Ah! En lugar de emitirla parecía que se la sacaban de encima. O sea, tenían escasa confianza en sus posibilidades. Y ocurrió lo inesperado: el éxito fue considerable. Retrata esta producción la tragedia de esta doctora, que descubre que su marido le pone unos cuernos colosales. En cinco capítulos asistimos a su mutación anímica y su quebranto existencial. Acaba separándose. Y su ex desaparece, arruinado, con una joven a la que ha dejado embarazada.
En vista de la buena audiencia esta semana la cadena ha decidido emitir la segunda temporada. Han pasado dos años. Su ex reaparece. Llega casado y forrado de pasta. Compra una casa de fábula. Y la doctora, reconcomida y despechada, entra en un proceso semiparanoico fatal. Las situaciones, los diálogos, son extraordinarios. Una orfebrería inquietante y disfrutable. Pero esta semana la Doctora Foster ha sucumbido. Tele 5 ha lanzado contra ella su obús más letal: ¡la papada de las Campos! ¡Ah! Hay batallas que solo se ganan huyendo, como decía Napoleón Bonaparte.
CAMPOS EN CANAL .– Efectivamente ha sido bárbaro. Todas las Campos convocadas a esta final de cirujía de la papada. Primero María Teresa, parada ante la fachada de Mediaset tapizada con dos inmensas fotos de sus hijas, las más horrorosas que han encontrado. Le decían ¡mira cómo eran y ahora verás cómo las hemos transformado! ¡Ahh! Luego apareció Terelu, con retoques faciales variados. Y finalmente, tras dos horas y media de cebos y anzuelos para calentarnos, apareció Carmen. Puesta ante un gran espejo tenía que arrancar la foto horrorosa de antes, y mirarse para ver su cambio. Mientras ella temblaba, ahogada en zozobra, miedo, y ánsia, le añadían: no te mires todavia, hasta después de la publicidad.
Una cosa vaya por delante: ni un reproche, ni el más mínimo atisbo de crítica, a las Campos. Es su vida. Es su rotro. Es su dentadura. Es su papada. Aquí lo espeluznante, ¡y efectivo!, es el método telecinque para ganar las batallas.
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