ENTREVISTA

Àngel Llàcer: "Con 'Còmics' es la primera vez en mucho tiempo que me siento valorado"

El actor, director teatral y 'showman' presenta en TV-3 el programa que rinde tributo a los humoristas

ANGEL LLACER

ANGEL LLACER / periodico

OLGA LERÍN / BARCELONA

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Tras meterse a las plateas en el bolsillo con el musical 'El petit príncep', el actor, director teatral y presentador Àngel Llàcer (Barcelona, 1974) ha regresado a la pequeña pantalla con 'Còmics' (miércoles, 22.40), programa de TV-3 que pone en valor la obra de los magos del humor. Llàcer ejerce de maestro de ceremonias y si tiene que cantar, bailar, imitar o entrevistar no se lo piensa dos veces. El director de 'Còmics' (una producción de TVC, Lavinia Audiovisual y 7 y Acción), Jordi Roca, ha dicho de él que es la "cirereta" del espacio.

–¿Hacer un programa como 'Còmics' era una asignatura pendiente? 

–Yo creo que es sano, porque el sentido del humor lo es y, por tanto, la gente que tiene sentido del humor es más sana mentalmente, anímicamente e, incluso, físicamente. El sentido del humor ayuda mucho a pasar la vida mejor y si en el programa rendimos homenaje a los grandes cómicos de Catalunya y eso nos ha de servir para reír, pues mucho mejor.

–¿En estos tiempos que nos toca vivir, el humor es más necesario que nunca? 

–No, porque esta época precisamente desarrolla y estimula el sentido del humor. La única manera que tenemos de afrontar los engaños que nos hacen es reírnos. Hay dos opciones: enfadarnos, que lo único que consigue es que te hagas mala sangre y, por tanto, no es bueno ni productivo, o tener sentido del humor. Con la que está cayendo, si esos humoristas de otros tiempos viviesen la época actual, serían incluso mucho más brillantes.

–¿En el espacio están representados todos los que son? 

–Tampoco daba para más, porque hay las entregas que hay. La selección es buena, pero si se grabase una segunda edición, no sería un problema, porque hay mucha gente. Los cómicos de los que hablamos son la excusa para hacer un programa con invitados, entrevistas, imágenes y testimonios.

–¿Hay alguno de ellos con los que usted se sienta especialmente identificado? 

–La primera persona que me supo mal que se muriera sin yo haberla conocido fue Mary Santpere. Yo quiero ser artista –como yo digo, un entretenedor–, porque existía Mary Santpere y pensé: "Si hago esto, tal vez algún día conozcas a esta señora". Cuando mi madre me dijo que se había muerto tuve una pena... Y eso sin haberla conocido.

–¿Qué admiraba de ella? 

–Ese morro que tenía, esa poca vergüenza, esa ausencia de complejos, esa manera de salir al escenario y sacar partido de todas las cosas que tenía en contra. No sabía cantar, pero cantaba; era fea y se vestía de atractiva; cogía todas las cosas que van a la contra, y eso lo hago yo mucho, para que fueran algo positivo.

–¿Del resto de cómicos que aparecen ha aprendido alguna cosa? 

–Sí, que eran muy carismáticos. Ya sea de una manera muy a favor o muy en contra, los familiares y amigos hablan de ellos teniendo en cuenta que son personas carismáticas. A mí me gusta mucho la gente con carisma, sea por la razón que sea. También he descubierto cosas muy contradictorias, como a esa persona que hace reír mucho en el escenario y, en cambio, ella no se ríe nunca, porque en su vida personal es aburrida y oscura. Y he conocido la verdad que hay detrás de un cómico, porque muchas veces no es lo que te esperas. Eso pasa mucho con las personas que nos dedicamos al espectáculo. Recuerdo a un amigo cuya hermana me quería conocer y él siempre le decía: "Verás que no es realmente la persona que tú te esperas, en casa está tirado en el sofá, arrastra los pies por el suelo...". Porque yo soy así: llego a mi casa y me transformo en un perro pachón, como dice este amigo mío.

–¿Se debe hacer la distinción entre cómico y humorista? 

–No, aunque la palabra cómico siempre comporta un poco más el sentido de oficio, de teatralidad. Es un tema generacional y, al fin y al cabo, acaban definiendo lo mismo: a una persona que hacer reír.

–Los responsables de 'Còmics' han insistido en que quieren huir de la nostalgia. ¿Está de acuerdo? 

–No, la nostalgia es una parte importante del programa, igual que lo son las situaciones humorísticas que creamos en cada momento. Hacemos un espectáculo en el que se canta y se imita y después hay otra parte que es la nostalgia en sentido positivo. Cuando escuchas un chiste de Eugenio, ¿qué te pasa? Ríes porque lo recuerdas y porque te hace reír en aquel momento. Nunca te cansas de escucharlos. Te los sabes, pero quieres que te los vuelvan a explicar porque hay una parte importante de nostalgia.

–¿No corren el peligro de que a la hora de hacer imitaciones se pueda caer en el ridículo? 

–Yo lo hago constantemente, porque no sé imitar y lo debo hacer en cada programa. Se ríen mucho de mí, porque lo hago fatal,y si alguien no entiende que eso está hecho expresamente para que se rían de mí y no conmigo, a mí me es igual. Es un homenaje chulo y todos lo hacen con buen humor y buena fe. Cuando haces las cosas con buena fe, si alguien te critica es porque esa persona tiene mala fe. 

–En ese sentido, ¿qué poder otorga a las redes sociales? 

–No mucho. Es verdad que la gente le da mucha importancia. Te dicen: "Twitter iba lleno de esto". Pero, ¿quién es la persona que escribe en Twitter? Tal vez si la conocieses personalmente no le darías ningún valor a sus palabras, pero cuando queda escrito parece que le otorgas más peso. Es una reflexión que tendríamos que hacer todos.

–También se ha insistido en que 'Còmics' ha descubierto a un entrevistador, usted mismo. 

–A un conversador, pero yo siempre he hablado con mucha gente. Creo que soy insistente y empático y cuando quiero saber alguna cosa, lo consigo. Y tengo una virtud: la gente enseguida me explica cosas suyas personales porque me pilla confianza. Eso me ha servido mucho para ser docente y director de teatro y para conseguir cosas de los otros. La gente confía en mí.

–Le hemos visto carreteando una maleta. ¿Ejerce también de 'convidat', como Albert Om? 

–No, ¡qué va! La maleta es porque me iba a Madrid. He visitado muchas casas, como la de Carme Sansa, Mónica Randall, el hijo de Eugenio, la hermana de Pepe Rubianes… Me gusta mucho. Ya le digo que tengo una virtud para sacarles muchas cosas a las personas.

–¿Podrían ir por aquí sus próximas incursiones televisivas? 

–Ya dirán… Todo pasa cuando debe pasar. Yo nunca he forzado nada. Presenté hace años un programa en TV-3 que no funcionó, 'El salt de l’Àngel', y mucha gente me pregunta por qué no trabajo en TV-3.

–¿Y cuál es la razón? 

–No me han llamado.

–¿Y no le dejó un mal sabor de boca aquel pinchazo? 

–No, porque los fracasos forman parte de la vida de uno. Digo claramente que fue un fracaso profesional, pero, en realidad, aprendí muchas cosas. Eso sí, lo fue de todos, no solamente mío.

–¿Y ahora que TV-3 le ha reclamado, se siente a gusto? 

–En Catalunya siempre he hecho teatro y siempre me he sentido como en casa. En la tele trabajo con Gestmusic, a 10 minutos de mi casa. Todos se creen que vivo en Madrid y solo voy a Sant Just Desvern, que lo tengo al lado. Todo lo he hecho desde aquí, aunque luego se haya emitido para toda España. Siempre he hablado catalán en el trabajo.

–Algunas personas opinan que usted grita mucho... 

–Pero yo tengo un grito simpático, no ofensivo. Porque a veces la gente grita porque se quieren ofender los unos a los otros. A mí eso no me agrada, porque detesto los gritos y los lugares en los que se grita. Siempre huyo del ruido. A la gente le gusta cuando me dirijo al público, me pongo a gritar, les doy besos...

–Los responsables del programa le lanzan piropos. Dicen que usted es como una "cirereta". 

–De hecho, he de decir que esta es la primera vez en mucho tiempo que me siento valorado realmente por la gente con la que he trabajado.

–¿Qué le hace tener esa sensación ahora en TV-3? 

–El equipo, el director, la productora… me han cuidado, me he sentido valorado, han escuchado mis opiniones y mis ruegos. Me he sentido cómodo, aunque he trabajado muchísimo, en jornadas de 15 horas.

–¿Y qué me dice de programas como 'OT' o 'Tu cara me suena'? 

–Siempre ha habido una especie de filosofía de las cadenas de decir: "Bueno, si no es usted, será otro". Sí que te valoran pagándote mucho dinero, pero ese no es el valor que le doy a mi vida.

–¿No lo reivindica cuando trabaja en esas otras teles? 

–A donde no me quieren, no voy. Nunca he intentado convencer a alguien de algo.

–Con el músico Manu Guix forman la 'extraña pareja'. A donde va uno, va el otro... 

–Sí, yo no soy músico y él aporta esa parte que yo no tengo, lo que es muy útil en la vida, porque con música esta es mejor. Él llega donde yo no llego, y al revés. Nos mejoramos el uno al otro y, por eso, lo hacemos todo juntos. Cuando tengo un proyecto, siempre le llamo.

–Le dejó huérfano en 'Els optimistes' de Catalunya Ràdio. 

–Sí, de vez en cuando nos separamos. Yo no podía con todo.

–Últimamente, en la pequeña pantalla solo ha presentado 'talent shows'. ¿Tenía ganas de cambiar de registro? 

–De lo que tengo ganas es de sosegarme un poco: ahora, a veces, me da pereza cuando me intentan embarcar en algo. Tengo ya 41 años y comencé a los 28. Y las cosas son diferentes. Cada vez me cuesta más subirme a una mesa y gritar. Pero me importa bien poco la opinión que tenga la gente de mí, y esta falta de modestia sorprende. Sé las cosas que hago bien y las que no. Y me atrevo a decirlo.

–¿Con qué no sale airoso? 

–Con bailar, cantar…

–¿Y en qué tiene más maña? 

–En la energía. Yo sé hacer un 'show' y presentar unos premios Gaudí. Y cuando me preguntaban si estaba nervioso, decía que no, porque lo sé hacer. Y no me siento mejor que usted, porque sea capaz de presentar unos Gaudí. Es mi trabajo, igual que el suyo es escribir y lo hará mejor que yo, evidentemente.