ENTREVISTA

Adrián Lastra: «Los actores de 'Velvet' hemos hecho piña. Y eso traspasa la pantalla»

El actor interpreta el papel de Pedro, uno de los personajes más entrañables de la serie de A-3 TV

Adrián Lastra

Adrián Lastra / JUAN MOLINA

INÉS ÁLVAREZ / Barcelona

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Es Pedro, el entrañable mozode los recados de 'Velvet' (A-3 TV) y es Adrián Lastra (Madrid, 1984), un joven actor que entró en este mundillo tras ver a David Bustamante en 'OT'. Curtido en el musical, una verdadera «mili» por su dureza, ha hecho tele ('Impares', 'BuenAgente'), teatro y películas tan taquilleras como: 'Primos' y 'Fuga de cerebros 2'. Nunca soñó con pisar un escenario o verse en una pantalla y ahora no podría vivir sin ello.

-Contento con esta nueva temporada de 'Velvet'? 

–¿Contento? Que te propogan una serie como esta, con el guion que tiene, y luego una segunda temporada, sabiendo el cariño que le tiene al personaje la gente... La respuesta es obvia: felicidad pura.

–¿Le gustó desde un principio? 

–Sí, sobre todo porque nunca había hecho nada de época, y como los actores somos niños que jugamos y nos disfrazamos, hacerlo de un tiempo que ni tú ni tus padres habéis vivido, del que no tienes referencias y debes hacer trabajo de campo, mola mucho. Es como cuando te dicen: «Ponte un parche» y eres un pirata. Jugar a cómo se toca en esa época, cómo se miran, cómo se comportan los hombres y las mujeres… es puro aprendizaje.

–El rodaje debe de ser divertido. 

–Sí, todo el reparto es gente maravillosa y hemos hecho una piña total. Y eso traspasa la pantalla.

–Y tabajar con Cecilia Freire, su amada Rita, una delicia. 

-Sí, porque es espléndida. Y es de las pocas personas que me he encontrado que, aunque tú no tengas el plano, te da el 150% para que tengas el feed back que necesitas. Si no hubiera estado Cecilia, Pedro y Rita no hubiesen existido.

–Hay química entre ustedes... 

–Mucha. Muchas veces le decimos al director que si quitáramos el texto, se entendería igual. Porque hay secuencias que tras rodarlas, sobre todo en la segunda temporada, en la ambos que saben que se quieren pero no se lo dicen, nos echamos a llorar de la emoción. Porque estás interpretando una historia y haces de una mentira una realidad. Pero poder llegar a esa emoción con solo mirar a una compañera...

–Mire que Pedro es indeciso. 

–No se arranca. Pero es por eso de que cuentas una mentirijilla y se hace tan grande que piensas: ¿cómo salgo de esto? Y si lo trasladas a los años 60, un hombre toma una decisión y va a por todas. Además, hay algo que le impide hacer lo quequiere: su hijo Manolito, que sueña con tener por fin una familia. Por lo que decide casarse con su madre y renunciar a Rita. Es complicado.

–¿Se identifica en algo con él? 

–No, yo no soy tan cobarde.

–¿Y qué odia de su personaje? 

–De él no hay nada que no me pueda gustar. A Pedro le comprendes y te haces su amigo. Porque si no quieres al personaje que interpretas, la gente no lo va a querer. Aunque hagas de un malo o un cachocabrón, te lo tienes que creer y defenderlo.

–El amor y los celos son su motor. Pero carece de ambición laboral. 

–Porque es realista. Tuvo un ademán de pedir un ascenso, pero es consciente de que dijoe que Berlín era la capital de Bélgica. Y, aparte, dice que es feliz en esas galerías trabajando en lo que hace, porque suerte que tiene trabajo. Su ambición es solo personal. Aunque no sé cómo se va a decantar la historia.

–Los guionistas la complican. 

–La están alargando y no sé por dónde irán los tiros. Celilia y yo leemos el guion y decimos: «Pero, por favor, ¡díselo ya!». No obstante, el trabajo de Carlos Sedes, el director, es maravilloso, ya que hay secuencias que pueden ser repititivas por el guion o la trama, pero él les da unos colores maravillosos. Le da la vuelta a una escena y la lleva al drama, a la comedia, a la ternura…

–Todo el mundo espera el beso

–Será un momento muy emotivo tanto para Pedro y Rita como para el público. El momento que llevamos tantos capítulos esperando. En 'El hormiguero', Cecilia y yo hacíamos pruebas de ese beso imposible.

–¿Seguirán teniendo recorrido? 

–Si, esos personajes pueden funcionar estando juntos o separados. Funcionan en la comedia y en el drama. El público quiere ver a la pareja por el pasillo de las galerías cogidos de la mano. Eso sería maravilloso.

-¿Un secundario disfruta más sin el peso de ser el protagonista? 

-A un prota le dan una pelota gorda y puede jugar al fútbol como quiera, pero tú recibes una china y debes engordarla. Al actor le gusta que a su personaje le vayan escribiendo más, que tenga más recorrido… Y eso nos propusimos Cecilia y yo: vamos a mirarnos y querernos y hacer que esto tenga mucha dimensión. Pero no vas a hacer más de lo que tengas que hacer, sino que lo que tengas que hacer lo hagas bien.

–¿Qué serie previa a 'Velvet' recuerda con más cariño? 

–Tengo buenos recuerdos de todas. Pero especialmente de Impares, porque allí todo improvisación: te daban un principio y un fin y a partir de ahí tú improvisabas. Había escenas que duraban 35 minutos. Y eso mola, porque aprendes mucho. Pero donde me sentí muy agusto fue en Buenagente, por el reparto, el papel... Aunque no funcionó.

–¿Por la competencia? 

– Bueno, todo depende de las programaciones. Está de moda contraprogramar para quitarnos del medio, cuando deberíamos decir: «Vamos a llevarnos bien, que hay poco pan y debemos comer todos».

–¿Supo que lo suyo era la música viendo 'Operación Triunfo'? 

–Sí, aunque yo no quería participar, ¿eh? No era un chico que quisiera salir en la tele. Pero me llamó la atención la forma en que cantaba David Bustamante. Así quería cantar yo. Y ahora David y yo somos como hermanos. ¡Quién lo iba a decir!

–¿Era muy jovencito entonces? 

–Tenía 17 o 18 años. Yo no veía encima de un escenario, pero me gustaba cantar y la gente me decía que parecía al tío ese que llora tanto. Ahora se lo digo a David: «Te guste o no, tú eres el que lloraba».

–Pero usted ganó un premio... 

–En esos festivales en realidad pagas un dineral para participar y grabar un canción. Cuando me dicen si lo recomiendo, contesto que solo para lo que no se debe hacer. Puedes aprender mucho, y, ya se sabe, a veces debes arriesgar económicamente si quieres apostar por algo... Pero ganas un premio, te dicen que irás al Festival de Benidorm, y resulta que debes pagar un dineral para la grabación. Es muy fuerte que se intenten aprovechar de un chiquito joven que tiene mucha ilusión.

–¿No llegó, pues, a Benidorm? 

–Dije que no. Mi padre me recordó que me había costado mucho ganar el dinero. Porque para pagar tus gastos y tu sueño trabajas de repartidor de pizas –que cobran, los pobres, una miseria– , y cuando crees que te van a presentar al festival, te dicen que tienes que pagar otro tanto. Si la gente lo quiere hacer, que lo haga, pero que sepa que no va a ser nada fácil.

–Y su vena de cantante la ha aprovechado en los musicales, ¿no? 

–Cuando vi el primer musical me dije: mi reto es cantar, interpretar y bailar a la vez.Es decir, intentar cumplir las tres disciplinas en el mismo escenario. Que al fin y al cabo es la mili, porque te expones a un ritmo de trabajo muy duro. La cultura del musical en España está avanzando, creciendo, pero nos queda mucho aún. Madrid es la tercera ciudad del musical, por detrás de Broadway Londres. Pero, señores, no hay la producción que hay allí, ni la cultura. No es que lo hagamos mal, pero allí hay una cultura de muchos años.

Y menos aún con los recortes... 

–Es muy difícil. Cuando alguien dice que va a producir un musical, le digo: «¡Ole tú!». Porque un musical es mucho más caro.

–¿Sueña con tener una carrera en solitario y un disco propio? 

–No me lo he planteado, aunque me haría ilusión. Pero llevo nueve años cantando tras un personaje y si me preguntan cuál es mi estilo, no sabría qué decir. Me encanta la lírica, el rock... Quizá el día de mañana me meta en un estudio de grabación, pero no por ahora.

–Ha formado parte de esa cantera que es La Década Prodigiosa... 

–Yo entré primero en Queen y me dieron el palo personal de mi vida, porque me echaron diciendo que no sabía interpretar. Era pequeñito y me dio una depresión grandísima. Pero al poco entré en La Década Prodigiosa y fue maravilloso. No es lo mismo cantar I want to break free que Si yo tuviera una escoba, pero a mí me daba igual; yo lo que quería era estar encima de un escenario.

–¡Justo lo que antes no quería! 

–Sí, pero cuando lo probé me di cuenta de que me gustaba mucho.

–En el 2011, en plena crisis, rueda dos filmes muy taquilleros: 'Fuga de cerebros 2' y 'Primos'. Y por esta última, además, es nominado a un Goya. ¿Cómo lo vivió? 

–Cuando me nominaron sentí alegría pura. Primero entré en choque. Luego llamé a mi padre y le dije: «Papá, ponte un esmoquin –siempre ha sido su ilusión– que vamos a los Goya». Y ahí me puse a llorar.

–¿La nominación ya es un premio?

–Hoy por hoy el premio es trabajar. Si luego tienes un reconocimiento, es como una palmadita en el hombro de: sigue haciendo lo que haces, porque mola. Y si encima es un reconocimiento a la comedia...

–¿Por dónde tirará su carrera? 

–Uf, ni me lo he planteado, porque me da vértigo, pero quiero seguir trabajando en esto, que es mi sueño y mi pasión. Ya sea aquí o en el extranjero, pero trabajar.