Un adictivo Dudamel
CRONICA El Palau se rinde al fenómeno de la vibrante Sinfónica Simón Bolivar
despliegue energético, visceralidad, compromiso con la música. Gustavo Dudamel volvió a mostrar sus credenciales al frente de la Sinfónica Simón Bolivar (OSSB), el más emblemático colectivo del Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela, del que ya es, a los 33 años, profético guía en el camino hacia su consolidación en el ranking de los grandes conjuntos. En el primero de los conciertos de Palau 100 el carismático director venezolano demostró que su misión sigue dando pasos adelante.
La cita respondió a lo que se esperaba --anoche hubo una segunda entrega con obras de Orbón y la Quinta de Mahler-. La OSSB exhibió todas las virtudes que atesora: rigor técnico, cohesión y juvenil implicación en una idea centrada en ofrecer un sonido propio que sea su factor diferencial frente al impuesto por la tradición de las formaciones centroeuropeas. Esta temperamental y en cierto modo caribeña manera de entender la interpretación se contagió a un entregado auditorio.
El impacto de las anteriores visitas del director al frente de esta y otras orquestas hizo que las entradas se agotaran rápidamente. El fenómeno Dudamel no solo vende sino que crea adicción. Sobre todo cuando, con sus músicos venezolanos, se presenta para ofrecer un paso más en la evolución de la orquesta.
En esta ocasión la OSSB, además de interpretar la Quinta de Beethoven, se ha enfrentado por primera vez a la grabada selección de fragmentos de óperas de Wagner. En cuanto a su versión del mundo espiritual de convivencia entre dolor y alegría de la sinfonía del genio de Bonn, la formación exhibió su potencial sonoro con una cierta estridencia. La frescura y desinhibición al servicio de la partitura encontraron, sin embargo, el respaldo de una sala que se sumó a su lectura de la obra. Las superdotadas secciones de cuerda --nada menos que cuatro arpas-- y metal impusieron una constante progresión decibélica.
ÉPICA Y LIRISMO / Más contenido en Wagner, Dudamel llevó a la orquesta a momentos de épica y lirismo en pasajes como Sigfrido por el Rin y el de la muerte del héroe de El ocaso de los dioses. Fue magnífica la recreación de la Marcha nupcial de Lohengrin con las formaciones del Orfeó, situadas en las localidades próximas al órgano, en estado de gracia y bien coordinadas con la orquesta. Hubo pura poesía descriptiva en la ejecución de los Murmullos del bosque de Sigfrido y resultó estupenda la recreación de la escena de los invitados de Tannhäuser, otra vez con los coros.
El momento de mayor eclosión llegó en las propinas con una vibrante ejecución de La cabalgata de las valquirias, llena de colorido, y un contenido y lírico liebestod de Tristán e Isolda.
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