entrevista

Rocío Ramos-Paúl: "Educar es equivocarse"

La psicóloga está al frente del programa de Cuatro 'Supernanny'

Supernanny

Supernanny / periodico

MARISA DE DIOS / Barcelona

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Educar no es una ciencia exacta, aunque siempre vienen bien algunos consejos. Desde el 2006, los padres pueden recurrir a la psicóloga Rocío Ramos-Paúl, la 'Supernanny' española, toda una experta en resolver los conflictos familiares con niños de corta edad, que presenta en Cuatro la novena temporada de su programa. Madre de dos hijos, tiene claro que "educar es equivocarse, reflexionar y volver a empezar".

--Tal y como vemos en el programa, hay que educar a los niños, pero también a los padres. 

--Con esta edades, no se puede trabajar el cambio del niño si no es con los padres. Los hijos hacen lo que hacen en función de cómo responden sus progenitores.

--Muchas veces recurrimos a las regañinas. 

--Es algo que sale de forma espontánea. El problema de la regañina es que sea crónica: estar permanentemente regañando sin poner consecuencias. Además, tiene muchos riesgos. Por ejemplo, si gritas, comienzas una dinámica de comunicación que está basada en el grito.

--La sensación de muchos padres es que los niños son cada vez más rebeldes. 

--Cada momento histórico tiene sus dificultades. Ahora hay cosas que no habían pasado nunca, como las nuevas tecnologías, o que maduren antes porque están muy estimulados.

--No es entonces que los padres lo hagan peor. 

--¡Qué va! En la inmensa mayoría lo hacen bien. Lo que pasa es que, a veces, en las dinámicas familiares, se enquista alguna dificultad y empezamos a intentar solucionarla siempre de la misma manera. Ahí es donde tiene que entrar un tercero para probar otra alternativa.

--Hoy en día, en la educación prima no ser autoritario. ¿Pero no es también necesario poner ciertos límites? 

--Es supernecesario. Los límites tienen que aparecer por sistema porque a un niño que no se le han puesto normas y límites y al que no se le han inculcado hábitos en torno a los 3 o 4 años, tiene todas las papeletas para convertirse en un chaval con problemas de conducta. Lo que pasa es que no sirve ni el autoritarismo mal entendido ni la laxitud del todo vale, sino que hay que llegar a un término medio.

--¿Cómo es la autoridad bien entendida? 

--Hay cien mil claves... La del padre que permite que el niño experimente, que no le sobreprotege y le deja que se equivoque, que le ayuda en la equivocación buscando alternativas, que le señala los logros continuamente, que no le preocupa decir que se ha equivocado...

--¿Los padres tienen que reconocer sus equivocaciones frente a sus hijos? 

--De eso aprenden una barbaridad. Es el ejercicio de una autoridad positiva. La clave es que los niños tengan como referente de autoridad a sus padres.

--Porque no hay padres perfectos. 

--Los padres perfectos son aburridísimos y suelen tener mucha ansiedad porque como todo lo tienen que hacer bien, están permanentemente sometidos a examen.

--Por eso educar también es equivocarse. 

--Una cosa no puede ir separada de la otra. Educar es equivocarse, reflexionar y empezar otra vez.

--¿Un padre puede ser también colega? 

--¡Nunca, nunca, nunca! Al menos a estas edades. Siempre tiene que ser el referente de autoridad, el que marca los límites y pone las consecuencias. Los niños entienden lo que es la autoridad a raíz de cómo se relacionan con sus progenitores.

--¿Nunca ha tirado la toalla con alguno de los casos que ha tratado en el programa? 

--No, además los casos más complicados los veo en el despacho, no en el programa. Lo que haces es bajar objetivos. Evalúas la capacidad del niño y a partir de ahí vas estableciendo objetivos. A veces los revisas y los cambias. En el programa, la suerte que tengo es que trabajo solamente con el comportamiento y no con el tema emocional, simplemente porque no daría tiempo. Y la conducta es lo que más rápido cambia. Pero sí que empiezas un programa pensando que vas a hacer cuatro cosas y luego te quedas en dos.

--¿Ha habido padres que, después de recurrir a usted, se han negado a seguir sus métodos? 

--No, lo que pasa es que hay gente que no lo ve claro. Se fían de mí, pero desconfían de que vaya a suceder lo que buscamos. Hay algunos que, mientras estás trabajando, te dicen: "No lo entiendo bien". Entonces tú se lo explicas y, de momento, no hay nadie que se haya negado a seguir los métodos.

--¿Es consciente de que a parte del público se le van las ganas de tener descendencia después de ver el programa? 

--(Ríe). Sí, me lo cuentan. Tener hijos es maravilloso pero no está exento de dificultades. Los niños que vemos en el programa ríen, juegan... lo que pasa es que de detrás de un minuto emitido hay 60 de grabación. Y lo que se emite muestra dónde está la dificultad, qué propuesta hay para resolverla y cómo se va solucionando el conflicto.

--¿'Supernanny' es un programa para ver con los hijos? 

--Está destinado a los padres, pero sé que muchos niños lo ven.

--¿Y lo recomendaría? 

--Si los niños más pequeños tienen un buen hábito de sueño, a la hora del programa deberían estar en la cama. A partir de los 7 años o así, si quieren, está bien que lo vean. Sé que tengo muchos fans de entre 13 y 14 años y me encanta que sigan el programa porque genera mucha comunicación familiar.

--En Cuatro también tienen al 'Hermano mayor'. ¿Qué piensa del método de Pedro García Aguado? 

--No me gusta compararme con él. El programa está bien y refleja una realidad que está ahí, aunque no es la general.

--Todo lo contrario de lo que pasa con 'Supernanny'. 

--El programa hizo desde el principio dos cosas que están muy bien: mostrarle a la gente que lo que les ocurre a ellos pasa en muchos otros hogares y enseñar que hay opciones, como los psicólogos, para afrontar ese tipo de situaciones aplicando técnicas que se pueden hacer en casa.