ENTREVISTA CON EL PERIODISTA

Pepe Navarro: «Ahora mismo soy un proscrito en la tele de este país»

El periodista explica el motivo de su último libro en el que cuenta su desaparición de la pantalla en los 90

POR JUAN FERNÁNDEZ

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Tras alcanzar la gloria con sus polémicos programas, Pepe Navarro desapareció de las pantallas de un día para otro. Quince años después de aquel expediente X, el ‘flautista de Hamelín’ de la tele de los años 90 señala en un libro a quienes le convirtieron en «un hombre prohibido».

Este país aprendió a trasnochar ante el televisor cuando a mediados de los años 90 apareció un programa que rompía los moldes de lo conocido y lo correcto. Esta noche cruzamos el Mississippi (Tele 5), que más tarde se llamaría La sonrisa del pelícano en Antena 3, revolucionó el medio de aquella época, generando tanta audiencia como polémicas, y dotó a su presentador de un aura controvertida, mitad visionario, mitad diablo. Década y media más tarde, Pepe Navarro ha repasado aquella aventura en un libro, La leyenda del Mississippi (Akal), donde revela los secretos jamás contados de su defenestración de las pantallas.

-¿Tenía ganas de ajustar cuentas con el pasado?

 

-En realidad, este libro nace de una propuesta de la editorial Planeta. Cuando el texto estaba escrito, las fotos de la portada hechas y el título elegido, me dijeron que ya no lo querían, sin más explicación. Así que tuve que buscar otro editor.

-¿Por qué se negaron a publicarlo?

 

-Planeta es propietaria de Antena 3 y mi figura en esa casa está vetada. Tuvimos muchos problemas en el pasado, ellos me atacaron y vilipendiaron, a mí y a mi familia, y yo me defendí en los juzgados. Luego he intentado zanjar esa guerra, pero en Antena 3 no quieren concederme la paz. Prefieren seguir prohibiéndome.

-¿Se siente perseguido?

 

-No es una sensación, es una realidad. Tengo mensajes y cartas que lo demuestran. Amigos míos que están en emisoras de Planeta han intentado entrevistarme y no les han dejado. La orden es silenciarme, que no aparezca. Esto tiene mucho que ver con la forma como se suele ejercer el poder en este país.

-¿A qué se refiere?

 

-En España no se usa el poder para liderar y colaborar, sino para demostrar el tamaño de los testículos que se tienen. Yo he oído a Aznar diciendo: «Se van a enterar de lo que es el poder». Si esto lo decía el que era máxima figura del país cuando empezaron mis problemas, ¿qué no dirían los que estaban a su alrededor? Aquí el poder se ejerce de manera absolutista y personalista.

-En el pasado usted también fue un hombre poderoso.

 

-Pero nunca ataqué con la saña con que me atacaron. En EL PERIÓDICO, sin ir más lejos, me agredieron mucho, pero jamás respondí igual. A lo sumo, mandé alguna cartita, como la que le envié un día a un compañero suyo recomendándole que al llegar a casa encendiera la tele en vez del microondas para entender este negocio. Creo que no le sentó nada bien. En serio, nunca he pensado que abusara de mi poder, porque jamás noté que lo tuviera.

-Consiguió que medio país durmiera menos para verle. Algo de poder sí que le dio aquel programa.

 

-Si a mí me hubiera interesado el poder, hoy no estaría como estoy. Me han marginado porque soy un hombre solo y no pertenezco a ningún grupo. A los que vamos por libre y creemos en la independencia, en seguida nos eliminan. Normalmente, lo ordenan personajes que solo conciben el combate como una forma para aniquilar al contrincante. En 1997 afloraron.

-¿Qué pasó ese año?

 

-Los dos mayores grupos mediáticos llevaron al país a un nivel de crispación insoportable. Lo llamativo es que el Gobierno estaba detrás de uno de ellos. En aquella guerra no se ventiló el tema del fútbol, ni siquiera dinero, se trataba de poder. Había que eliminar a unas personas para demostrar quién tenía los testículos más grandes. Con Polanco no pudieron, aunque lo persiguieron judicialmente. A Antonio Asensio sí lograron aislarlo, porque su grupo no era tan poderoso como Prisa. Antonio era muy hábil y supo salir airoso. A mí me costó un programa y el fin de un proyecto profesional.

-¿Por qué se cerró La sonrisa del pelícano?

 

-Por el capricho de uno de esos personajes que usan el poder como le he explicado.

-¿Perdón?

 

SEnDEl pelícano costaba 3.000 millones de pesetas y generaba el triple en ingresos, era un buen negocio, no había motivos profesionales para cargárselo. Un año más tarde, Juan Villalonga, entonces máximo responsable de Antena 3, me confesó: «A mí me daba igual el programa. Yo ganaba billones de pesetas, ¿qué me importaba perder un día 3.000 millones a cambio de hacer un favor?».

-¿Quién le pidió ese favor?

 

-Está en el libro.

-Ya que no quiere nombrarlo, lo diré yo: usted cuenta en su libro que Pedro J. Ramírez, exdirector de El Mundo, le pidió su cabeza a Villalonga, y que este se la dio.

 

-Así fue. La orden de cerrar el programa la dio Villalonga a 12.000 metros de altura sobre el Atlántico. Le llamaron al avión para decirle que Pedro J. lo tenía todo listo, y él respondió: «Si este es el favor que hay que hacer, adelante». Pero yo ya no quiero hablar más sobre Pedro J. Es un tipo turbio, todo lo que toca es tan negro, contamina tanto, que no quiero mezclarme con gente así.

-Aquella noche del 1 de diciembre de 1997, medio país se quedó con el titular, nunca publicado, porque entonces no existía Twitter, de: «Cierran El pelícano porque Pepe Navarro quiere emitir el vídeo erótico de Pedro J.». ¿Qué había de cierto en aquel bulo?

 

-Nada, todo fue una mentira absoluta. Esa historia no se sostiene por ningún lado. Jamás manejamos ese vídeo, ni estuvo en nuestros planes emitirlo. Y si lo hubiéramos planeado, eso se habría resuelto con una llamada de advertencia desde arriba. Jamás se produjo esa llamada. Ese personaje quiso demostrar a todo el mundo que podía cargarse un programa cuando quisiera y como quisiera, nada más.

-El Mississippi inauguró un nuevo

 

horario en la tele de este país. ¿Se siente padre del late night en España?

 

-Yo no me considero padre de nada. Simplemente hice un programa para divertirme y divertir a la gente, que es lo que he hecho toda mi vida, y lo he pretendido hacer en los últimos años sin que me dejen, dicho sea de paso. Hicimos un programa lleno de matices, lo que le aportó muchos seguidores y también detractores. Tuvo éxito porque le dábamos al público lo que quería. El día que me pidan que haga un programa como a mí me guste, seguramente tendré menos audiencia.

-En aquel tiempo se acuñó el término telebasura y se le identificó a usted con él. ¿Cómo se relaciona hoy con esta palabra?

-Lo más fácil para acabar con alguien es colocarle una etiqueta y denigrarlo. A mí me pusieron esa etiqueta por tratar en el programa asuntos que luego vi en las portadas de diarios. El País sacó en primera página a Berlusconi con el pene erecto. ¿Eso no es basura? ¿Pedro J. me va a hablar de basura? Vamos, hombre...

-Admita que algunos contenidos del programa superaban todo lo visto hasta entonces en televisión.

 

-Le pondré un ejemplo: ¿sacar a dos chavales en un concurso de pedos es basura? Aquellos chicos estaban en paro y se ganaban la vida montando ese show en discotecas y su madre era su mánager.

-Mostrarlo en antena era su responsabilidad.

-Yo elegí mostrar la parte más marginal de la vida. Para hablar de lo correcto ya había otros programas. Yo elegí hablar de la basura, pero eso no es hacer telebasura. Telebasura es mentir, denigrar y no ser honesto. Es lo que hicieron conmigo en 1997.

-¿Se podría hacer hoy el Mississippi?

 

-Se podría hacer algo con ese espíritu, que era puro rock and roll.

-¿Y le gustaría hacerlo?

 

-Si le soy sincero, no lo sé.

 

-¿Qué programa haría hoy?

 

-Se lo diré al directivo de televisión que me haga esa pregunta en su despacho.

-¿A qué se dedica ahora?

 

-A muchas cosas. Tengo platós, colaboro con productoras en el desarrollo de ideas y guiones, estoy relacionado con muchas compañías del mundo de la tele. Pero en esos trabajos conviene que mi nombre no aparezca, porque podrían prohibirlos. Suena raro, pero después de todo lo que he demostrado en este medio, ahora mismo soy un proscrito en la tele de este país.

-¿Y cómo lo lleva?

 

-Como dice Borges, hay que asumir el destino. Un hindú diría que es mi mantra. Lo llevo bien, porque el poder nunca fue para mí un objetivo. Lo mejor que he hecho en estos años ha sido tener tres hijos. Estoy aquí para divertir y divertirme, y eso lo sigo haciendo. No me dejan hacerlo en el trabajo, pero lo cumplo fuera de él. Es mi forma de sobrevivir.