En 'El Príncipe', la nueva serie policiaca de Tele 5

Jose Coronado: "Mis referentes como polis duros son Lee Marvin y Clint Eastwood"

A sus 56 años, el actor de 'No habrá paz para los malvados' vuelve a meterse en la piel de un veterano agente con sus propias reglas

Jose Coronado

Jose Coronado / MEDIASET

TXERRA CIRBIÁN / Barcelona

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Jose Coronado tiene un aspecto inmejorable a sus 56 años, cumplidos en agosto, y ahora vuelve a meterse en la piel de un mal bicho, Fran Peyón, un policía veterano que lleva 12 años destinado al conflictivo barrio de El Príncipe, el más peligroso de Ceuta, en donde ha logrado mantener un difícil equilibrio entre las bandas de lugar y ganarse el respeto de sus hombres. Esta noche, Tele 5 ofrece el segundo episodio de la serie homónima, 'El Príncipe'.

–Aclárame un detalle, por favor. ¿Cómo le llaman: Jose o José? 

–Jose, por favor. Ya sé que es igual de feo Jose que José, pero toda mi vida he sido Jose y no sé por qué me ponen el acento. Es una lucha que tengo desde hace 30 años, simplemente porque nadie me llama José. Como quien te viene y te llama Pepe: vamos que no me conoce de nada y se está tirando el rollo.

–Vuelve a hacer de policía. ¿Qué pasa? ¿No le ofrecen otra cosa? 

–[Ríe] He hecho ya unos cuantos policías, desde Brigada Central, con Imanol Arias. A mí la policía siempre me ha apasionado, cinematográficamente hablando y en la vida real. Me parece que es un gremio con unas posibilidades enormes para contar historias maravillosas. Siempre me ha encantado. Mi especialización en cierto tipo de agentes creo que fue el gran acierto que tuvo Enrique Urbizu cuando me llamó para hacer La caja 507. Yo estaba convencido de que me quería para hacer de Modesto Pardo, el buen tipo del banco, porque yo venía de hacer Periodistas. Pero, Enrique, que es más listo que el hambre, como buen vasco, va y me dice: «No, no, yo te quiero a ti para el killer». Y claro, eso es jugar a lo que la gente no se espera de ti. Después, lo importante es que seas buen actor. Eso siempre ayuda.

–¿Y Santos Trinidad, el de No habrá paz para los malvados? 

–Hombre, sí, Santos es el demonio, por supuesto. Claro, claro. Eso es lo bueno, que he hecho policías de todo tipo. He hecho desde el chusquero con Vicente Aranda, que es un tío casposo ahí, hasta el de Lobo, que es un tipo tremendamente inteligente que quiere llegar a ministro del Interior. He pasado por todos los espectros. Y a lo largo de estos 30 años he conocido a muchos agentes de verdad, he estado en muchas redadas y en interrogatorios, en puticlubs, viviendo la noche con ellos, bajando a las cloacas... Sé lo que es un policía, lo entiendo y no me cuesta encarnarlos.

–Vamos, que le gusta el género... 

– Sí, sí. El policial es uno de los géneros que más me gusta, la intriga, el suspense... Tiempo atrás me colgaron el sambenito de galán y ahora me cuelgan el de hombre duro del cine español. Pues muy bien: el paso de galán a hombre duro para mí ha sido maravilloso... y todo el tiempo que quiera la gente. Pienso, por ejemplo, en Clint Eastwood, que todo lo que hizo siempre fue de tipo duro y bueno. Pues mira, ya firmaría tener una carrera como la suya.

–¿Se ha inspirado en este actor? 

–Clint Eastwood es uno de mis referentes, sin ninguna duda, pero también lo es, por ejemplo, John Wayne, que es uno de los mejores actores que ha existido y es menos valorado. Lee Marvin es otro tipo al que sigo mucho. También me gusta Humprehy Bogart... Pero, vamos, si me tuviera que quedar solo con uno, sería Eastwood.

–Su papel en El Príncipe es más turbio, ¿no? Me recuerda al Richard Gere de Asuntos sucios. Un policía maduro y atractivo, con la corrupción rondándole de cerca. 

–No lo había pensado, pero sí que podría ser un buen referente, porque este Fran que interpreto es un poli que no sabes de qué va. Tiene una apariencia física y ética muy peculiar y luego, sin embargo, hace cosas tremendas. De hecho, la serie empieza con este tipo tirando un cadáver al mar, y claro, dices: bueno, bueno, este es un corrupto, corrupto, ¿no? Pero luego nada es lo que parece. Y eso es interesante aplicado a ambos personajes.

–¿Cómo es su personaje? 

–Es un policía de toda la vida, que siguió las vías normales hasta que le destinaron a Ceuta. Lleva 12 años de inspector jefe en la comisaría y su máàxima es que en El Príncipe todo acaba en agua salada, en lágrimas o en el fondo del mar. Él se mueve en uno de los barrios más conflictivos de España, por donde pasa todo el narcotráfico que viene de Marruecos y donde hay una fusión y una lucha de culturas y de religiones tremenda. A él le toca moverse entre la frontera de lo legal y lo ilegal. Y lo hace, según él, para evitar males mayores, para evitar sangre, porque Fran es un gran negociador.

–La ambigüedad que le decía... 

–A los ojos de la sociedad puede parecer que lo que hace no es ético. Pero él se dice: vale, no es ético, pero esto si no lo hago así, acabaremos en una guerra de bandas que sería mucho peor. Y Fran se dice a sí mismo que el que se comporte así y funcione así sirve para que muchos otros funcionarios puedan conservar su sillón en sus despachos...

–¿Conocía el barrio real? 

–Estuvimos en Ceuta y en el barrio antes de empezar la serie. El barrio es increíble, porque parece un cuento de Hansel y Gretel, lleno de colorines y mujeres preciosas con velos. Pero cuando cae la noche, empieza a salir todo lo oscuro y terrible. No puedes entrar solo ni en broma. Incluso los bomberos, cuando tienen que entrar a apagar un fuego, esperan antes a que llegue la policía, porque lo normal es que te reciban a pedradas.

–¿No exagera? 

–Yo tuve la suerte de estar con la policía desde el principio y me estuvieron informando de cómo se funciona allí. Me llevaron a la frontera. Estuve viendo cómo pasan a chavalines en los bajos de los camiones y pude enterarme de todo lo que pasa allí. Y sobre todo de ese problema terrible, por desgracia de rabiosa actualidad, que es la captación de esos críos para células yihadistas. Les mandan a Siria y luego vuelven aquí para ponerse un cinturón bomba y explotar por los aires en nombre de Alá. Estuve intentando empaparme de todo ese mundo, de cómo viven allí. Yo creo, además, que hemos hecho una serie muy documentada, que puede ser un reflejo de una realidad que existe y que España no conoce.

–Lo que nos llega a nosotros es la utilización de cuchillas en el perímetro vallado de Melilla... 

–Hombre, ese tema de las cuchillas me parece absolutamente inhumano y tremendo. Tiene que haber otros métodos. Debería haber otras opciones que dejarles que se vayan mutilando para luego devolverles a sus casas llenos de heridas. Es terrible, de una crueldad tremenda.

–Ahora que ha acabado el rodaje de la primera temporada de El Príncipe, ¿qué planes tiene? 

–Estoy a punto de firmar una película, pero aún no lo puedo decir...

–¿Cine o tele? ¿O según el guion? 

–Cada vez se están acercando más la formas de trabajar en cine y en tele. Antes había diferencias más grandes, cuando se hacía cine de precisión. Ahora, con la dificultad que tiene la industria para sacar una película adelante, hay que hacerla casi televisiva. La parte técnica, la cámara, se trabaja igual.

–A usted le gusta la tele... 

–Yo siempre he sido un enamorado de la tele. Me gusta cómo se trabaja. Hay que solucionar las cosas de forma rápida y continua, y a mí eso me pone muy cachondo... En el cine casi me llego a aburrir, porque estoy acostumbrado a rodar en televisión muchos más minutos al día que en una película. Cuando empecé a hacer tele, siempre entendí que no era un medio menor. ¿Cómo puede serlo cuando llegas todas las semanas a cuatro millones de espectadores y, en el mejor de los casos, una peli la verán 300.000 o 400.000 personas? Siempre he sido un defensor de la tele: esta es la 14ª serie que hago.

–¿Los guionistas han dejado un final abierto a una continuación? 

–Sí, sí. Nos han dejado margen para poder continuar...

–Vamos, que no le matan... 

–[Ríe] No, no.