ANÁLISIS

Días de gloria y gozo en un gran espectáculo televisivo

JOSEP CUNÍ

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La Marató es un acto de solidaridad, un canto a la esperanza, una demostración de civismo, un derroche de energía. Sí. La Marató es la exaltación de un país que se siente activo, dinámico, comprometido, voluntario, vigoroso, lanzado, emprendedor, participativo. También. La Marató de TV-3 es todo esto y mucho más, por supuesto, pero sobre todo es un gran espectáculo televisivo. Y es de justicia resaltarlo porque sin esta dimensión costaría entender que, año tras año, consiguiera superarse a sí misma tanto en el dinero recaudado como en el gran show que nos deslumbra. Es un macroprograma de los que marcan época y tradición, que se pone a disposición de una causa para que esta causa se nutra, a la vez, de lo que la televisión le puede aportar. Televisión en su vertiente de servicio público, por supuesto. Televisión en su voluntad de contribuir y en su obligación de fomentar, elementos positivos ahora que tanto escasean. El medio canalizado para la función que siempre se le atribuyó y para el que también fue inventado antes de que los intereses creados lo pervirtieran y las titularidades privadas lo enviaran a las galeras de la frivolidad.

Quizá por eso los intentos de emular la gesta de TV-3 por parte de sus colegas españolas no han cuajado. Y se me ocurren un par de razones: falta de credibilidad y de confianza. Virtudes que el público otorga a tenor de lo que espera de la pequeña pantalla y no necesariamente de lo que esta le ofrece. Credibilidad en la puesta en escena de un acto a favor de la ciencia para que revierta en la investigación que facilite soluciones o alternativas a enfermedades letales unas, crónicas otras. Confianza en la gestión de unos recursos que se quieren directos a la finalidad para la que se reclaman. Sin intermediarios, sin vericuetos, sin desviaciones por supuestos costes de organización ni gastos que se descuentan de lo recaudado. Así pues, por transparencia y eficacia, La Marató se ha convertido en líder indiscutible de iniciativas parecidas a nivel mundial y referente televisivo sin parangón. Vean, si no, lo ocurrido en Alemania unas horas antes. Una cantidad parecida, aunque inferior, a los más de 7.200.000 euros recaudados por TV-3 es la que acaudaló el primer canal de aquel país con muchos más habitantes, muchas más fortunas y muchos más recursos que Catalunya. Y si allí la destinataria era la fundación de Josep Carreras en su lucha contra la leucemia, como viene siendo habitual desde hace 16 años, aquí esta entrega era para investigar más y mejor las lesiones medulares cerebrales adquiridas como el anterior lo fue para las enfermedades minoritarias. Y si allí la tradición se vincula siempre a un nombre y una dolencia, aquí cambia cada año para que la distribución de los recursos sea más ecuánime. Por eso cambia también el presentador, pieza indispensable para contagiar alegría y tejer complicidades. Y nadie podía superar en este cometido la capacidad de Albert Om y el gran equipo por él representado. Enhorabuena.