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China, el incómodo aliado de Apple

El gigante tecnológico ha cimentado su exitoso negocio externalizando en China la fabricación de productos estrella como el iPhone y acatando la censura del Gobierno, pero las crecientes tensiones geopolíticas con EEUU, las protestas de sus empleados y el aumento de los salarios apuntan a otra estrategia

El CEO de Apple, Tim Cook, en una presentación en 2019

El CEO de Apple, Tim Cook, en una presentación en 2019 / Jeff Chiu (AP)

Carles Planas Bou

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“Diseñado en California. Fabricado en China”. Del iPhone a los ordenadores Mac, todos los productos de Apple llevan grabados esta frase que ilustra la bicefalia del gigante tecnológico de la manzana, una doble estrategia que le ha permitido convertirse en la empresa más valiosa del mundo durante la última década, pero que la ha dejado expuesta a las turbulencias geopolíticas y sociales de la potencia asiática. Tras años de una simbiosis de éxito, la ola de protestas en su principal fábrica en Zhengzhou ha evidenciado la cara oscura de la incómoda alianza de Apple con China.

A principios de los 2000, la empresa tecnológica decidió instalarse en China. El país era visto como el lugar ideal donde externalizar su producción a base de mano de obra barata y de alta cualificación, pero después pasó a convertirse en uno de los mayores mercados de consumidores del mundo. Esa estrategia permitió el ascenso de Apple y disparó su valoración, que actualmente supera los 2,3 billones de dólares.

Apple es actualmente una de las pocas grandes compañías internacionales que ha logrado cimentar su éxito en China, que supone en torno al 20% de su facturación global. Elegido por Steve Jobs, el responsable de ese giro fue Tim Cook, quien en 2011 tomó el relevo del padre de Apple para ponerse al frente de la compañía.

Sin embargo, esta gloriosa historia ha tenido un precio. En 2016, Cook cerró un acuerdo con el Gobierno chino valorado en unos 275.000 millones de dólares en el que se comprometía a aumentar sus inversiones y proyectos en China y a cambio se apartaban las acciones regulatorias que amenazaban con perjudicar su negocio, según destapó ‘The Information’. "Como ya hizo antes Google, Apple se ha adaptado a las políticas que impone Pekín (...) Llega un momento en que las empresas tienen que hacer equilibrios entre su negocio y las políticas del país en el que operan. El peso de China en la economía mundial hace que esa decisión sea más intensa", apunta Águeda Parra, ingeniera, doctora en ciencias políticas por la UCM y miembro del consejo del think tank Cátedra China.

Esa adaptación ha impactado en los derechos civiles en el país. Una investigación del 'New York Times' denunció que Cook también cedió a exigencias del régimen como dejar de usar sistemas encriptados para proteger las comunicaciones de los ciudadanos o bloquear decenas de miles de aplicaciones incómodas para las autoridades en su tienda digital, la App Store. "Apple se ha convertido en un engranaje de la máquina de la censura que presenta una versión de Internet controlada por el gobierno", criticó Nicholas Bequelin, director para Asia de Amnistía Internacional. "Apple no ha mostrado resistencia alguna, ningún historial de defensa de los principios a los que dice estar tan apegada". 

Protestas incómodas

El pasado septiembre, la factoría china de Zhengzhou detectó un brote de covid-19. Conocida como la “ciudad del iPhone”, la planta gestionada por el proveedor taiwanés Foxconn decidió encerrar a sus cerca de 200.000 empleados, una medida permitida en China para mantener las políticas de tolerancia cero frente al coronavirus sin necesidad de paralizar sus cadenas de producción. Durante semanas, esos trabajadores fueron aislados y sometidos a jornadas de hasta 12 horas diarias fabricando entre el 70% y el 85% del producto estrella de Apple que se vende alrededor del mundo. Hartos de su situación, a finales de noviembre iniciaron una serie de protestas para denunciar los salarios impagados y la fatiga por ese régimen de semiesclavitud. Las manifestaciones contra las restricciones pandémicas se han extendido por el país mientras los contagios alcanzan su récord.

La revuelta en Zhengzhou, fábrica global de los iPhone, pone a Apple en una situación complicada. Si la pandemia ya golpeó la cadena de suministro y puso en relieve los problemas que supone centralizar en ensamblaje de los dispositivos en un único país como China, las protestas de sus empleados acentúan esa situación. Es por es que Apple medió con Foxconn para pagarles lo debido.

Durante el último mes, el centro de Zhengzhou ha operado a un 60% de su rendimiento y para reanudar la producción máxima necesita hasta 100.000 empleados, según la revista estatal China Newsweek. Los analistas estiman que eso limitará la demanda del iPhone y podría suponer que Apple deje de ganar entre 5.000 y 8.000 millones de dólares. La “significativa” escasez actual del móvil insignia de la empresa de Cupertino afecta ya a cerca de seis millones de unidades de iPhone Pro, según informó Bloomberg, y podría ir a más amenazando el histórico crecimiento de Apple. Su campaña de Navidad se verá mermada.

Tensiones geopolíticas y mejoras laborales

Por otro lado, las crecientes tensiones comerciales entre China y Estados Unidos amenazan con perjudicar su negocio. Los avances de Pekín en una industria tan estratégica para el futuro como la tecnológica han encendido las alarmas de Washington, que tanto durante la presidencia de Donald Trump como con Joe Biden han respondido a su declive en ese campo con una batería de agresivas medidas económicas destinadas a torpedear los planes del gigante asiático. Con Taiwán y sus fábricas de semiconductores en el centro, el aumento de las turbulencias geopolíticas entre las dos potencias añade otra preocupación para Apple.

A todo ello se le suma el aumento de los salarios de los trabajadores chinos y de las regulaciones para cumplir con unas leyes medioambientales más estrictas. Aunque se trata de mejoras laborales y climáticas, estos cambios en el funcionamiento interno de China reducen el elevado margen de negocio de Apple.

Reducir la dependencia china

Apple es consciente de ese triple problema y está tomando medidas para tratar de limitar su dependencia del gigante asiático. A partir de 2024, la compañía empezará a fabricar semiconductores –un componente crucial para cualquier dispositivo tecnológico— en EEUU, una decisión que después se extenderá a Europa, según confirmó Cook en un reciente viaje a Alemania. "La visión estratégica de desplazarse a otros entornos se incrementará no solo por el ritmo desigual en el que China sale de la pandemia, sino también por las políticas de EEUU y la Unión Europea para reducir la dependencia de china", añade Parra, autora de ‘China, las rutas de poder’.

La firma también está diversificando y externalizando su cadena de suministros en otros países asiáticos donde el proceso de fabricación es más barato como Vietnam, Tailandia, Filipinas, Indonesia y especialmente India, donde el año que viene se desplazará la fabricación de parte de los iPad o los auriculares AirPods y, en 2025, el 25% de todos los iPhone.

La decisión de Apple de reemplazar paulatinamente las fábricas chinas por las de otros países –también seguida por otros gigantes dependientes de China como Google, Amazon o Microsoft— supone un cambio histórico de tendencia en el sector tecnológico. Con ello, busca asegurarse una fabricación barata y cualificada de sus productos para garantizar unos márgenes de negocio de casi el 43%. Su nueva estrategia pasa ahora más lejos del gigante asiático.

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