¿Pero qué demonios es eso de Twitch?

Los expertos valoran su vínculo con los jóvenes pero alertan sobre su «poder de adicción»

Twitch

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Voro Contreras

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Imagine que estamos a finales de los 80 y que acaba de entrar en los recreativos del barrio. Su amigo Rafa está jugando al «Double Dragon» y una multitud de adolescentes le rodea, anima y comenta sus jugadas. Rafa, además, es buen tío y mientras juega va explicándole sus trucos a los colegas. No hay máquina que no se haya pasado y en la que no aparezca un «RYL» (en homenaje a Laura, su amor de verano) en lo alto de la lista de puntuaciones.

Ahora regrese a 2021. Ya no está en los recreativos del barrio sino en el comedor de una casa en la que los hijos de Rafa pasan de él y miran con entusiasmo la pantalla de la tablet. Ellos, igual que los adolescentes que rodeaban a su padre ante el «Double Dragon», también se lo pasan de miedo viendo a otro tipo pegar tiros en el «Fortnite», dar mandobles en el «League of Legends» o aplastar al equipo contrario en el «FIFA 21». Miran, disfrutan e incluso comentan a la vez que lo hacen otros miles de personas de todo el mundo. Lo hacen gracias a Twitch, la plataforma de contenidos en directo que podría revolucionar la manera en la que nos comunicamos con los demás.

Del videojuego a la política

Porque no solo estamos hablando de un lugar en el que, como en los recreativos del barrio o en el estadio de la ciudad, hay quien entra para ver a otros jugar. Aunque Twitch -que cuenta actualmente con unos 525 millones de usuarios mensuales- parece creada (y, en parte, así fue) para los «gamers», no ha parado de ampliarse el espectro de contenidos que ofrece esta plataforma que Amazon compró en 2014 por unos 735 millones de euros y que controla el 76% del mercado de transmisión de videojuegos en América y Europa. Viajando por sus canales podemos encontrar a músicos que tocan en directo, activistas sociales, cocineros amateur, divulgadoras científicas, maestros de dibujo, analistas deportivos, críticos de series, guías de viajes, monitores de aerobic o comentaristas políticos.

Este último es el caso de Emilio Doménech, un joven periodista de Alcoi que en poco tiempo parece haberse convertido en el más popular analista en nuestro país de la actualidad política norteamericana. Aunque usa Twitter con asiduidad (tiene 128.600 seguidores) e interviene habitualmente en programas de televisión generalista desde su piso en Nueva York, ha sido Twitch el medio que ha impulsado su carrera.

Nanisimo (el nombre que usa Doménech en las redes sociales) explica a Levante-EMV que se percató de las posibilidades periodísticas de esta plataforma cuando compartió en ella las imágenes de las protestas por la muerte de George Floyd. «Ahí me di cuenta de que había gente muy interesada en este tipo de contenidos y conforme se acercaban las elecciones vi que podía aplicarlos para hablar de los procesos electorales y candidatos, que es lo que más me gusta».

Doménech considera que, aunque Twitch puede complementar a otros medios de información más tradicionales, su formato es más atractivo para los más jóvenes «porque es ahí donde también están sus ídolos como el Rubius o AuronPlay y compañía». «Además -añade-, ofrece la oportunidad de crear un vínculo entre espectadores y ‘streamers’ que no se encuentra en otros medios como la tele porque no existe esa interacción directa con los espectadores».

El pasado 6 de enero Nanisimo retransmitió en su canal el asalto de los «trumpistas» al Capitolio. En la pantalla principal el espectador podía ver a los manifestantes rodeando el edificio y enfrentándose a la policía, y en una más pequeña aparecía él comentando las imágenes. Pese a ser algo tremendamente real, tenía también algo de videojuego apocalíptico. «Las imágenes sensacionalistas sabes que van a tener éxito, pero siempre serán menos importantes que el talento comunicativo y el carisma del ‘streamer’. Eso es imprescindible para entender quiénes tienen éxito en esta plataforma y quiénes no».

Pero casos como el de Nanísimo o como el de Hasan Piker, un joven norteamericano que ya es una referencia para el progresismo millenial y de generación Z gracias a sus directos, que aún son minoritarios. Quizá en las últimas semanas hayan escuchado más hablar de TheGrefg o de Ibai Llanos. El primero es un joven de Murcia (su nombre real es David Cánovas) que el 11 de enero batió un récord de audiencia de Twitch al reunir a 2,4 millones de espectadores durante la presentación del personaje que ha creado para Fortnite. El segundo es un «gamer» y comentarista de videojuegos que con 24 años ha iniciado su propio proyecto de creación de contenido en la plataforma, donde acumula 4,8 millones de seguidores. El 31 de diciembre Ibai reunió a casi un millón de seguidores en su canal para dar las campanadas, superando así la audiencia de La Sexta y Cuatro. Por sus directos han pasado futbolistas como Neymar, el Kun Agüero o Courtois y músicos como C. Tangana. El 24 de noviembre Marc Gasol eligió el canal de Ibai para anunciar su fichaje por los Lakers.

Claves del éxito

«En Twitch hay ‘streamers’ de muchos tipos, pero los ‘gamers’ son los que tienen más fuerza», subraya Irina Moreno, valenciana de 29 años, trabajadora autónoma, redactora SEO, «community manager» en una empresa de videojuegos y «gamer» bajo el nombre de InaAyanami.

Irina empezó hace un año y un mes a jugar en directo en Twitch y ahora tiene ya cerca de 1.800 seguidores. «Mis amigos me animaron, me decían ‘eres graciosa, mola verte jugar…’. Así que nunca he tenido ninguna aspiración más que entretener a la gente. Pero mi canal ha crecido más de lo que esperaba y hasta me ha permitido ganar dinero. Me saco la mitad de un suelo y ahora mi único objetivo es que la comunidad siga creciendo».

Irina explica alguna de las claves de la popularidad de Twitch frente a otras plataformas de videos en directo: «Youtube siempre había sido la plataforma reina para los videojuegos, pero implantó medidas como el copyright, la publicidad o el límite de tiempo, que acabaron haciendo más popular a Twitch, una plataforma en la que solo tienes que encender la cámara y ser tú misma».

Según Irina, el secreto de un buen «gamer» (y, por extensión, de cualquiera que protagonice un canal, como también apuntaba Doménech) no es tanto su habilidad con el juego sino su capacidad para comunicar y mantener a su comunidad (espectadores) atenta y activa. Además, cuantas más horas el «streamer» permanezca en directo, más rentabilidad.

«La primera hora del ‘streaming’ suele ser la más floja porque es cuando menos ‘followers’ se han conectado -añade-. Y por eso es importante interactuar mucho, estar leyendo el chat todo el tiempo y comentándolo. A la gente, por ejemplo, le gusta mucho que la saludes. Yo obvio comentarios sobre mi físico y temas personales, pero hay ‘streamers’ que les da igual».

Irina aspira a que su número de seguidores crezca «siempre dentro del entretenimiento y comunidad sana. En mis directos la gente no insulta ni falta al respeto». Este no es un aspecto sin importancia para Twitch, que hace unas semanas aprobó nuevas pautas contra las conductas de odio y el acoso sexual en su sitio, sobre todo a través de los chats. «No sabes cómo la persona que está haciendo un directo se va a tomar los comentarios que le puedan hacer en su chat, no sabes si tiene problemas de seguridad, de autoestima o algún problema mental», subraya.

Narcisismo y vouyerismo

El de la gestión de la popularidad y la sobrexposición del «streamer» es uno de los «peros» que le encuentra a Twitch la psicóloga Consuelo Tomás, directora del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones No Tóxicas. «Los ‘streamers’ exhiben sus conductas de juego e interactuan con otras personas a cambio de dinero y de reconocimiento. Pero tu autoestima no puede basarse solo en el número de ‘likes’ que obtengas, porque cuando eso ocurre no solo tienes un problema de autoestima sino que también puedes desarrollar un problema adictivo».

El mismo peligroso comportamiento se puede producir entre los seguidores de los «gamers», sobre todo los más jóvenes, que cuanto más tiempo le dedican a su afición menos lo pasan en el «mundo real» y más dinero van a gastar en la plataforma. Tal como explica Tomás, «tú puedes seguir a un ‘streamer’ de forma gratuita pero también está la posibilidad de suscribirte, comprar ‘bits’ (monedas virtuales) para que el ‘streamer’ te salude y te reconozca. Pagas por reconocimiento y por sentirte importante, un sistema que utilizan los videojuegos para obtener dinero y que Twitch sigue peligrosamente».

Al final, como tantos otros aspectos, la moderación es fundamental. «Las redes sociales, como los videojuegos, nos facilitan la vida y la comunicación con los demás -reconoce Tomás-. Pero la participación no debería estar ligada al dinero y al tiempo que se pasa en ellas, porque lleva a un deterioro psicológico y económico similar al de la ludopatía».