EL ADN de la semana

Artículo de Pere Puigdomènech: 'Evo Morales'

PERE Puigdomènech

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El presidente de Bolivia,Evo Morales, ha pronunciado un sorprendente discurso en su país ante una conferencia de movimientos ecologistas. En él ha acusado a la alimentación de los países occidentales –consumidores según él de pollos criados con hormonas, de transgénicos y de refrescos americanos– de males tan terribles como la calvicie o la homosexualidad. Estos resultados, de confirmarse, podrían valerle sin duda el premio Nobel de Medicina, pero hoy por hoy producen más bien tristeza.

Un simple análisis basta para comprobar lo absurdo que es considerar que la calvicie o la homosexualidad, que las ha habido siempre, tienen algo que ver con tecnologías recientes como la transgenia, que solo existen desde hace 20 años. Hay que tener en cuenta, además, que hace décadas que está prohibido en Europa criar los pollos con hormonas.

Sin duda, el cultivo masivo de soja transgénica es objeto de discusión en el Cono Sur de América, y todo el mundo tiene derecho a proponer cultivos tradicionales como la quinua o la coca, como en Bolivia. Pero utilizar este tipo de argumentos desacreditan a quien los utiliza, aunque ya estemos acostumbrados. Por nuestro país se ha paseado gente afirmando que los transgénicos producen cáncer, mientras en Francia y Alemania se ha limitado el cultivo en contra del criterio de sus propios comités científicos.

Que un político haga afirmaciones tan erróneas no tendría importancia si no tuviera consecuencias. El anterior presidente de Suráfrica afirmaba que el sida no está causado por el virus VIH, una declaración que pudo frenar el uso de los fármacos retrovirales. De hecho, su país tiene ahora la mayor incidencia mundial de la enfermedad. Se ha dicho que más de un 60% de las decisiones que toman los políticos tienen algún tipo de contenido científico. Está claro que el criterio de los expertos no debe ser exclusivo a la hora de tomar decisiones, que es el trabajo de aquellos a quienes elegimos para gobernar. Pero decidir desde la ignorancia o desde la frivolidad interesada es la mejor receta para cometer errores que acabamos pagando todos.