Tendencias sociales

La soledad no deseada acerca a las iglesias a personas en busca de compañía: "Cada vez tenemos más gente que necesita ser escuchada"

Problemas económicos, familiares, de salud o simplemente ganas de hablar: el abanico de motivos es amplio y el perfil de ciudadanos, también

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Mosén Lluís Simón atiende a una de sus feligresas en la parroquia de Sant Antoni de Pàdua, en Tarragona.

Mosén Lluís Simón atiende a una de sus feligresas en la parroquia de Sant Antoni de Pàdua, en Tarragona. / Joan Revillas

Jan Magarolas

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"Nunca antes habíamos estado tan conectados y tan poco comunicados". Esta frase, rescatada de un discurso del papa Francisco, la pronuncia Lluís Simón, sacerdote en la iglesia de Sant Antoni de Pàdua de Tarragona, para describir la situación que han detectado las parroquias recientemente. Las redes sociales, internet y la rapidez de la información nos permiten estar más en contacto telemático que nunca pero parece que la distancia es un elemento real y cada vez más infranqueable, incluso dentro de las familias y las relaciones sociales. "Hay mucha gente que está sola, sin espacios de comunicación y que no pueden o no quieren optar por terapias profesionales; entonces vienen a la iglesia y encuentran abiertas nuestras puertas para ser escuchados", explica Simón.

Las parroquias catalanas han detectado un aumento de personas solas que entran en las iglesias para ser escuchadas

"El mundo de hoy en día, con las prisas, el trabajo y los muchos problemas, genera nervios, soledad y familias desestructuradas; cada vez tenemos más gente en la parroquia, fieles o no, que necesitan alguien que les escuche, alguien con quien charlar de sus pensamientos", afirma Santiago Soro, sacerdote en las iglesias de Vila-seca, Salou y La Canonja (Tarragonès). Más allá de la religión o de la fe, las iglesias se han convertido en un punto de peregrinación para personas con miedos, preguntas, dudas o la simple necesidad de hablar, un refugio inesperado para quien busca confianza y paz para expresarse.

Simón y Soro confirman que aunque se trata de un fenómeno que siempre ha existido -la iglesia siempre ha estado para escuchar, defienden- ahora han notado un incremento de peticiones. "No tiene por qué ser una atención espiritual o religiosa. Vienen muchas personas no creyentes ni feligresas que solo necesitan dar un sentido a los problemas que tienen", aseguran. "Yo, como sacerdote, trato de ser respetuoso con la dimensión de la fe de cada persona: en los creyentes hay un vínculo espiritual de fe con un sentido o un vínculo que les aporta tranquilidad; pero si no son creyentes, solo trato de escucharles y guiarles con consejos", aclara el padre Simón, que también revela que el abanico de temas es muy amplio: desde problemas económicos a la salud, relaciones familiares y sociales o preguntas sobre la muerte.

Las peticiones en las iglesias para poder hablar con los curas ha incrementado en los últimos tiempos.

Las peticiones en las iglesias para poder hablar con los curas ha incrementado en los últimos tiempos. / Joan Revillas

No hay un perfil que encaje en las personas que necesitan ser escuchadas. El abanico es muy amplio: de todos los contextos culturales y sociales, inmigrantes y locales, de todas las edades... "Lo que me sorprende mucho es que cada vez hay más jóvenes y hombres; son personas que tienen muchos amigos pero con los que casi no hablan de temas importantes. Cinco jóvenes sentados en el parque con los móviles, esto es la soledad en compañía", analizan.

Sin poder cuantificar el fenómeno en cifras, constatan que cada vez hay más gente "que necesita más tiempo para hablar", como si tuviera más problemas o le costara más coger confianza para expresarse. "Si me quedara todo el día sentado en el banco de la iglesia, todo el día tendría gente esperando para hablar", asegura, con tranquilidad, el padre Soro.

"Vienen muchas personas no creyentes ni feligresas que solo necesitan dar un sentido a los problemas que tienen"

Entre las personas que acuden a menudo a la iglesia de Sant Antoni de Pàdua, en el centro de Tarragona, está Marta, que prefiere dar solo el nombre. "Para mí es muy fácil encontrar al padre y descargar todo lo que llevo en la cabeza; son gente muy amable, abierta y accesible que me da mucha confianza: sé que es alguien que no me juzgará", explica la feligresa. A ella le ha ido muy bien para charlar sobre temas de su matrimonio o de situaciones difíciles de la vida, como la pérdida de su madre después de una enfermedad, pero también de temas alegres que ha querido compartir con alguien para "crecer espiritualmente": "De algún modo los curas han sido los psicólogos de toda la vida, ¿no? Más que saber una versión científica de todo lo que quiero es alguien que me escuche con confianza y proximidad", explica Marta.

"Cada vez hay más jóvenes y hombres; son personas que tienen muchos amigos pero con los que casi no hablan de temas importantes"

La complicidad ha sido tal que Marta ha compartido su experiencia con amigas suyas, algunas de ellas no creyentes "y que pasaban por contextos personales muy duros, como un aborto". "A veces, lo que pasa simplemente es que tienes el alma cansada o una crisis de fe, que todo se tambalea y que necesitas que te acompañen: esto lo encuentras en la iglesia", afirma, rotunda y con optimismo.

La visión positiva de Marta contrasta con la de los sacerdotes, que interpretan el fenómeno como un proceso lento pero inexorable hacia una sociedad menos atenta y cuidadosa. "Como cristianos, nosotros recomendamos que todo el mundo tenga su acompañamiento, no tiene por qué ser un cura: para escuchar solo hace falta un poco de sentido común y madurez personal", sentencian Soro y Simón.

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