Atendidos en el pabellón
Los menores migrantes evacuados en Artesa, sin miedo al fuego: "Han venido solos desde África"
La educadora Belén Guilla explica que presionaron para abandonar el centro de acogida porque no había coches para sacarlos a todos en un solo viaje
Guillem Sánchez
Redactor
Periodista de sucesos. Antes trabajé como redactor de sociedad en la Agència Catalana de Notícies (ACN).
Profesor asociado en la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna.
Libros Publicados: 'El Estafador' (Editorial Península) y 'Crónica del Caso Maristas' (Ediciones B).
"Son niños que han venido por su cuenta desde África, han pasado por cosas más duras". Belén Guilla, subdirectora del centro de acogida que atiende a los 54 menores migrantes que ayer miércoles por la tarde tuvieron que huir del fuego de Artesa, se encoge de hombros cuando se le pregunta sintieron miedo y recuerda el pasado que arrastra cada uno de ellos para que se comprenda que no. "Supongo que veían a los policías y a los bomberos y comprendían que la situación estaba controlada", añade.
Sobre la casa de colonias de Cal Petit de Vilanova de Meià, donde está enclavado el centro SPAAI Antares de Belén, la columna de fuego del incendio comenzó a cernirse cada vez más oscura y amenazante. Tanto que los educadores comenzaron a inquietarse. "Llamamos al 112 y nos aconsejaron confinarnos. Pero no nos gustó la idea", recuerda. Daba la impresión de que las llamas avanzaban en su dirección y, a diferencia de la paciencia que puede tener una familia normal, ellos no podrían marcharse todos a la vez. El centro dispone de furgonetas en las que no caben todos. No podían correr el riesgo de que la situación se torciera y llegara la orden contraria, la de evacuar contrarreloj, porque eso los exponía a tener que gestionar una escapada de emergencia sin plazas en los coches para los 54 niños. "No lo vimos claro y seguimos llamando", recuerda.
Se activaron tanto la Direcció General d'Atenció a la Infància i Adolescència como la Conselleria d'Interior. Al poco rato, el consejo había cambiado. Era preferible anticiparse y dejar la casa de colonias entonces, cuando todavía podían hacerse los viajes necesarios para llevarse a los menores en condiciones de seguridad.
Antes de cenar, estaban todos en el pabellón de Artesa de Segre, donde han pasado la noche en camillas facilitadas por la Cruz Roja. "En cuanto llegamos se pusieron a jugar a fútbol y a básquet", explica Belén. "Han dormido bien, sin problemas", insiste. Esta mañana los educadores han acudido a un bar cercano a buscar bocatas para el desayuno.
Se quedarán en el pabellón hasta las siete de la tarde, por lo menos. A esa hora les comunicarán si pueden volver a casa o deben pasar una segunda noche ahí, en función de la voracidad del incendio.
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