Investigación

Los siete días clave tras el asesinato de Marta Calvo

La Guardia Civil ha desbrozado las conexiones de las nueve líneas de telefonía móvil que el presunto asesino mantenía activas para analizar sus pasos entre el día del crimen y el de su fuga

Marta Calvo.

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Son las 3.31 horas del 7 de noviembre de 2019. "Mami, ya estoy en la casa del chico". 3.32 horas, Marta Calvo envía desde su teléfono móvil al de su madre, vía Whatsapp, la ubicación en la que se encuentra. A las 5.55, es su última conexión a datos y, a las 12.03, su teléfono se silencia para siempre. Esa geolocalización, que la joven, de 25 años, envió a su madre gracias a la insistencia de esta como medida de seguridad cuando se citase con alguien fuera de su casa acabaría siendo la principal herramienta para acusar a su presunto asesino, Jorge Ignacio P. J., quien el lunes cumple 38 años.

Dos años de investigaciones de especialistas de la

Guardia Civil

en Homicidios de la Comandancia de Valencia y de la Unidad Central Operativa (UCO) han permitido reunir decenas de tomos en el Juzgado de Instrucción 20 de Valencia que contienen pruebas, evidencias y decenas de declaraciones para sustentar una fundada acusación contra Jorge Ignacio P. J. por hasta 37 delitos, la mayoría de ellos muy graves: tres asesinatos consumados, ocho intentados, once agresiones sexuales...

Es un buen trabajo, pero ninguno de los investigadores se siente satisfecho: dos años después, y cuando ya no quedan más que unos pocos meses para el juicio con jurado, no han podido cumplir su promesa de devolverle el cadáver a la madre de Marta.

El acusado permaneció 21 días huido. Tres semanas en las que preparó al detalle, seguramente con asesoramiento, lo que iba a contar. Se entregó en la madrugada del 4 de diciembre en el cuartel de Carcaixent, el único abierto por la noche en toda la zona. Dijo llevar esos 21 días malviviendo entre casas abandonadas y el monte, sin ayuda de nadie. Su primera mentira. Sus ropas no solo estaban limpias y sin arrugas, sino que su aspecto era saludable e incluso higiénicamente impecable. Salvo unas poca manchas de barro en los zapatos y los bajos de las perneras.

Su segunda mentira: afirmó que la chica había muerto "accidentalmente" tras una noche de cocaína, alcohol y sexo, que se había asustado por sus antecedentes como narcotraficante y la había descuartizado.

Una mentira detrás de otra

Dio la ubicación de los contenedores en Alzira y Silla donde afirmó haber arrojado las bolsas con los restos, pero cometió un error: parte de esa historia era imposible porque las basuras de la capital de la Ribera van a parar a una planta de tratamiento, la de Guadassuar, tan puntera y tecnologizada que hacía imposible que hubiesen pasado por su cinta restos del tamaño que describió.

Aún así, la Guardia Civil fio a esa declaración la búsqueda del cuerpo en el otro vertedero implicado en su versión, el de Dos Aguas, adonde habrían llegado las bolsas depositadas en Silla. Removieron al milímetro 16.800 toneladas métricas de desechos durante ocho largos meses. Ni rastro del cuerpo. ¿Por eso estaba tan tranquilo Jorge Ignacio P. J. en la cárcel, mientras los agentes rastrillaban la basura con frío o calor, con lluvia o viento, en festivos o laborables? La respuesta es obvia.

Así las cosas, la pregunta del millón. ¿Dónde está Marta? ¿Qué había hecho en realidad con el cadáver? ¿Por qué no estaba colaborando en su localización? ¿Solo por el ánimo de llevar más dolor a su familia?

Esa respuesta también resulta bastante evidente. Sin cadáver, iba a aferrarse como un náufrago a su versión cuasi pueril de que la muerte había sido accidental y que se había limitado a deshacerse del cuerpo. Ideaba sortear la condena que le corresponde a lo que los investigadores, la fiscal y todas las acusaciones están convencidas de que ocurrió: provocó su muerte de manera voluntaria administrándole cocaína en roca y en grandes cantidades en los genitales sin su consentimiento tras haber vencido su voluntad con alguna otra sustancia estupefaciente.

La ventaja inicial que creía tener —sin cuerpo no hay autopsia— se le esfumó cuando la investigación no solo permitió relacionarlo con otra dos muertes, las de Lady Marcela Vargas y Arliene Ramos, sino que, además, ocho mujeres vencieron el estigma de la

prostitución

y dieron el paso para denunciar ante la Guardia Civil que a ellas les había hecho exactamente lo mismo, que se vieron a las puertas de la muerte y que solo el azar les había ayudado a salir vivas de sus citas sexuales con Jorge Ignacio P. J.

En ese punto, se hizo necesario volver a revisar al milímetro esos siete días que siguieron a la muerte de Marta y que terminaron cuando Jorge Ignacio se esfumó de l’Ollería y de Manuel. Para ello, han analizado, entre otras cosas, las nueve líneas de telefonía móvil que el acusado mantenía activas en aquel tiempo.

Gracias a ese estudio del tráfico de llamadas y datos y de las conexiones a los repetidores han encontrado agujeros en su declaración que, aunque aún no han permitido localizar el cuerpo de la joven de Estivella, sí mantienen abiertas líneas que pueden llevar no solo a recuperar el cadáver de Marta, sino, también, a dar con quien le prestó ayuda esos días.

El primero de esos agujeros es su permanencia, durante casi tres horas, en el entorno de Senyera, algo que ocultó deliberadamente en la única declaración que ha prestado hasta ahora, la del día que se entregó. Esa información permitió, por ejemplo, la búsqueda en el vertedero ilegal ubicado en término de Castellón, a un par de kilómetros, en realidad, de la casa donde presuntamente la mató.

¿Quién lo cobijó en Castelló?

No es la única información novedosa. De ese intenso análisis han emergido más datos, como que, al menos la noche del 11 al 12 de noviembre, sino también la anterior y la siguiente, las pasó en algún punto del municipio de Castellón y no en su casa de Manuel, como se creía. Y hay más: entre el lunes, 11, y el miércoles, 13, cuando desaparece del mapa hasta su entrega, protagoniza un frenético ir y venir no solo por el área por la que se movía en ese momento —acude varias veces a Xàtiva y a otros puntos entre la capital de la Costera y los dos municipios en los que tenía casa alquilada, Manuel y l’Ollería—, sino, y sobre todo, por Valencia, adonde llega incluso a ir hasta dos veces en un día para regresar luego a su escondrijo en la Ribera. ¿A quién visitaba con tanta asiduidad?

En esos días, una de sus máximas prioridades es deshacerse del Volkswagen Passat a bordo de cual había llevado a Marta desde Valencia a Manuel en la madrugada del 7 de noviembre. Esa es una de las razones de los viajes a la capital de la Costera, donde está la gestoría que usaba para sus trapicheos con los coches, y a València o al Puig, pero de momento no hay explicación para sus visitas relámpago a Mislata, Paterna o Quart de Poblet, por ejemplo.

Finalmente, ese 13 de noviembre, miércoles, una vez que se ha deshecho del Passat y tiene organizada su fuga tras haberse asegurado de que no iba a ser fácil sin su ayuda localizar el cuerpo de su última víctima, se fue a Valencia. Lo hizo en tren desde la Pobla Llarga. En la ciudad se frena en seco la investigación de la Guardia Civil a partir del análisis de sus teléfonos porque, nada más llegar, se deshizo de todos los terminales arrojándolos a contenedores del centro de la ciudad. De todos, menos de uno.