Encierro nocturno

El toque de queda deja Platja d'Aro sin copas

Amargura entre los bares musicales que hacen el 80% de su caja en verano y reciben este encierro como la estocada final

Unos camareros retiran mesas en un local de Platja d'Aro.

Unos camareros retiran mesas en un local de Platja d'Aro. / david aparicio

Guillem Sánchez

Guillem Sánchez

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El toque de queda nocturno que entró en vigor la madrugada del viernes al sábado a las 01.00 horas en 161 municipios catalanes se ha convertido en casi una ley seca para los más turísticos. Lugares como Platja d’Aro, referente indispensable de la noche de la Costa Brava, desprendía la misma tristeza que emite un parque de atracciones cerrado y con los vagones de la montaña rusa infestados de malas hierbas. Luces de neón apagadas, sillas recogidas, un coche patrulla recorriendo un paseo principal vacío y que hace solo una semana había vuelto a ser un hormiguero.

La prohibición parece una ley seca porque echar el cerrojo a las 00.30 horas no deja tiempo para las copas. Sí para las cenas, que también han sido menos, pero no para tomar algo. Álex, dueño del Gibs Bar, un local con licencia de discoteca y de bar musical, intentó sobrevivir a la restricción sirviendo bebidas a la hora de la cena. Pero no funcionó. “Apenas te piden copas, comen, toman postre pero si les servimos ahora una bebida ya no les dará tiempo”, coincidía Jacqui, camarera de El Golfo, un lugar que la semana pasada estaba a rebosar y ayer no llegaba a la media entrada. “No parece viernes, parece un día entre semana, es muy raro”. Ese es el daño real que la medida ha hecho al sector, insistía Álex, que cree que se ha detenido la "remontada" y la pandemia les ha asestado "una estocada" que podría ser la definitiva. “Nosotros hacemos entre la verbena –23 de junio– y la Diada –11 de septiembre– el 80% de la caja anual. Esos tres meses se trabaja todos los días y atendemos a clientes extranjeros y del resto del país que consumen más que los locales”, razonaba Álex. “Esto nos hará perdernos estos clientes, por segundo año consecutivo. Si mañana sábado la cosa es como hoy, cerraré, como él”, añadía señalando al bar que tiene justo enfrente y que ya ni siquiera lo intentado.

“Mejor que no diga nada porque si abro la boca será para decir lo imbéciles que son los políticos”, protestaba amargamente desde detrás de la barra el dueño de otro local de copas. “No tiene ningún sentido que nos cierren a todos, siempre hacen lo mismo. Que prohíban abrir a los que incumplen pero no al resto”, añadía, desesperado y apretando el paso para servir los últimos pedidos al filo de la medianoche.

“Las horas de los españoles”

Josep es el encargado del restaurante Victoria, un local que no tuvo una mala noche sirviendo cenas a los extranjeros. Con los españoles, sin embargo, la cosa cambia, subrayaba. “Los extranjeros se sientan a cenar a las siete y media de la tarde y tienen margen de sobra con el toque de queda. Pero los españoles se presentan a las diez de la noche y eso te obliga a servir corriendo para que les de tiempo. Y, por supuesto, ya no queda margen para el ‘gintonic’”.

A las doce y media de la madrugada, vehículos de los Mossos d’Esquadra y de la Policía Local de Platja d’Aro se dejaron ver por el paseo comercial y también por el marítimo para recordar con su presencia que el toque de queda era una realidad y que se aproximaba. En el interior de locales como el Beout nada parecía estar más lejos de los planes de los clientes que interrumpir bruscamente la marcha que llevaban. Tampoco en el Charlies o en el A Sac los jóvenes daban la impresión de entregar la noche. Estos tres bares de copas tuvieron que echar a la gente a la calle en tiempo de descuento. Faltaban minutos para la una de la madrugada y frente a esos locales había gritos, empujones, risas y coqueteos a pleno rendimiento. Fue un espejismo. A la una de la madrugada, la masa desapareció.

Desde la Policía Local de Platja d’Aro detallaban que el dispositivo para hacer que se cumpliera el cierre nocturno está coordinado con los Mossos y que no preveía incidentes en la playa. Si eso sucedía, si la arena se convertía en un fortín de botellones, actuarían, dejaban claro. No ocurrió. Los únicos que meditaron seriamente ignorar el toque de queda fueron grupos aislados de jóvenes extranjeros, que preguntaban a los camareros si a ellos también les multarían y si, en caso de que lo hicieran, la sanción llegaría hasta su país de origen. Se marcharon al hotel no temiendo una sanción sino abatidos al verse solos en un pueblo que se había ido a dormir.

El toque de queda, validado por la autoridad judicial y decretado por el Govern de la Generalitat, afecta a los municipios de más de 5.000 habitantes con una incidencia acumulada igual o superior a 400 casos por cada 100.000 habitantes durante la última semana. La restricción a la movilidad nocturna entrará en vigor a partir de este fin de semana, tendrá lugar entre la 1.00 y las 6.00 horas y estará vigente durante siete días prorrogables. "Nadie se cree que esto lo levanten en siete días. Pinta que se alargará mucho más", concluían los camareros de una Platja d'Aro que se ha quedado sin copas.